Hace un tiempo publicamos un post sobre la piel, una maravillosa tela que cubre el conglomerado de músculos y huesos que constituye el cuerpo humano. Hoy queremos hablar sobre una característica de la piel, y es su capacidad de regenerarse, o cicatrizar, un proceso extraordinario del que casi nunca somos verdaderamente conscientes.

En realidad, no pensamos en los milagros continuos y cotidianos que nuestro cuerpo hace para mantenerse saludable y “entero”. Podríamos verlo como una entidad completamente autogestionable que sólo necesita “combustible” de buena calidad (alimentación balanceada y sana, ejercicio regular, descanso apropiado…) para funcionar correctamente, porque el resto lo hace él. Como en el caso de las cicatrices.

Qué pasa cuando nos herimos

Como te explicamos en otro artículo sobre la sangre, al romperse un vaso sanguíneo enseguida se forma un tapón plaquetario para parar el sangrado. Cuando nos rompemos la piel, ya sea por golpes, cortaduras, raspones, quemaduras o lesiones como el acné, los microbios pueden entrar y crear infecciones. El tapón plaquetario, y luego la costra, actúan como escudos para protegernos, pero ¿sabes cómo sucede?

Es un proceso fascinante: al tener una herida de cualquier clase, la piel envía colágeno para reconectar el tejido que se ha dañado. El colágeno es una suerte de fibra resistente de color blanco que funciona como un puente, producido por los fibroplastos de las células cercanas a la herida.

en la pierna

La costra se forma para cubrir temporalmente la herida que se está sanando y protegerla de agentes (como microbios o bacterias) que puedan infectarla. Con el tiempo, la costra se seca y se cae sola, y debajo estará la piel reparada y a veces una cicatriz.

¿Y qué es una cicatriz?

No hablamos, naturalmente, de las cicatrices que nos quedan en el espíritu luego de rupturas o pérdidas, y que a veces son más difíciles de curar. Hablamos sólo de las marcas físicas en nuestro cuerpo, las señales que quedan en la piel cuando ésta se cura de una lesión o una herida. Mientras más pequeña es la herida más rápido puede sanar.

Las cicatrices pueden desaparecer con el tiempo, aunque hay otras que se quedan con nosotros para siempre. Ha habido pueblos y culturas para quienes las cicatrices eran como el “curriculum” de su valentía y arrojo, una muestra de todas sus batallas ganadas.

Al principio, la cicatriz suele ser roja –y eso es por el exceso de colágeno–, y poco a poco va cambiando de color; a veces alcanza la coloración de la piel, pero generalmente tiende a ser o más blanca o más oscura.

en la cara

El tejido resultante no es tan elástico como la piel y no tiene las glándulas sebáceas del tejido normal, lo que hace que estas marcas puedan parecer más secas cuando las tocas, y que nunca suden. A veces también pueden producir cierta picazón o incluso dolor.

Tampoco tienen folículos pilosos, lo que significa que allí no crecerá nunca más un vello.

¿Y sabes qué? Los jóvenes tienden a presentar un proceso de cicatrización más intenso que las personas mayores, y sus cicatrices tenderán a ser más grandes y más gruesas.

El tiempo que se tarda la piel para regenerarse de una herida relativamente normal es más o menos dos años, al cabo de los cuales la cicatriz podría desaparecer. En realidad la cicatriz se forma porque el nuevo tejido crece de forma distinta al tejido original, y si te lesionas sólo la capa superior de la piel lo más seguro es que esa marca desaparezca.

en la barriga

En cambio, a medida que la herida es más profunda, más probabilidades habrá de que te quede una cicatriz. Su aspecto final depende de muchas cosas: de tu tipo de piel, de dónde está localizada, la dirección de la herida, el tipo de lesión, tu edad o tu estado físico.

Los queloides

Éstos son un tipo de cicatriz muy grande, fibrosa (aunque benigna), que aparece justo en el proceso de cicatrización. Es provocado por lo general porque la piel segrega en exceso una sustancia que llaman “factor de crecimiento”, lo cual genera el crecimiento tumoral de la cicatriz, y al mismo tiempo el tejido conjuntivo debajo de la epidermis empieza a reproducirse para tapar la herida.

En una cicatrización normal el tejido solamente tapa la herida; pero el queloide levanta la piel y crea un tumor fibroso, duro, muy feo y muy doloroso cuando está creciendo. Posteriormente toma el color de la piel (aunque a veces tenga rastros blancos), nunca es precanceroso y resulta sumamente antiestético. Se cree que hay tendencias hereditarias para formar queloides.

en el brazo

Pero si no los tienes, sólo presentarás las cicatrices normales, aunque dependiendo de dónde las tengas habrá mayor preocupación, sobre todo estética.

¿Y tú, tienes alguna cicatriz importante? Compártelo con nosotros, y lee también sobre las cicatrices de los famosos.