Bien decía el célebre escritor argentino Ernesto Sábato, en una de las mejores frases sobre la historia, que ésta «no es mecánica, porque los hombres son libres para transformarla». Y en efecto, hay hombres que parecen destinados a labrarse a fuerza de acciones un lugar en las páginas de los libros, aunque sea de los más remotos. Cuando pensamos en grandes héroes, se nos viene la imagen de hombres imponentes, al mejor estilo de Hércules. Pero la realidad muchas veces se contradice con la imaginación. Napoleón Bonaparte o Simón Bolívar son solo un par de esos héroes, cuyas dimensiones físicas eran bastante modestas. Pues, en esta ocasión, en Supercurioso queremos relatarte un caso más extremo, el de Lord Minimus. Su nombre fue Jeffrey Hudson, y su estatura poco tuvo que ver con su verdadera grandeza. 

Puedes encontrar libros en inglés que cuentan sus gestas, puesto que el señor Minimus sigue siendo, a día de hoy, el hombre más pequeño de la historia de Reino Unido. Es también esa figura de referencia que luchó en la primera Guerra Civil inglesa, y que, como todo héroe que se precie, fue enterrado en una tumba anónima para quedar durante mucho tiempo en el más triste de los olvidos. Acompáñanos a conocer la historia de su vida.

¿Quién fue Jeffrey Hudson?

lord minimus

Si de personajes extravagantes en altas cúpulas del poder se trata, en la historia hay varias referencias. La familia Romanov, zares rusos, tuvieron a Rasputín. La reina inglesa Enriqueta María de Francia tuvo a Lord Minimus. Este personaje, que se dio a conocer como el enano de la reina, era considerado una de las maravillas de la época. Los motivos eran claros: a pesar de su notorio enanismo, sus proporciones corporales eran totalmente equilibradas.

Jeffrey Hudson nació a principios del siglo XVII. Era hijo de los guarderos del conde de Buckingham y su nacimiento fue toda una sorpresa. Sus pequeñas piernas arqueadas le hicieron temer a sus padres que jamás podría valerse por sí mismo y que el trabajo en la granja real sería algo que nunca podría llevar a cabo. Ahora bien, a medida que Jeffrey cumplía años, ganaba en presteza, vivacidad y sobre todo en ingenio. A los 7 años la Duquesa de Buckingham se «encaprichó» de él y quiso tenerlo en la corte para verlo cada día. Era tan singular, divertido y descarado que quiso que formara parte de la familia de la noche a la mañana. Sus padres no pusieron objeción alguna.

No obstante, el mayor cambio en su vida llegó cuando el rey Carlos I y la reina Enriqueta María de Francia fueron a cenar una noche al castillo de los condes de Buckingham. En el postre se presentó un gran pastel en la mesa, del que emergió a modo de sorpresa final el propio Jeffrey vestido con una armadura. Medía 46 centímetros y la reina, también quedó prendada del niño. Así que la duquesa de Buckingham, no tuvo más remedio que desprenderse de él y «regalárselo». Sabemos, obviamente, la falta de ética y humanidad que trasciende en estos actos, pero era el comportamiento habitual de la época y en estas élites de la sociedad tan frívolas como impersonales.

1. Su llegada a la corte de la reina

Este sería el preludio del tiempo en el que Jeffrey Hudson se convertiría en el popular Lord Minimus. Y es que lo que vino después fue algo verdaderamente esperpéntico. Jeffrey formaba parte del palacio de curiosidades de la reina, junto a dos enanas más, un mono y otros animales salvajes domesticados. Se le utilizaba como diversión en las fiestas y como «juguete» humano que salía de vez en cuando a preparar algún sandwich para la reina. Estamos seguros de que Jeffrey soñaba con salir de allí, con escapar, así que lo más probable es que su corazón se emocionara cuando la reina quedó embarazada y tuvo el firme propósito de volver a su país para dar a luz, a Francia. Y por su puesto, no iba a dejarse a su «juguete» favorito. Nuestro protagonista.

