Hace poco en Supercurioso te hablamos del origen de los anteojos, un elemento muy usado hoy, pero que, sin embargo, hace relativamente poco que se empezó a usar en general. ¿Sabías que los calzones femeninos no fueron usados por las mujeres hasta el siglo XIX? Este es el tema que abordaremos en este artículo, la ropa interior femenina y de sus raíces.
Hablemos a calzón quitado
Así es, no fue sino hasta el siglo antepasado que las mujeres comenzaron a usar ropa interior como la conocemos hoy. No llevaban nada debajo de sus vestidos (y quizás por eso resultaba tan fácil “meterse bajo las faldas”), entre otras cosas, porque consideraban estas prendas propias de actrices y prostitutas, pero no de damas decentes.
En cambio los hombres ya llevaban protección, sus calzones eran ropas que se colocaban por fuera, calzones largos que sujetaban con un braguero marcando los genitales. Tal vez la vulnerabilidad de los órganos masculinos promovió el invento, mucho más antiguo, de la ropa interior masculina (celtas y germanos ya los usaban desde el remoto siglo VI).
También se conoce el taparrabos egipcio, primer vestigio del afán de proteger una zona tan delicada de las inclemencias del clima y que consistía, básicamente, en un trozo de tela triangular que se ataba a la cintura. Los primeros materiales para elaborarlos fueron el lino, el algodón y el cuero.
Pero la mujer es otra historia
En la antigüedad grecorromana, las mujeres usaban algunas prendas que podrían considerarse ropa íntima con fines estéticos o higiénicos. Utilizaban ciertas ropas de ciertas telas para resaltar sus cuerpos, valiéndose de ellas para seducir. En aquella época, también constituían un indicio de su nivel social y de su estado civil.
El zóster, sostén o corsé
Desde los remotos tiempos homéricos se dice que Afrodita le facilitó un ceñidor a Hera para reconquistar al esquivo Zeus. Este ceñidor, llamado zóster, estilizaba la figura y dejaba los senos al aire y sostenidos hacia arriba. Ante tal provocación erótica, Zeus cayó rendido, lo cual se reflejó en la popularidad de que gozó esta prenda entre las mujeres.
Las casadas usaban también otra prenda para sujetar el pecho (que es el antecesor de nuestro sostén), llamada apodesmo, y solía ser una tela de vivos colores y adornada con mucho esmero.
La transición histórica entre el desenfado antiguo, ansioso por mostrar las maravillas del cuerpo femenino, y el rigor ascético de los primeros fieles cristianos podría explicar en parte el aparente desinterés por colocarse ropas que no fuesen funcionales.
En la Edad Media hasta los médicos creían que lavar a menudo las zonas íntimas femeninas, o cubrirlas, era dañino, por lo que recomendaban “mantenerlas aireadas” para que su humedad natural no las pudriera. Obviamente las mantenían aireadas bajo las faldas.
Las mujeres solían vestir una especie de sayo de lino bajo los vestidos con el fin de no ensuciarlos, y pasaban con él hasta varias semanas, ¡sin cambiarlo!
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