Seguro que la has oído en multitud de ocasiones. Tras la publicación de una interesante historia en Supercurioso sobre la fiereza de los espartanos, hoy vamos a contar una de griegos y romanos. Y en este relato un nombre brilla con luz propia. Vamos a hablar de un combatiente como ningún otro, que además fue uno de los grandes estrategas de toda la historia y, lo que es más increíble, nunca perdió una batalla contra los romanos aunque acabó perdiendo la guerra. Hablamos de Pirro de Epiro, un estratega audaz que fue capaz de frenar por un tiempo la imparable expansión del imperio romano.

Pero ¿Quién soy yo para dirimir sobre estrategas cuya vida tejió las redes de nuestra historia? En Supercurioso nos gusta que otros personajes ilustres den con sus testimonios fe a nuestras palabras: Relatan que quiso la fortuna que en una visita de Publio Cornelio Escipión a Efeso, Aníbal y Escipión coincidieran en una sauna mientras este último esperaba que Antíoco III le diese audiencia.

Por aquel entonces, Aníbal (después de exiliarse de Cartago) trabajaba como asesor para el ejército Seleucida. En esta conversación, Publio le preguntó a Aníbal quién creía que era el mejor estratega de todos los tiempos, a lo que Aníbal respondió: “Alejandro Magno, por supuesto”. Escipión sólo pudo darle la razón. Pero su autocomplacencia era mayor que la posibilidad de que Aníbal quebrara su orgullo, de modo que volvió a hacer la misma pregunta, a lo que Aníbal respondió que. después de Alejandro. el mejor estratega era Pirro. A pesar de haber sido el azote del Imperio Romano, Escipión no tuvo más remedio que reconocerlo.

El hombre que mantuvo en jaque al imperio romano

Cómo decía mi abuela, lo mejor es empezar por el principio y este, probablemente, esté en la petición de ayuda de la ciudad griega de Turios a Roma para terminar de una vez y para siempre con unos molestos vecinos: los Lucanos (pertenecían a la región de los Samnitas). Esta petición de ayuda molestó mucho a los Tarentinos, que confiaban en que un antiguo tratado firmado con los romanos evitaría que estos mandasen tropas en ayuda de Turios. Los romanos se pasaron ese tratado por dónde ustedes, queridos lectores, pueden imaginarse. Tarento (muy cabreada) atacó la flota romana hundiendo entre 35 y 45 barcos (las fuentes difieren). Roma mandó entonces una misión diplomática, las conversaciones fracasaron y lo demás es historia.

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La intervención de Pirro en lo que posteriormente se denominó las guerras pírricas, proviene de la palabra dada a los tarentinos, tras la ayuda que estos últimos le dieron en su conflicto con Corfú (una isla griega del mar Jónico, en Jonia, por cierto, nació la democracia moderna).

Así que ya tenemos confeccionado el puzle: por un lado, los cartagineses y los romanos, muy enfadados con los tarentinos y con Epiro y, por otro, los pírricos, las polis griegas y los samnitas (igualmente cabreados).

El origen de la expresión «Conseguir una victoria pírrica»

La guerra estaba servida. Pirro, como buen estratega, confiaba en el odio de las repúblicas itálicas hacia Roma para que se unieran con él en su lucha. Sorprendentemente, no sucedió. Había algo sobre ese pueblo guerrero llamado Roma y creado por campesinos que comenzaba a inspirar respeto a los vecinos (pese a no ser en aquel tiempo la potencia militar que todo el mundo tenemos en mente). La primera gran batalla tuvo lugar en Heraclea y las mayores bajas las sufrieron ¿adivinan quién? Exacto, los romanos. Primera victoria para Pirro, aunque según las fuentes tuvo casi 8.000 bajas.

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La segunda gran batalla tuvo lugar en Asculum (región italiana de Apulia) y en ella Pirro volvió a lograr la victoria. Los romanos tenían el gran problema de que no sabían cómo hacer frente a los elefantes (no sería hasta la batalla de Zama entre cartagineses y romanos cuando Escipión desarrollaría una táctica para contener su poder destructivo) y, pese a los intentos de los generales romanos de frenar el avance de estos gigantescos animales, la batalla se saldó con las bajas de casi 5500 soldados romanos, por 3500 de los Pírricos.

Según el historiador Plutarco, fue al contemplar su victoria a costa de la pérdida de tantos de sus hombres cuando pronunció su famosa frase:

«Otra victoria como esta y estará todo perdido”

De modo que desde entonces se usa la expresión “conseguir una victoria pírrica” para denotar una victoria conseguida a expensas de un gran sacrificio.

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