Algunas corrientes del misticismo oriental sugieren que el ser humano, con una debida preparación, podría eventualmente vivir sin comida y alimentarse de elementos como la luz del sol. A esto se llama ser autótrofo. Estas creencias contradicen el conocimiento científico actual, que separa a los seres vivos en dos grandes grupos: los que pueden tomar elementos como la luz y nutrientes del suelo, y convertirlo en alimento; y los que necesitan convertir a los de este primer grupo en alimento para poder vivir. En otras palabras: vegetales y animales.
Los vegetales deben su autonomía alimentaria a un proceso conocido como la fotosíntesis, que es la capacidad para convertir la materia inorgánica en orgánica gracias a la energía aportada por la luzde sol, que pasa de ser lumínica a química. Este delicado proceso lo realizan unos pequeños órganos de las células vegetales llamados cloroplastos, que también pueden encontrarse en algunas bacterias y microbios.
La babosa autótrofa
Desde los años 70 del siglo pasado los biólogos saben de la extraña conducta de una babosa verde y marina, conocida como babosa esmeralda, y científicamente como Elysia chlorotica, que al alimentarse de un alga verdiamarilla llamada Vaucheria litorea, toma sus cloroplastos y los utiliza para alimentarse del sol, con lo que puede pasar más tiempo sin tomar otros alimentos.
Durante décadas, el misterio en torno a cómo este animal podía apoderarse de los cloroplastos y usarlos en su provecho permaneció sin resolverse, hasta que un estudio reciente de la Universidad del Sur de Florida, codirigido por el profesor Sidney K. Pierce, ha develado parte del problema. Este profesor ha descubrierto y demostrado que la babosa, además de los cloroplastos, toma los genes de la planta que mantienen vivos y hacen funcionar los cloroplastos.
Los cloroplastos en las plantas suelen tener una vida breve, de pocos días, por lo que deben renovarse continuamente. La babosa esmeralda no puede renovarlos, pero sí mantener hasta nueve meses vivos los que toma del alga, algo sumamente sorprendente.
Además, al reproducirse, la babosa puede trasmitir estos genes a sus descendientes, que sólo necesitarán tomar los cloroplastos del alga.
Es el único caso conocido de transferencia de genes entre dos seres pluricelulares, y un paso en una futura terapia genética, que podría aplicarse en seres humanos.
Una vez más la naturaleza nos hace saber que los límites y las clasificaciones son herramientas creadas por el ser humano para conocer y comprender su entorno, mas no parte de la vida, que no cree en fronteras claramente definidas.
Si quieres conocer más sobre estos sorprendentes animales, lee sobre la extraña vida sexual de las babosas marinas.