Lo ocurrido en el pequeño pueblo galés de Aberfan en los años 60 se alza a día de hoy como uno de los acontecimientos más tristes y a la vez inquietantes de la historia. Fue una mañana del 21 de octubre de 1966 cuando sus habitantes vieron cómo, de pronto, toda la localidad era engullida por una gran cantidad de carbón, barro y escombros. Un desastre que tuvo su origen en la escombrera de una mina de carbón, que cubrió todo Aberfan en cuestión de minutos.

Sin embargo, semejante incidente pudo haber sido evitado. Bastaba con haber hecho caso a todas esas personas que soñaron con el desastre días antes. Algo que, obviamente, nadie creyó.

Visiones previas a un desastre

Empezaremos hablando de una niña. Una criatura de 10 años llamada Eryl Mai Jones. Sus sueños empezaron unos 15 días antes del desastre, pesadillas cargadas de gran angustia en las que, según ella misma relataba a su madre y sus profesoras «algo negro y grande se abalanzaba sobre la escuela cubriéndolo todo».

Esto podía haber pasado inadvertido, pero el caso es que en esa misma escuela, eran cerca de 128 niños los que contaban la misma historia días posteriores a que la propia Eryl llegara explicando su pesadilla. Los profesores no hicieron excesivo caso. Pensaron, tal vez, que era una simple «moda infantil» el decir que todos estaban teniendo el mismo sueño. Pero ¿eran los niños los únicos que venían sufriendo la misma y singular experiencia? En absoluto.

También tenemos el caso de un empleado retirado de la línea ferroviaria, un hombre que vivía al sur de Inglaterra (y por tanto lejos de la propia localidad de Aberfan), que empezó a tener sueños y visiones a partir del 14 de octubre. La oscuridad que él veía la asociaba al carbón, algo «relacionado con el carbón iba a suceder».

El 19 de octubre estos sueños empiezan a extenderse en todo Gales, especialmente en mujeres. Es posible que te preguntes llegado este punto cómo podemos aceptar que tantas personas pudieran tener un mismo sueño y dar este fenómeno como «verídico». Fue un acto casual, uno de esos hechos se suceden de vez en cuando para demostrarnos cosas asombrosas. Fue precisamente durante ese mes cuando el psicólogo inglés J. C. Barker estaba realizando un estudio sobre el tema de las predicciones. Su estudio se basaba, simplemente, en entrevistar a personas para que le hablasen de sus sueños y deducir, entonces, si se producían correlaciones o semejanzas entre diversos individuos a lo largo de todo Reino Unido.

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Vista aérea del desastre de Aberfan

Antes del desastre contaba con unos pocos testimonios de esa «extraña oscuridad que cubría un pueblo», pero fue posteriormente cuando indagó más profundamente en el tema.  Disponía, en especial y antes de la catástrofe, del testimonio de la señora C. Milden de Plymouth,  quien veía claramente una escuela en un valle y varios niños aterrados viendo como una avalancha de carbón se les venía encima.

El desastre de Aberfan

Llegó el día. El inconveniente de los sueños premonitorios y de las visiones es que nunca disponen de gran concreción. Se intuye el desastre, el horror y esa carga emotiva, pero los detalles se pierden, se desdibujan; de ahí que nadie ofreciera una fecha en concreto sobre lo que iba a suceder en Aberfan.

21 de octubre de 1966. La avalancha de carbón cayó como una lengua gigantesca engulléndolo todo.  Eryl Mai Jones, la niña que primero tuvo los sueños premonitorios falleció en su escuela junto a 115 niños más. El desastre se cebó en especial con este colegio. Murieron 28 adultos, el resto, todo criaturas menores de edad. Lo asombroso de esta catástrofe es que mientras estaba sucediendo, varias personas a lo largo de Reino Unido se despertaron sobresaltadas en medio de imágenes terribles. Sybil Brown de Brighton, por ejemplo, soñó con un niño atrapado dentro de una cabina telefónica gritando, mientras otros pequeños eran atrapados por una masa negra de grandes dimensiones.

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Desastre de Aberfan

Otra mujer de Londres soñó que los muros de su casa se derrumbaban y que quedaba sepultada, mientras otra, veía en sus sueños la palabra «Aberfan». El nombre de ese pueblo donde, en el mismo momento en que los maestros empezaron a pasar lista en la escuela, una montaña de 200 metros de altura y formada por el carbón sobrante de las minas cercanas, se acercaba imparable debido a las lluvias. Fueron cerca de medio millón de toneladas de «masa negra» las que se tragaron este pequeño pueblo galés, sin que nadie pudiera hacer nada.

El mismo día, el psicólogo J. C. Barker quedó casi sin aliento al descubrir que varios de los testimonios que él había recogido, encajaban con dicha catástrofe. Así que, a pesar de ser ya demasiado tarde, decidió ahondar más en aquel fenómeno. Puso un anuncio en los periódicos, preguntando si había alguien que hubiera tenido sueños premonitorios en relación a lo acaecido en Aberfan. Y así fue, recibió varias respuestas, de las cuales sólo una parte le demostró, debido a detalles que no habían sido publicados en prensa, que fueron cientos de personas (si incluimos a los propios habitantes de Aberfan) los que tuvieron un claro presagio de la catástrofe que iba a suceder.

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Placa conmemorativa a los 116 niños fallecidos en el desastre de Aberfan

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