Estamos en Centralia, Pensilvania. Te aseguramos, sin equivocarnos, que se trata de uno de los lugares más curiosos e inquietantes que puedas conocer. Se la conoce como «la ciudad fantasma» o «la ciudad del fuego eterno». Aunque muchos prefieren llamarla “Silent Hill”. Si eres un amante del famoso videojuego de terror, o de la espeluznante película del mismo título, ya irás intuyendo el por qué de las posibles similitudes.

Una ciudad cubierta de niebla, solitaria, la historia de un incendio y un fuego que sigue latente en las entrañas del subsuelo. ¿Preparado para conocer Centralia? Recuerda, tal vez sea un viaje solo de ida...

La historia de Centralia

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Zona restringida de Centralia

Centreville existía ya en el estado de Pensilvania desde 1841, pero no fue registrada como tal hasta 1866, momento en que pasó a llamarse Centralia. Era una ciudad tan próspera como cualquier otra en aquellos años. Una ciudad más de Estados Unidos que centraba su economía en una cosa: su fructífera mina de carbón.

En pocos años, la ciudad empezó a tener escuelas, bancos, tabernas, parques e infinidad de sencillas casas donde sus habitantes vivían con normalidad, tranquilos al disponer de una mina que garantizaba plenamente su futuro, y el de la propia Centralia. Pero no siempre reinó la paz en esta pequeña ciudad.

El propio fundador de la ciudad, Alexander Rea fue asesinado por una asociación clandestina de mineros conocida como Molly Maguires. Estábamos a mediados de 1860 y este tipo de revueltas eran frecuentes, aunque la acaecida en Centralia tuvo su repercusión mediática en aquella época. Los culpables del crimen fueron colgados y, aunque  durante unos años los asesinatos e incendios fueron constantes, la cosa pareció calmarse con la llegada del nuevo siglo.

A mediados de los años 60, Centralia no podía ser más próspera. Tenía su comunicación con varias lineas férreas: la de  Philadelphia and Reading y la Lehigh Valley, además de su propio colegio de primaria y secundaria,  siete iglesias, dos teatros, una oficina de correos, cinco hoteles, veintisiete salones, múltiples almacenes y varios pequeños negocios asociados a la minería. Centralia era, definitivamente, un buen lugar para vivir. Hasta que algo cambió.

 El incendio de 1962

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Centralia en la actualidad

Fue algo casual, algo sin demasiada importancia. Tal vez fue un cigarrillo mal apagado, el efecto del sol o, incluso, un fuego olvidado por parte de unos excursionistas. Quién sabe. El caso es que la chispa se prendió aquella mañana de 1962 en un pequeño vertedero a las afueras de Centralia. En un basurero que comunicaba con una de las fosas de la propia mina de carbón, una fosa abandonada que, poco a poco, fue encendiendo una vena principal.

Todo el subsuelo de Centralia está comunicado mediante una extensa y compleja red de carbón, un hecho que nos hace entender por qué fue encendiéndose tan poco a poco pero de modo imparable. Puede que te parezca asombroso, pero la gente siguió viviendo aquí hasta 1979. Se hicieron varios intentos por sofocar ese fuego subterráneo que iba prendiendo calladamente las entrañas de la ciudad y emergiendo por pequeñas vetas, por agujeros en la carretera, en los suelos de las casas, en los parques… Las llamas no se veían todos los días, pero ese infierno crecía y crecía en el propio vientre de la ciudad de Centralia.

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Centralia

Los efectos, cómo no, fueron inevitables. Las personas estaban inhalando monóxido de carbono por la quema subterránea de carbón y las consecuencias se tradujeron en serios problemas de salud. Todo esfuerzo por sofocar el incendio era inútil. Cualquier idea, cualquier propuesta para sofocar aquel enemigo no servía absolutamente de nada.

¿En qué momento empezó a reaccionar la gente? Te preguntarás. ¿Cuándo fueron conscientes de la gravedad del problema? Fue en 1979 cuando un empleado de la gasolinera de Centralia introdujo una vara en sus tanques de gasolina para averiguar la cantidad de combustible que le quedaba. Cuando sacó dicha varilla, se dio cuenta de que estaba ardiendo. ¿Temperatura? 78º grados centígrados. Aquello, no era nada normal…

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Parque abandonado de Centralia

Muchos empezaron ya a abandonar la ciudad, pero no fue hasta 1984 cuando el gobierno estadounidense se encargó del tema. Aprobó un presupuesto de 40 millones de dólares y sus habitantes fueron trasladados a poblaciones vecinas donde iniciar una nueva vida lejos del peligro. Aunque, como casi siempre ocurre, hubo alguna persona que se negó a dejar su ciudad. Es por ello que, a día de hoy, sigue celebrándose un servicio en la iglesia de Centralia todos los sábados por la noche.

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Dicen, que esta ciudad sigue siendo un infierno en llamas. Un infierno que arde desde el subsuelo y que arroja su aliento caliente a través de grietas, a través de la tierra del bosque y de ese cementerio, donde habitan los restos de la mayoría de sus vecinos.

Centralia es la auténtica Silent Hill y, según nos indican los expertos, existe aún suficiente carbón para arder 250 años más. ¿Te atreverías a visitar esta solitaria y «espectral» ciudad?

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