Este pequeño potro se llama «Breeze» y su historia, es uno más de esos relatos tristes donde de pronto, surge la magia y lo entrañable. En Supercurioso, nos encanta traerte esperanzadoras muestras con las cuales emocionarnos, gracias a estos animales que tanto queremos y que tanto nos preocupan.

En esta ocasión, el relato no puede ser más tierno. ¿Sus protagonistas? Un gigantesco oso de peluche y un pequeño potro.

Breeze, el huérfano que encontró a su mejor amigo

No hace mucho te hablábamos en Supercurioso de un escenario tan bello como misterioso: El bosque de Wistman, en el Parque Nacional de Dartmoor. Es aquí precisamente donde se inicia esta historia ocurrida hace dos años.

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Fue un día cualquiera cuando un guardia de este Parque Nacional, encontró un pequeño potrillo. El animal, según sus propias deducciones, habría nacido la noche anterior, y su madre, por las razones que fueran, lo había abandonado a su suerte en medio de ese escenario tan denso y húmedo, en el cual es fácil encontrar la muerte, si no se tiene el amparo de un progenitor. El animal apenas se mantenía en pie, estaba deshidratado y tenía algunas heridas. El guardia no lo dudó y llamó de inmediato un equipo de rescate especializado en animales abandonados.

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Los veterinarios temieron por su vida. El potrillo estaba en unas condiciones muy lamentables, casi en estado de shock y completamente deshidratado, tanto, que no parecía reaccionar al principio a ninguna atención. Le dieron suero para recuperarlo, para ofrecerle fuerzas, lo arroparon para darle calor, pero el animal, no reaccionaba. No quería levantarse. Estaba deprimido. Fue entonces cuando decidieron trasladarlo a un santuario natural de caballos, ahí donde están más que especializados en ese tipo de casos difíciles.

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Syra Bowden sabía muy bien lo que debía hacerse. Lo llevaron a un pequeño establo y le enseñaron un peluche gigante. Fue entonces cuando se obró el milagro, el pequeño potro se acurrucó a los pies del peluche buscando su calor, descansando y acompasando el ritmo de su corazón casi al instante. Se sentía protegido, seguro y feliz. Los días pasaron entonces con armonía, comía, jugaba con otros potros y por la noche, descansaba acurrucado con su compañero silencioso y tierno.

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A día de hoy Brezzie es un caballo elegante y fuerte, pero te sorprenderá saber que la «técnica del papá oso», es muy habitual a la hora de criar potros abandonados que no cuentan con el cuidado de sus madres. Un ejemplo de superación y originalidad, que nos arranca una tierna sonrisa.

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