Lo curioso de las lampreas es que si no fuera por su asombrosa, «canibalesca» y terrorífica boca, sería un animal marino más de rostro relativamente amable. No obstante, en el momento en que abre sus fauces para alimentarse, aparece la pesadilla y ese escalofrío casi instintivo que sentimos al verlas.
Alcanzan una longitud no muy exagerada, unos 100 cm, lo cual produce alivio, al igual que nos relaja pensar que se alimenta exclusivamente de animales marinos, y lo hace de un modo tan inquietante como eficaz: la boca le sirve de ventosa, así que se adhiere a sus víctimas a través de sus finísimos dientes córneos y va chupando la sangre a medida que con lengua afilada, va raspando también la carne.
Es voraz y tiene especial debilidad por la sangre de tiburones y salmones. Cuando se ve saciada, la víctima o bien queda muy debilitada, o fallece dejando como muestra del crimen ese círculo sanguinolento en el abdomen de los peces.
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Lampreas, algo más que unas inquietantes criaturas
Hay alguna que otra película de serie B con títulos como «El ataque de las lampreas asesinas», y si bien es cierto que como animal parasitario tiene un modo de alimentarse algo siniestro, no dejan de ser unos animales más de nuestros océanos, unas criaturas que aún pareciéndose mucho a las anguilas, no están emparentadas con ellas. Es curioso que su ciclo vital sea el de las especies eurihalinos, es decir, nacen en los ríos, y cuando llegan a ser adultos, se trasladan en un largo viaje hasta el mar, hábitat en el cual pueden desarrollarse por completo y alcanzar hasta los 100 cm de longitud.
No obstante, estudios recientes han descubierto que algunas lampreas han logrado desarrollarse por completo en medios fluviales sin necesidad de acudir al océano, así que no debes descuidarte si eres de los que tiene afición por nadar en los ríos. Puede que en alguna ocasión, sientas de pronto una horrible presión en la pierna y descubras una lamprea de unos 80 cm pegada a tu piel. Ahora bien ¿es verdad que las lampreas pueden atacar a las personas? La verdad es que no es frecuente. La auténtica realidad es que no somos nosotros quienes debemos temer a las lampreas, sino a la inversa. Puede que te sorprenda, pero cuando llega el mes de enero es muy habitual que tanto en Galicia como en Asturias se pesquen lampreas para cocinarlas en su sangre. Es un plato muy valorado.
Hay quien después de la temporada de su pesca desea conservarlas, y para ello, una vez la lamprea está limpia, se las sala y se ahuman. De este modo puede durar mucho más para preparar originales recetas con este pez vampírico y parasitario, pero muy codiciado en los cauces de los ríos españoles como el Guadiana, el Ebro el Guadalquivir, o las costas de Galicia y Asturias. ¿Sorprendido/a? Pues aún hay más, los romanos las tenían en muy alta estima culinaria, de hecho contamos con una referencia del propio Plinio que decía lo siguiente:
«Cayo Hirio prestó de su piscina, solamente para las cenas triunfales del César, seis mil lampreas, que no quiso vender ni cambiar por ninguna otra mercancía».
Como última curiosidad te diremos que este mismo año, en Alaska, «llovieron lampreas» del cielo. A principios de este mismo mes de junio varias personas quedaron aterrorizadas al ver cómo caía alguna lamprea desde la inmensidad, no obstante, los biólogos salieron de inmediato a apagar los rumores sobrenaturales tan del gusto de la prensa sensacionalista: Las gaviotas suelen cazarlas, pero las lampreas suelen poner siempre mucha resistencia, con lo cual, es frecuente que acaben cayendo al suelo en vista de que las aves no pueden comérselas. ¡Realmente curioso!
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