Durante este viaje en barco fueron asaltados por los piratas, el barco fue saqueado y a punto estuvieron de quedarse con el pobre Jeffrey Hudson como trofeo curioso. Pero afortunadamente, la reina pagó por su rescate y pudo tenerlo de vuelta. Tal vez la idea de perderlo humanizó por fin su corazón, y la hizo entrar en razón para empezar a verlo como un ser humano, como una persona a la que cuidar y respetar.

2. Cómo se convirtió en Lord Minimus

Lord Minimus. Supercurioso.

Luego de aquel aterrador evento con los piratas, la actitud de la reina cambió por completo. Desde entonces se ocupó de ofrecerle una correctísima educación hasta que cumplió los 18 años. De esa forma aprendió a montar, a recitar poemas y a valerse como un soldado. Formaba parte de las rutinas reales, yendo de paseo con la reina y su familia. Se le proporcionó un sillón especial hecho de terciopelo con cordones y flecos de seda de plata. En su ropa también invirtió la corte. El sastre oficial, Gilbert Morrett, diseñó trajes especiales para Lord Minimus, desde vistosos trajes escarlata con medias hasta un elegante traje para las ocasiones de luto.

Pero fue con la llegada de la primera Guerra Civil (1642-1645),que llegaría el momento más cumbre de su vida. La reina nombró a Jeffrey Hudson como Capitán de caballería. Puede que estés sonriendo ahora mismo, pero la verdad es que no se disponen de documentos que contradigan el hecho de que Lord Minimus, entrara de verdad en combate. Parece ser que sí y que salió airoso.

La vida de Jeffrey, a raíz de la guerra, fue volviéndose un poco más independiente a la vez que complicada. Puesto que había ganado en posición social, pensó que era el momento de librarse de la vida de la corte, y por ello, empezó a comportarse de un modo desafiante. Aumentando su seguridad, se vio involucrado en situaciones violentas que afectarían su destino en los próximos años.

3. El duelo que cambiaría su vida

El perfil del Jeffrey Hudson, que era utilizado a modo de juguete por la corte, había cambiado de manera radical después de la guerra. Su personalidad lo expresó, convirtiéndose en una persona segura de si misma, e incluso altanera. Llegó a batirse en duelo con otros caballeros en varias oportunidades. En una de ellas terminó asesinando a William Croft, un noble de la corte. Esta afrenta que le valió un juicio y la condena a muerte, aunque una vez más, el cariño sincero de la reina lo pudo salvar de la horca.

A partir de aquí la vida de Lord Minimus fue todo un carrusel de altibajos e increíbles aventuras. Se fue a África, pero debido a su físico fue capturado nuevamente como esclavo, pasando por el continente cerca de 25 años de penurias y altibajos. Tenía tan solo 25 años cuando fue capturado por un barco de piratas de Berbería. Allí fue recluido en el norte del continente africano, en donde se pasó largos años de trabajo y soledad. No fue sino hasta de que, en 1669, pudo volver a Inglaterra después de que se pagara su rescate junto a otros británicos que estaban prisioneros en el continente. Un cuarto de vida de ausencia que lo cambió por dentro.

4. Los últimos años de Jeffrey Hudson

el enano de la reina

Los últimos años de Jeffrey Hudson fueron la coronación de su vida triste. La corte, en agradecimiento por sus labores en la guerra y en compensación por sus años de esclavo, le ofreció una renta mensual con la que vivir. Él la aceptó, pero nunca quiso volver a la corte. Después de volver de África, su corazón era un poco más oscuro, con resentimiento y mucha apatía. Los últimos años los pasó de pelea en pelea, defendiendo ante todo su religión católica frente a los protestantes que cada día se metían con él, y con su tamaño.

El pequeño Lord Minimus, como lo llamaban en las élites reales británicas, tuvo una vida larga, intensa y muy complicada, en la que la felicidad se le hizo esquiva. No se sabe cuál fue la causa de la muerte, pero se baraja que fue sobre 1682, y que fue enterrado en un cementerio para indigentes, tal y como consta en un documento legal. Se le dió sepultura en una tumba anónima. Algo triste, y una historia que, sin duda, merece ser conocida. Si te ha gustado este artículo conoce también a un rey irreverente, Christian VII de Dinamarca.