Se sabe que de los los 4.500 Amphicar que llegaron al mercado a lo largo de los años 60, a día de hoy quedan solo unos 1.000 coches. Son piezas únicas y exclusivas, adoradas criaturas de metal que sus dueños cuidan con esmero y numerosos mimos, porque el amphicar fue casi como el sueño de una noche de verano. Un proyecto fallido que, aunque curioso, nunca terminó de gustar al gran público.

Hoy en Supercurioso te proponemos viajar a los asombrosos años 60 para conocer un coche muy particular: podía ir por carreteras, cruzar lagos y permitirnos dar cálidos paseos por ríos, mares y estanques.

El Amphicar, el asombroso y efímero coche anfibio

Cuando empezó a publicitarse la llegada del Amphicar, se le describía como el coche más rápido de las carreteras y del mar. Ahora bien, su motor tenía una potencia de 43  CV (32 kW) y en carretera nunca solía ir más allá de los 110 km/h. En agua, un poco menos, unos 7 nudos. Aunque se sabe que muchas personas que adquirieron el amphicar, llegaron a cambiar su motor para darle más potencia y disfrutar así, de fabulosas excursiones por el mar en familia o en pareja.

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Este curiosísmo coche fue diseñado por Hanns Trippel y fabricado en Alemania Occidental por el Grupo Quant. La idea era popularizarlo en el mercado americano para obtener mejores ganancias, algo que lamentablemente, no se cumplió. Estábamos en 1961 y este primer modelo estaba basado en los clásicos vehículos anfibios del ejército, era, por así decirlo, el hijo menor de los siempre llamativos Schwimmwagen

Ese mismo año el Amphicar se presentó en la feria del automóvil de Nueva York, y causó sin duda una gran expectación. La empresa alemana quiso apostar fuerte, y empezó a construir a lo largo de cuatro años, unos 4.500 vehículos. Su forma no era muy aerodinámica, era menudo, compacto, bastante alto y con un sistema muy afinado a la hora de pasar de una superficie a otra: las ruedas se fijaban hacia dentro al entrar en agua, los parachoques delantero y trasero se incrustaban bajo en los paneles de la carrocería, hasta quedar perfectamente armonizados en el medio acuático como un barco más, aunque con menos potencia.

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La población, en general, se sentía atraída por el amphicar, pero el problema radicaba en que no se adaptaba precisamente bien en ninguno de los dos medios. Visualmente no resultaba atractivo en carretera, y los propietarios se quejaban de que los frenos fallaban y de que cada poco tiempo, debían llevarlo al taller. Las reparaciones, como eran de esperar eran costosas. Cuando pasaban del mar a la carretera el coche goteaba, los asientos quedaban a veces empapados y el chasis se degradaba rápidamente.

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El resultado fue claro y rotundo: si uno deseaba conducir con seguridad por carretera adquiría un coche normal. Y quien pudiera, quien gustaba de disfrutar de la navegación adquiría un barco o una pequeña lancha con la que disfrutar con mayor seguridad. El Amphicar quedó en el olvido, y la empresa, como es previsible, quebró. Como curiosidad cabe decir que a día de hoy queda un bonito amphicar en Disney World de Orlando, en Florida, donde los visitantes pueden dar divertidos paseos por un lago con los más pequeños.

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Si te atrae este coche y sientes curiosidad por saber lo que se siente conduciéndolo y experimentar ese paso de ir por suelo firme a pasar al medio acuático, debes saber que todos los años y a finales de julio se celebra una llamativa convención con esos Amphicar que conservan los coleccionistas.  Deberás acudir, eso sí al Grand Lake de St. Marys State Park, en Ohio, pero te aseguramos que la fiesta que se organiza y las actividades que se preparan alrededor de estos coches son espectaculares.

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