Puede que en tu infancia leyeras alguna vez “Alicia en el país de las Maravillas”, y puede también que aún rebose en tu memoria aquel mundo de fantasía pero también de extrañeza alrededor de una niña que persigue a un conejo ataviado con un reloj, y que, sin saberlo, entra a un universo delirante de criaturas, que aunque mágicas, también estaban dotadas de cierto surrealismo y un punto de locura.

¿Sabías que Lewis Carroll era un amante de las matemáticas y un curioso del mundo onírico? ¿Sabías que consumía determinados estupefacientes y que la pequeña Alicia existió de verdad? En efecto, y las curiosidades alrededor de este hombre inquieto y peculiar no terminan aquí, así que síguenos y adéntrate en esta madriguera henchida de extrañezas y maravillas…También de oscuridades.

Un hombre brillante, de salud frágil.

Su verdadero nombre era Charles Lutwidge Dodgson, aunque siempre firmó sus obras como Lewis Carroll. Hijo de una familia de buena posición y muy vinculada a la Iglesia Anglo-católica, el joven Lewis se distinguió pronto por sus dotes para la literatura y las matemáticas. Empezó a leer a los tres años, lo cual quizá viene a decirnos que se trataría de un niño con altas capacidades, un chico superdotado que pudo beneficiarse de una excelente formación académica, pero que nunca guardó muy buen recuerdo de sus años de infancia: mermado por su salud y también por su carácter inseguro, Lewis, padecía epilepsia, y tartamudez y según sus biógrafos se sospecha incluso que pudo llegar a sufrir abusos por las muchas referencia en sus cartas y en sus textos a ciertas “molestias nocturnas”,  que hicieron de sus días una dura montaña que nunca pudo superar.

Era un joven brillante, pero también perezoso, se interesaba por demasiadas cosas a la vez y nunca llegaba a ser lo completamente responsable como para tener una posición adecuada a sus capacidades, así que prefirió  la carrera de profesor de matemáticas que más tarde compaginaría con sus responsabilidades como diácono.

Lewis Carroll y la fotografía.

Se obsesionó de inmediato con ese arte innovador introducido por Oscar Gustav Rejlander, quien fue amigo suyo y le enseñó todas sus posibilidades. Quedó tan fascinado que cambió en cierto modo su forma de ser y sus perspectivas religiosas, valorando más la belleza y la inocencia que el sentido del pecado, el placer por encima de la férrea moral victoriana. Empezó a vagabundear por los teatros, entró en los círculos sociales de las clases altas y logró tener un reputado estudio fotográfico trabajando durante un tiempo para relevantes artistas como Dante Gabriel Rossetti, Everett Millais o Tennyson.

 

El mundo de las matemáticas.

La mayoría de sus cuentos representan juegos de lógica, escenas de aparente sencillez que encierran extraños cifrados. Era un amante del álgebra y la geometría, de hecho escribió varios tratados sobre la cuadratura del círculo”, así como manuales para cifrar mensajes, e incluso métodos de clasificación que ahora nos son tan comunes como los árboles lógicos o los diagramas de Venn.

El mundo de los sueños y las palabras en Lewis Carroll.

Jorge Luis Borges ya habló sobre el extraño mundo de Carroll: “Alicia sueña con el rey rojo, que está soñándola y alguien le advierte que si el rey se despierta ella se apagará como una vela, porque no es más que parte de un sueño, dos sueños en uno solo que parecen bordear así la pesadilla…” Un peculiar galimatías que viene a demostrarnos su obsesión por lo onírico donde las posibilidades rozan lo infinito, donde la mente y la imaginación se encuentra más libre y donde Carroll, solía combinarlo además con su lenguaje peculiar.

Se inventaba palabras, jugaba con las letras y los nombres para crear un idioma propio para los niños (véase por ejemplo su poema “Jabberwocky) o esos juegos lingüísticos casi constantes en “Alicia en el país de las Maravillas” (recordemos por ejemplo su “feliz no cumpleaños”) que lo convirtieron en precursor más del dadaísmo y el surrealismo.

 

El mundo de las drogas psicoactivas en Lewis Carroll.

Eran una puerta, una manilla que entornar a ese mundo de los sueños donde todo adquiría mayor lucidez, y a la vez, mayor locura. Se dice que utilizaba láudano y otros estupefacientes, de ahí por ejemplo esas escenas casi inolvidables en Alicia cuando ingiere una seta y va cambiando de tamaño, sería pues una referencia a la Amanita Muscaria, cuyos efectos psicodélicos eran muy similares a los del láudano. Se dice también que su deseo era inventar una máquina que pudiera extraer de su mente las ideas que tenía mientras soñaba, o mientras se sumergía en esos estados profundos en los que le sumía el consumo opio. A lo máximo que pudo llegar fue a crear un objeto que adherirse a la mano para escribir cuando estaba dormido, esperando que reaccionara por sí sola y volcara sus sueños y pesadillas en el papel en blanco.

 

Lewis Carroll y Alicia.

Se llamaba Alicia Liddell y era la hija de un amigo de la ciudad en la que trabajaba como profesor. Solía acompañarles cuando iban de picnic, le atraía el encanto de aquellas tres hermanas de entre 8 y 13 años, pero en especial el de Alicia, en quién se inspiró para su famoso personaje literario. No están exentas del todo las sospechas de pedofilia de Lewis Carroll, era un hombre introvertido y tímido que parecía entender mejor el mundo de los niños que el de los adultos, inventó un mundo de fantasía para ellos con un lenguaje propio, ideas todas ellas que hacen sospechar de este escritor y profesor de matemáticas, que tal vez no era tan inocente como la popularidad nos hizo creer.

 

¿Fue Lewis Carroll Jack el Destripador?

Seguramente hayas esbozado una mueca de extrañeza y sorpresa… pero las sospechas están ahí, pese a considerársele un soñador inofensivo, hubo un escritor llamado Richard Wallace que en 1896 acusó a Carroll de ser el terrible asesino de Whitechapell tras haber leído varios de sus libros anteriores y publicados en 1888, y es que, sus argumentos y sus escenas eran idénticas a los crímenes que vivió el Londres de aquella época.

¿Casualidad? El mundo de Lewis Carroll sigue admirándonos, sin duda… no solo por sus maravillas, sino también por sus oscuridades.