Dentro de la historia de Budapest, y en especial de Hungría, es bien conocido ese trágico episodio sucedido después de la Primera Guerra Mundial en el cual, una amarga sensación de pérdida, desolación y tristeza, empezó a ennegrecer el corazón de sus habitantes.

A mediados de los años 30 todas las autoridades médicas y políticas estaban muy preocupadas por el alto número de suicidios que cada día, se llevaban a cabo a lo largo de todo el país. Como siempre suele decirse en estos casos, basta con que uno se decida a quitarse la vida para que, al difundirse la noticia, acabe de convencer a quienes tenían ese mismo pensamiento.

Puede que ocurriera así o puede que no. El hecho es que nunca se entendió del todo qué factor o factores originaron tal tragedia; el culpar a la guerra era algo lógico, pero la gravedad era tan desesperada que en lugar de ahondar en las causas, todo Budapest puso sus medios para evitar las consecuencias: las pérdidas, los suicidios.

Acompáñanos en Supercurioso por un paseo por la historia algo triste pero digno de aparecer en nuestro espacio.

Budapest, de la ciudad de los suicidios a la ciudad de la alegría

Puede que te preguntes cómo lo hacían. De qué modo ejecutaban ese final como solución al dolor no soportado de la vida. La mayoría de aquellas personas elegían lanzarse al Danubio. Otros lo hacían a través de sustancias tóxicas, venenos que no siempre aseguraban una muerte rápida.

Quizá por ello, las autoridades adoptaron la rutina de patrullar con barcos el río mañana y noche, en busca de cuerpos y también con la idea de persuadir a todo aquel o aquella que estuviera al borde de los puentes, titubeando, pendiente aún de ese hilo de indecisión que les unía a la vida. También en las farmacias se prohibieron vender determinadas sustancias sino era por exclusiva recomendación médica. Así que dentro de las posibilidades que a nivel organizativo se tenía, se intentó detener un poco el índice de suicidios.

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Ahora bien… ¿tuvieron efecto todas estas estrategias? En absoluto. Quizá por ello surgió un peculiar movimiento encabezado por un polémico profesor y su compañero hipnotista. Eran el profesor «Jeno» y «Binczo».

Lo sabemos…Puede que te suene a broma, a sainete poco afortunado, pero en realidad, sus fines eran buenos:

-Pensaban que la gente, había perdido ya debido a la guerra la capacidad de empatizar con las cosas buenas, las cosas positivas y alegres.

-Las personas, según ellos, habían perdido a su vez la capacidad de reír, la emotividad por las cosas sencillas, sentimentales y positivas. Se había perdido la ilusión, y solo quedaba la indefensión.

-Lo que iniciaron estos dos profesionales de las emociones y la sonrisa, fue algo sencillo. Viajaban de ciudad en ciudad a lo largo de Hungría, haciendo pequeños espectáculos en los que se obligaba a las personas a «sonreír» a dibujar una sonrisa en su cara. Como ya sabes, los gestos en ocasiones tienen la facultad de evocar emociones, y ello es lo que buscaban.

-El resultado era bueno. Muchas personas empezaban sonriendo, pero al instante, aparecía el lloro, esas lágrimas que servían a la vez de desahogo emocional y de saludable liberación. Era un primer paso.

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Tras estas primeras iniciativas el gobierno implantó otras interesantes medidas:

  • Las calles se llenaron de circos y de payasos.
  • Las emisiones de radio se detenían cada cierto tiempo para contar chistes o anécdotas graciosas.
  • En los cines y teatros solo se veían obras cómicas, alegres y positivas.

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No obstante, los resultados no se veían a pie de calle, porque los suicidios seguían dándose. De hecho, fue muy famoso el caso de una joven que se quitó la vida justo el día de su boda. ¿Cómo explicar algo así? ¿Qué era lo que se escondía en realidad tras esta negatividad, este pesimismo?

La verdad es que nunca se comprendió del todo. Tras esto, empezaron a emerger muchos cursos, programas y actividades sociales para recordar a las personas qué era la sonrisa. Era común ver por las calles a personas con máscaras sonrientes o bufandas con risas tejidas. Sabemos que suena absurdo, pero el fin era sencillo: recordar esa emoción tan esencial en el ser humano, esa comunicación universal que es la sonrisa, la alegría…

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Puede que te preguntes cómo terminó todo este fenómeno, y si dichas iniciativas tuvieron éxito. Lamentamos decirte que no fue así, porque al poco, el mundo abrió el telón a la Segunda Guerra Mundial. Una vez más, se perdieron de nuevo los motivos para sonreír.