Hoy en día, con las nuevas técnicas de fecundación, es frecuente que de vez en cuando se sucedan nacimientos múltiples. Es decir, alumbramientos donde unos padres se ven de pronto con cuatro o cinco niños que criar. Pero dado que lo que se busca ante todo es poder disfrutar de una familia esos hermanos de más siempre son bien recibidos.
No obstante, hace ochenta años, por ejemplo, no era algo tan común. De ahí que cuando en 1934 una mujer de Ontario daba a luz a cinco preciosas niñas, aquel evento se convirtiera en toda una proeza. En un fenómeno digno de ser televisado, comercializado… y tristemente explotado.
Esta es la historia de 5 niñas que no tuvieron una infancia fácil. Una historia curiosa que como siempre, te invitamos a descubrir con nosotros.
Las fotogénicas quintillizas Dionne, Ontario, Canadá
Eran muy pequeñas cuando vinieron al mundo. Casi como la palma de una mano. Pero a pesar de ello, muchos vieron en Émilie, Cécile, Yvonne, Annette y Marie Reine, un modo de hacerlas grandes. Tan grandes que podrían aportar millones a quienes tuvieran la oportunidad de explotarlas comercialmente.
Los padres de estas preciosas niñas eran Oliva Edouard y Elzire Dionne. Una pareja de agricultores que ya tenían en casa a cinco niños más. El más pequeño de solo 11 meses. Ninguno de los dos se esperaba que aquel parto les diera a cinco criaturas más, pero como era de esperar, la alegría para los padres fue notable.
Pero el primer ministro de Ontario, Mitchell Hepburn pensó que aquello no iba a salir bien. Es más, fue el propio médico de la madre, Allan Roy Dafoe, quien pensó que las niñas no se criarían bien en una casa con tantos niños. No recibirían las atenciones adecuadas, y, lo que era peor, dado que aquel nacimiento múltiple había causado tanta expectación en los periódicos lo más probable era que los padres acabaran explotándolas comercialmente.
¿Solución? las hermanas fueron apartadas de sus padres, les quitaron la custodia para ir directamente a las manos del propio doctor Dafoe, quien instaló a las niñas en una residencia destinada exclusivamente para las quintillizas. Pero, ¿sabes cómo era en realidad esa casa-hogar? Te daremos una pista: las niñas estaban en una habitación rodeada de cristales, a través de los cuales, cualquiera podía acercarse para observarlas. Para ver cómo dormían, las bañaban o las alimentaban… pero, eso sí, pagando una entrada previa.
Las quintillizas Dionne eran una máquina perfecta de hacer dinero. Sus primeros años de vida no se limitaron solo a permanecer detrás de unas vitrinas donde ser observadas, en absoluto. Viajaron por todo el país, incluso llegaron a Hollywood, donde comenzaron a protagonizar películas con sólo dos años. Se hicieron calendarios, se publicaron revistas, e incluso llegaron a conocer a la reina Isabel en 1939.
Pero, obviamente, los padres no se quedaron quietos. Buscaron apoyo legal en todo momento para recuperar a sus hijas. ¿Y lo consiguieron? Desde luego, pero cuando las niñas tenían ya 9 años. Puede que llegado este punto pienses que la vida de las niñas adquirió finalmente la calma que necesitaban, la estabilidad propia en todo necesitado contexto familiar, con los suyos, con su familia biológica.
Pues bien, no fue así. La maquinaria comercial que rodeaba a las niñas era demasiado poderosa como para detenerla, como para girar el rostro a esos cheques que recibían constantemente. Siguieron trabajando, haciendo anuncios, campañas… Se dice que sus padres pudieron llegar a ganar cerca de 500 millones de dólares canandienses de aquella época.
Pero las niñas crecieron y adquirieron la mayoría de edad. Era el momento en que por fin tenían voz y podían elegir. Y eligieron quedarse en silencio, apartarse de los focos, las cámaras y de toda mirada curiosa, optando por tener una vida normal lejos de sus padres. ¿Y cómo fue su vida desde entonces? Una de ellas eligió ser monja, pero falleció en su bañera tras una crisis epiléptica.
Otra falleció con poco más de 30 años por una trombosis. La vida, por así decirlo, llegó hasta ellas con su rumbo normal, como en todos nosotros. Unas murieron tempranamente y otras, dos de ellas, llegaron hasta los 80 años. Pero durante toda su existencia intentaron borrar de su memoria parte de esa infancia y esa juventud. Fueron, por así decirlo, vendidas y explotadas. También heridas y humilladas porque, tal y como un día llegaron a declarar, sufrieron graves abusos sexuales por parte de su padre.
Las quintillizas Dionne no tuvieron una vida fácil. Finalmente, en 1998, el gobierno decidió indemnizar con 4 millones de dólares a las hermanas que quedaban con vida. Puesto que ellas en ningún momento llegaron a tener acceso a todo aquel dinero que generaron por derechos de imagen.
Una triste historia a tener en cuenta, la de las quintillizas Dionne. Pero si te ha impresionado este artículo, conoce también el del multimillonario que se negó a pagar un rescate por su propio nieto.