Hay algún motivo por el que El Mago de Oz nunca pasa de moda. Desde la Bruja Malvada hasta el Espantapájaros y el baile de Dorothy a lo largo del camino de ladrillo amarillo, todo ello sigue haciendo soñar a quienes lo visitan a través de la gran pantalla. Una de las principales razones, además del increíble universo que nos presenta, por las que esta película perdura hasta este punto es Judy Garland, cuya voz sigue provocando que nuestro cuerpo y nuestra alma se estremezcan.

La imagen de Judy Garland encarnando a Dorothy nos enternece y fascina, pero, desgraciadamente, es imposible evitar -si conoces esta historia- sentir una punzada de tristeza, cuando piensas en cuánto sufrió esta actriz para entrar en el icónico vestido azul. Incluso para los estándares de Hollywood, la forma en que Garland fue intimidada en relación a la dieta que llevaba y su talla, nos hace estremecer. 

El Mago de Oz: la miserable dieta a la que sometieron a Judy Garland

Tenía sólo 13 años cuando hizo una audición para Louis B Mayer de la Metro Golden Mayer. Su voz, como comprenderás, impresionó de tal forma, que se decidió contratarla sin realizar una prueba de cámara. Sus dotes musicales eran algo fuera de serie, por lo que en ese momento pareció que el físico de la chica no era importante. Esta calma no duró demasiado, pues Mayer enseguida tomó el control de lo que la chica comía, llegando a extremos que rozan tortura psicológica.

El primer largometraje de Garland en 1936, cuando tenía 14 años, era una comedia musical. No tardaron en llegarle comentarios procedentes de Mayer que aseguraban que ella lucía como: «un pequeño cerdo gordo con coletas» en la pantalla y que se debía poner en ha hacer la primera de muchas dietas. Debido a que la cantidad de calorías que debía ingerir estaba tan controlada, los ejecutivos llegaron tan lejos como para arrebatarle el plato de comida cuando estaba a punto de comérselo. La pobre niña, porque entonces lo era, estaba terriblemente hambrienta y no podía evitar fantasear a todas horas con cosas como el chocolate con nueces de pacana y crema batida.

Hacia 1938, el año anterior a que se realizase Mago de Oz, los gerentes del estudio estaban enviando memorandos sobre lo que la actriz comía y en qué situación se encontraba su cuerpo: «Judy se escabulló entre las siete y las ocho de la tarde y tomó una leche malteada»; O «Garland ha ganado 10 libras.»

En la Melodía de Broadway de 1938, se cobró el protagonismo de la película entera con una interpretación conmovedora, cantado a una fotografía de Clark Gable. Alrededor de esta época, uno de los ejecutivos de Mayer convocó a Garland para decirle que estaba tan gorda que parecía un monstruo. Algunos de los que trabajaban en el set y presenciaron los hechos aseguraron que era lo más cruel que recordaban que un adulto hubiera dicho a un niño actor.

A los 18 años, se comprometió con David Rose, el primero de sus cinco maridos, quien quedó chocado con lo poco que se le permitía comer a su nueva esposa. Para que te hagas una idea, por aquel entonces, Mayer insistía en que Judy sólo consumiese café negro y sopa de pollo, además de 80 cigarrillos al día y pastillas cada cuatro horas para frenar su apetito.

¿Las secuelas de este maltrato? Un desorden alimenticio que jamás lograría superar, que posiblemente fuera uno de los alicientes que la condujeran a desarrollar una adicción a las drogas. Saber lo cruelmente que fue tratada hace que la alegría y la energía que desprende   Garland al interpretar a Dorothy nos resulte todavía más admirable. A pesar de sus problemas, ella nunca dejó de alimentar a su público con su voz y su sonrisa de niña.

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Imagen: El Mago de Oz