Esta es una historia de esperanza en un país donde la existencia no es precisamente fácil para muchos niños. Estamos hablando de Corea del Sur. Son frecuentes los terribles relatos de su vecina Corea del Norte, ahí donde son más que habituales las continuas denuncias de organizaciones como «Amnistía Internacional», hablando sobre las violaciones de los derechos humanos, la privación de libertades, de expresión e incluso de circulación.

Ahora bien, los problemas no son exclusivos de Corea del Norte. Te sorprenderá saber que un país tan emergente económica y tecnológicamente como Corea del Sur, esconde tras su telón muchos dramas personales que no son muy conocidos. Madres solteras que no reciben ayuda ni apoyos sociales, familias que son incapaces de mantener a más de un hijo, la cultura de seguir priorizando al varón por encima de las niñas… Todo ello, trae como resultado el que casi cada día, se opte por abandonar a bebés en las calles o en cubos de basura. Tragedias cotidianas que no alcanzamos a imaginar.

No obstante, en medio de esta desesperanza, surge la figura de un hombre bueno, un hombre cualquiera que ha puesto todos sus medios para solucionar, en la medida de sus posibilidades, este problema.

El pastor Lee Jong-rak de la Iglesia Jusarang en Seúl, Corea del Sur

Lo llaman «el hombre bueno». Jong-rak no pide explicaciones, ni tan solo necesita ver el rostro de esas personas que se ven obligadas, por la razón que sea, a abandonar a sus hijos. El no juzga ni absuelve, este pastor solo busca proteger toda vida humana antes que ver cómo la fría mañana, le trae la imagen de un bebé más sin vida en un cubo de basura.

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Se vio en la necesidad de dar forma a su idea tras ser testigo de innumerables desastres cotidianos. Eran ya muchos los bebés desfallecidos que aparecían por su barrio de Seúl, uno de los más populosos del mundo y donde más abandonos se producen. Fue por ello, por lo que se decidió a crear «su caja de bebés» a la entrada de la Iglesia. Ésta es, en realidad, una idea muy vieja, son muchos los países que suelen habilitar en diversos centros sociales e iglesias, un pequeño cajón para que todo niño al que no se pueda atender, sea recogido de forma anónima en ese receptáculo.

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Está provisto de mantas y de un micrófono para que ante cualquier sonido, sollozo o palabra, nuestro pastor surcoreano acuda de inmediato. Según él mismo nos explica suelen llegar muchos niños con deficiencias psíquicas o físicas, pequeños que ahora pueden tener una segunda oportunidad en su centro. Y son muchas, muchas vidas la que ha salvado hasta el momento. La verdad es que son noticias esperanzadoras, que a su vez, nos hacen pensar en qué realidades se pueden estar viviendo en países herméticos de los que apenas sabemos nada, como la vecina Corea del Norte. Aquí, toda religión está prohibida, los ciudadanos solo pueden creer en su Gran Líder (Kim Il-sung), sin contar además con que muchas organizaciones humanitarias tienen su entrada vetada, con lo cual, desconocemos si este tipo de dramas pueden estar ocurriendo también.

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Sea como sea, nos alegramos de que iniciativas como esta aparezcan cada día. Si te ha gustado esta historia, descubre también el drama que viven muchos estudiantes de Corea del Sur.