Unos la veneran y otros le temen, pero en cualquiera de los casos a la muerte le envuelve un halo de misterio. Tanto es su impacto en la humanidad, que por siglos, nos ha incitado a plantearnos una serie de cuestionamientos de tipo existencialista.

¿Existirá algo más allá una vez que el alma se desprende del cuerpo para siempre? ¿O al morirnos nos abraza, además de la  inconsciencia, una oscuridad absoluta? Varias culturas y religiones coinciden en que los humanos nos dirigimos a un lugar alterno después de partir de este mundo.

Entre quienes defienden la creencia, en Corea guiaban a los muertos en su traspaso a la otra vida con unas muñecas coreanas de las que te hablaremos en breve.

Las inquietantes muñecas coreanas que te guían al morir

En los funerales de la antigua tradición coreana integraron unas figuras que para algunos podrían resultar inquietantes, por los mismos enigmas que giran en torno a la muerte. Eran una especie de amuletos protectores, y algo más, pues se creía que guiaban y resguardaban a los fallecidos en su transición al otro plano.

Se trata de las Kkoktu, unas pequeñas muñecas coreanas talladas en madera, hermosamente decoradas con colores llamativos y vistosos. Éstas acompañaban a los muertos en sus féretros durante las ceremonias fúnebres, sirviendo como mediadoras entre el mundo terrenal y el paranormal.

Las inquietantes muñecas coreanas que te guían al morir

Lo que más llama la atención en estas piezas simbólicas y ceremoniales es la decoración. Las muñecas coreanas o Kkoktu, visualmente, no se asocian a sentimientos de duelo o de dolor por la pérdida de un ser amado. Tal inflexión tiene que ver con las creencias mitológicas del país asiático, en las que sugieren que a las personas les invaden la angustia y confusión al momento de fallecer. Entonces, para confortar y llenar de alegría a quienes se despiden del mundo mortal, dieron forma a estas pintorescas figuras funerarias que permanecerían a su lado en un camino que se cree solitario y desconsolador.

El Guardián, la Cuidadora y el Animador

Las muñecas coreanas formaron parte de exequias tanto de aristócratas como de personas de pequeños pueblecillos. Cuenta la historia que se arraigaron durante la Dinastía Joseon y perduraron hasta comienzos del siglo XX.

La costumbre consistía en colocarlas en el ataúd en forma de procesión, integrando a un Guardián, seguido por la Cuidadora y posteriormente a un Animador. Aunque también era común usar figurines de Dragones y Fenices, para simbolizar la libertad del alma y regeneración.

Las inquietantes muñecas coreanas que te guían al morir

Cada una de ellas cumplía con un propósito específico. El Guardián, se encargaba de proteger al difunto en su rumbo a la otra vida, ahuyentando a los espíritus malignos. Tradicionalmente tenía el aspecto de un guerrero, con espadas o armamentos filosos.

Las inquietantes muñecas coreanas que te guían al morir

La Cuidadora, habitualmente estaba representada con una imagen femenina y en ocasiones como una pareja. Esta figura funeraria tenía el fin de cuidar al fallecido como si estuviese aún con vida. Tal como lo haría una madre.

Las inquietantes muñecas coreanas que te guían al morir

El Animador, cuyo aspecto típico es de un acróbata o un músico, en conjugación con los dos personajes anteriores, tenía el rol de levantar el ánimo tanto del espíritu del fallecido como a quienes les acongojaba su partida. Otros diseños de animales y humanos eran utilizados, sin embargo éstas eran las estampas principales.

Hoy día es muy raro ver muñecas coreanas. De hecho, en 2007 fueron exhibidos -por primera vez- unos 79 modelos auténticos, por la Sociedad Coreana en Nueva York.  De ellas se puede apreciar gentilmente cómo pudo haber sido la realidad en los pueblos de Corea en un marco de tiempo del que pocos registros históricos se han recopilado.

¿Qué tal te parecieron las muñecas coreanas? ¿Inquietantes o más bien reconfortantes? Si te gustó el artículo, te invitamos a leer: Elizabeth Siddal: Musa, modelo y un amor de ultratumba ¿la conocías?

Imágenes: Wikipedia Commons.