¿Qué serías capaz de hacer por tu hijo o por tu nieto? Seguramente, como cualquier persona, no dudarías en hacer lo imposible por salvar la vida de esa persona que forma parte de tu familia, de ese ser que es parte de tu sangre y que como es de esperar, quieres.

Es lo que, sin duda, haría cualquier persona normal, si tu nombre no fuera Jean Paul Getty,  uno de los mayores multimillonarios de nuestra historia y fundador de la compañía Getty Oil. Su fortuna, como puedes deducir, provenía del petróleo. Disponía de un saldo en su cuenta de algo más de 1.000 millones de dólares. Coleccionista de arte y mujeriego, fue famoso también por protagonizar una de las historias más controvertidas de la alta sociedad. El secuestro de su propio nieto: J. Paul Getty III.

Jean Paul Getty y la oreja de un muchacho díscolo

Estábamos en julio de 1973 y el joven J. Paul Getty III, nieto del famoso propietario de la Getty Oil, había sido secuestrado. En un principio la desaparición del muchacho no fue tomada en serio. Era un joven algo alocado que había sido expulsado de varios colegios, que había posado desnudo en varias revistas y que, para desesperación de su férreo abuelo, había sido detenido por participar en una manifestación lanzando un cóctel molotov.

Durante unas semanas la policía hizo caso de lo que dijo el viejo Getty: debía ser una broma. Pero el chico tenía 16 años y ya habían recibido varias llamadas avisando de que era un secuestro. ¿Cómo no hacer caso? Pasaron cuatro meses cuando, finalmente, los secuestradores pusieron el puño encima de la mesa, enviando a la redacción del periódico «Il Messagero» de Roma, una misteriosa caja. En su interior, estaba nada más y nada menos que la oreja del joven Paul y un mechón de su cabello.

J. Paul Getty
J. Paul Getty

La razón del secuestro estaba clara. No era nada político, era puramente económico. Y el principal foco de interés era la fortuna del señor Getty. No obstante, todos conocían su carácter, nadie de su familia podía mover un solo céntimo sin su consentimiento, nadie en sus empresas podía tomar una decisión, por pequeña que fuera, sin pasar antes por su «filtro personal». Y nadie, absolutamente nadie, osaba gastar un solo dólar sin su supervisión. Es más, se contaba que su avaricia llegaba hasta el extremo de que en sus casas se había instalado cabinas telefónicas para que cualquiera que deseara hacer una llamada, pagase previamente por ella.

¿Hasta donde llegaría la avaricia del señor Jean Paul Getty?

La resolución del secuestro y las consecuencias

Cada vez que los secuestradores llamaban al viejo multimillonario, la respuesta era la misma: «no voy a pagar ni un céntimo». Pero obviamente todo cambió cuando la familia recibió la oreja derecha del joven. Los secuestradores pedían una cifra de 17 millones, pero el señor Getty estaba dispuesto a ofrecer 2,2 millones. Ni más ni menos. ¿La razón? Esa era la cifra que le habían recomendado pagar sus asesores, ya que esa, era la cantidad justa por la que se podría beneficiar en las reducciones fiscales, y en los impuestos de cada año. Pero el tiempo pasaba y los policías temían ya seriamente por la vida del muchacho. Sus padres estaban desesperados y ya no sabían qué hacer para que el viejo Getty cediera.

El joven Paul Getty
El joven Paul Getty

Hasta que lo hizo. Pero solo un poco y con «condiciones». Aportaría 2,9 millones de dólares, pero eso sí, con una férrea condición: su hijo debía devolvérselo todo y con intereses. El 4%, ni más ni menos.

El 15 de diciembre de 1973, el joven Paul fue liberado en el sur de Italia. Le faltaba la oreja derecha y, emocionalmente, quedó muy afectado por aquella vivencia. A partir de entonces viviría un declive total de malas compañías, drogas y alcohol. Su padre se vio obligado a pagar esa deuda de casi 3 millones de dólares, lo cuál, hizo que su hijo jamás recibiera nada de dinero y que no se atendieran ninguna de sus facturas médicas. Murió en 2011, a los 54 años.

Un ejemplo más de lo más oscuro de la sociedad más acaudalada, donde el dinero, pocas veces ofrece una auténtica felicidad.

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