Seguro que también tú has leído la famosa obra de Oscar Wilde, «El retrato de Dorian Gray». Pocos personajes literarios han sido tan reverenciados y admirados, pocos han representado esa imagen del Adonis de la belleza perfecta que exprime su vida al máximo, cayendo en la más pura corrupción, pero a su vez, proyectando esos pecados en otra dimensión «muy especial», en un lugar que queda oculto a ojos de la sociedad.
Se la puede considerar la obra cumbre de Oscar Wilde, pero lo que muchos no saben es que el personaje de Dorian, estuvo basado en alguien muy especial de su círculo personal: John Gray.
John Gray, el poeta, el amante y el sacerdote que murió por amor
John Gray era un joven excepcionalmente culto y atractivo. Dos dimensiones sin duda adorables para alguien del talante exquisito y original de Oscar Wilde. Para darte unas pequeñas pinceladas de cómo era este joven, te diremos que gracias a él se conoció en Inglaterra a los poetas simbolistas franceses. John Gray era un traductor reputado que nadaba a ambas orillas de la lírica y la traducción, ejecutando ambas artes con la misma eficacia. Además, era un funcionario de carrera con mucho éxito.
Oscar Wilde decía de él que tenía la fortuna de que su poesía, era aún más bella que su físico, de ahí que entre los círculos londinenses de artistas, el joven Gray fuera objeto de deseo por hombres y mujeres. Buen conversador, inteligente y atractivo, ensalzaba sin ninguna duda esa imagen que Wilde quería trasmitir en su novela de «El retrato de Dorian Gray». Sólo existía una diferencia: John era de origen humilde, pero con su habilidad, inteligencia y dotes particulares, había conseguido ir escalando posiciones en la sociedad londinense con gran eficacia.
Wilde, lo describía como «el adonis de marfil y hojas de rosa». Siempre tenía la apariencia de un inocente adolescente. No importaba los años que pasaran, John Gray parecía inmune a la madurez e incluso a los efectos de esa vida de ligerezas y ostentaciones en las que se solía mover. Se sabe, que estuvo muy unido a Oscar Wilde entre los años 1891 y 1893, pero después la cosa se enfrió cuando éste último inició una relación íntima con Lord Alfred Douglas.
Esta relación con el joven Lord Douglas se alzó como todo un escándalo, de hecho, mucho antes de que Oscar Wilde fuera condenado a la cárcel por «corrupción» e indecencia moral, la sociedad ya empezó a criticar y despreciar ese tipo de comportamientos. Fue tan intensa esta persecución y repudia hacia la homosexualidad, que John Gray se sintió muy impresionado y herido, buscando de inmediato el refugio en la religión como medio de escape y forma personal de penitencia.
Su forma de escribir, su lírica y literatura cambió a partir de entonces, se volvió más mística, más delicada, más ascética. No obstante, cuando Wilde entró ya a prisión, su vacío y temor fueron más grandes, y acabó dejando su trabajo para ordenarse sacerdote en Roma. Más tarde, ejerció como rector en Edimburgo. Se dice también que los años siempre lo trataron bien, que era un hombre de exquisita belleza, que no solo contó con la fiel admiración de Oscar Wilde, sino también con el que fue su verdadero amor: Marc André Raffalovich, otro poeta y defensor de la homosexualidad, que, para apoyar la opción que Gray había elegido, también se convirtió al catolicismo.
Estuvieron juntos bastantes años, construyendo incluso un templo entre los dos en Morningside, donde Gray ejercía como sacerdote. Raffalovich acabó falleciendo repentinamente en 1934. Y John Gray, ese Dorian Gray de gran belleza pero de buen corazón, murió 4 meses después roto de dolor por no poder soportar la muerte de su secreto compañero.
Una historia curiosa que bien merece formar parte de nuestro espacio. Y ahora dinos ¿Qué te parece la novela «El retrato de Dorian Gray»? ¿Eres un admirador de Oscar Wilde? Si te ha gustado este artículo conoce también a Mary Shelley y su oscura criatura.