Lo llamaron el «payaso asesino». Solo con ver su cara y conocer todos los actos que este hombre cometió, no podemos evitar una vez más asociar la clásica imagen de un payaso con la imagen del terror más puro. El más salvaje, casi como el que Stephen King creó en It, aquel capaz de llevarse la vida de decenas de niños inocentes.

En el caso de John Wayne Gacy, también fueron varios los niños a quienes les arrancó la vida. Todos ellos chicos jóvenes que no llegaban a los 30 años. Muchachos normales a los que seducía, engañaba o secuestraba y a los que después emborrachaba. Una vez inconscientes, los maniataba y los introducía en una bolsa de plástico en la bañera. Cuando ya casi estaban a punto de morir, los revivía para torturarlos, violarlos y, finalmente, asesinarlos.

Actos brutales con los cuales, cercenó sádicamente la vida de 33 hombres entre los años 1972 y 1978. ¿Llegó a arrepentirse alguna vez? En absoluto. Se dice que antes de que le aplicaran la inyección letal en 1994, sus últimas palabras fueron: «Bésame el culo» y «Nunca sabréis dónde están los otros cuerpos».

Terrible.

John Wayne Gacy, el sádico payaso asesino

¿Qué hace que una persona sea capaz de atravesar el límite del equilibrio? ¿Dónde se nutre esa inclinación a la violencia y la brutalidad? Muchos intentan buscar justificaciones a nivel educativo, en infancias traumáticas o incluso en posibles alteraciones cerebrales. De ahí que en ocasiones se nos diga que las personas estamos empeñadas siempre en buscar justificaciones lógicas para los actos terribles. Tal vez porque somos incapaces de creer que la verdadera maldad puede existir en su forma más pura y devastadora.

John Wayne Gacy no tuvo una infancia fácil. Su padre era violento, muy violento. Alguien que disfrutaba aplicándole severos castigos por pequeñas insignificancias. En cuanto a su madre tenía, al parecer, la habilidad de humillarlo por puro placer personal. Siempre lo llamó «nena» y lo ridiculizaba por sentirse atraído por los chicos. John se defendió de este ambiente construyendo su propio mundo interior, su palacio privado de pensamientos y deseos, ahí donde la figura de los payasos se convirtió para siempre en su sutil apoyo y su gran admiración.

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Quizá por ello, en sus ratos libres, cuando no trabajaba de vendedor, solía disfrazarse de payaso para animar fiestas infantiles o para apoyar al partido demócrata liberal como «El payaso Pogo».

Fue en 1977 cuando un joven llamado Jeffrey Ringall alertó a la policía de que un hombre había intentado matarle. Pero la policía no le hizo demasiado caso. Tal vez porque pensaron que era un homosexual más que, sencillamente, había discutido con su pareja. Pero, poco a poco, el hecho de que fueran tantos los jóvenes desaparecidos empezó a inquietar a los policías. Madres preocupadas que denunciaban la desaparición de sus chicos, por lo general todos bastante parecidos: jóvenes y bastante atractivos.

No fue difícil dar con John Wayne Gacy. Muchos de ellos tenían una cita con este hombre justo el día en que desaparecieron. ¿Sabes lo que ocurrió cuando jueces y policías llegaron a casa del Payaso Pogo? Su casa olía de un modo tan nauseabundo que al instante se pusieron en alerta. Y ahí estaba. En su sótano tenía 3 cuerpos sin vida. También había alguno enterrado en su jardín. Eran chicos de entre 14 y 21 años.

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Cuando fue llevado a declarar no tuvo objeción alguna en decir la verdad. La verdad de lo que era y lo que sentía. Según él mismo, la primera vez que mató a un chico fue en 1972. Al clavarle el cuchillo y ver cómo la sangre brotaba de su cuerpo, sintió un profundo e irresistible placer. Acababa de encender un interruptor en su alma que ya no podía detener.

Dio a la policía la ubicación de 28 cuerpos más. La mayoría los había arrojado al río Illinois. De los 33 cuerpos que se encontraron, 7 no se pudieron identificar. Todos tenían una edad entre 7 y 29 años. ¿Y qué explicación dio John sobre semejante desastre? Alegó que él no era consciente en ningún momento de lo que hacía. Disfrutaba, desde luego, y mucho. Pero quien cometía los actos era en realidad el «Gato Hanley», ese ser que le ordenaba que una vez había asesinado a los muchachos, debía esconderlos en el sótano o debajo de su cama.

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Óleo de John Wayne Gacy

John Wayne Gacy fue sentenciado el 13 de marzo de 1980, a 21 Cadenas Perpetuas y 12 Penas de muerte. Puede que en este momento te preguntes si se llegó a valorar en algún instante si este hombre padecía algún tipo de trastorno mental. La verdad es que los expertos concluyeron que no, que John era perfectamente consciente y responsable de lo que hizo en todo momento.

John Wayne Gacy, el sádico payaso asesino

Es más, tras aplicarle la inyección letal, varios psiquiatras forenses analizaron su cerebro, concluyendo que, efectivamente, no presentaba ningún tipo de anormalidad. Durante todos esos años en que John estuvo aguardando el día de su ejecución, se dedicó a pintar al óleo. Numerosos lienzos que puedes ver por Internet donde descubrirás a su eterno alter ego: el payaso Pogo.

Si te ha interesado conocer al payaso asesino y su historia, descubre también por qué hay más asesinos hombres que asesinas del género femenino.