Esta es una historia curiosa, pero de consecuencias fatales y dramáticas para su protagonista. Su nombre era Clement Vallandigham, un abogado y líder político de Ohío, que ejerció un notable papel durante la Guerra Civil Americana al liderar un llamativo movimiento «antibélico». Ensalzaba los valores de la democracia popular, no creía en la violencia, mantuvo una compleja amistad con el presidente Lincoln , y defendía los derechos de las personas fuera cual fuera su condición o raza.
Podríamos decir que era un buen hombre, o al menos, defendía todos esos valores que pretenden crear una sociedad de igualdad, respeto y donde la violencia, no fuera nunca un medio para solucionar conflictos.
Vallandigham, un político de principios
Clement Vallandigham fue una figura realmente polémica a lo largo de sus 50 años de vida. Como pacifista que era, jamás creyó en la necesidad de iniciar una guerra civil, de ahí que a pesar de su amistad con Lincoln, tuvieran sus enfrentamientos y discrepancias. Más aún, llegó un momento en que el propio Lincoln le recomendó dejar el país, si verdaderamente no comprendía sus principios y valores.
Lo llamaron durante mucho tiempo «el hombre sin patria». No creía en la fuerza militar y defendía por encima de todo la soberanía popular y el fin del uso de la violencia, de ahí que se alzara como un firme opositor a la guerra que llevó a ese devastador enfrentamiento entre el Norte y el Sur. Declaró abiertamente su desprecio por los Estados Unidos, lo que le llevó incluso a ser juzgado y expulsado del país, refugiándose durante varios años en Canadá.
Su último juicio
En 1871 Clement Vallandigham volvió activamente a la política de Ohío, su ciudad natal. Era el único medio con el que intentar promover esos cambios en los que soñaba, así que tampoco dudó en retomar su carrera como abogado para luchar contra el Ku Klux Klan, por ejemplo, o cualquier injusticia en la que pudiera defender sus principios y valores.
Fue en ese mismo año cuando defendió a un hombre llamado Thomas McGean. Un joven que tras una pelea en un bar, fue inculpado de matar a otro hombre por un disparo. Vallandingham llevó a cabo sus propias investigaciones y dedujo que la víctima había muerto, en realidad, por una fatal casualidad, al caer de rodillas e intentar desenfundar su pistola al mismo tiempo que se levantaba. Fue una reyerta común pasada por algo de alcohol, en la que la mala suerte se llevó a uno de los protagonistas.
Vallandingham pensó que un modo efectivo de demostrar ese incidente ante el jurado era «teatralizando» lo sucedido, es decir, actuando él como protagonista representando los últimos movimientos de la víctima. Para ello, cayó de rodillas ante todos en medio del juicio, para después, desenfundar el arma mientras se levantaba. Fue entonces cuando se le disparó la pistola, ésa que debía haber estado descargada.
Pero no lo estaba, y Clement Vallandigham recibió un balazo en su vejiga, tal y como la víctima del caso que se juzgaba. Lamentablemente, cuando fue intervenido de urgencia, los médicos no encontraron la bala en su vejiga, falleciendo unos días después por peritonitis. Su cliente fue exonerado y puesto en libertad.
Un incidente de lamentables consecuencias que se llevó la vida de una persona tan polémica, como valiosa para muchos.
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