Chatillon, es una pequeñísima localidad de Bélgica famosa por un curioso escenario: un cementerio de coches muy singular.
Aquí, la naturaleza ha tejido con dedos caprichosos y artesanos un lienzo donde el metal, las carrocerías, el hierro y las gomas de los viejos neumáticos, se entremezclan con frondosos helechos y las barbas de los líquenes ondeando aquí y allá en un aliento verde, somnoliento casi.
Es como si todos estos coches durmieran un sueño plácido, aguardando, esperando siempre a que sus antiguos propietarios vuelvan a ponerlos en marcha. A darles vida. No obstante, eso es algo que nunca sucederá.
Te explicamos por qué.
El cementerio de coches de Chantillon
Fíjate en las marcas de estos coches, en la linea de su formas, su estilo… Todos pertenecen a los años 40, justo en plena Segunda Guerra Mundial. Caminar por aquí, es todo un estímulo a la creatividad, un escenario donde todo escritor encontraría una estimulante inspiración, y donde cualquier amante de la fotografía, descubrirá sin duda infinitos rincones desde los que sacar increíbles imágenes.
Ahora bien… todo lugar abandonado cuenta una historia. ¿Cuál es entonces la de Chantillon? Para comprenderlo, hemos de ponernos en situación. En las localidades cercanas a Chantillon, se levantaron un par de bases militares para un gran número de soldados durante la Segunda Guerra Mundial. Era un lugar desde donde se dirigían muchas estrategias, se movilizaba la logística y en las cuales, se organizaba información y se tomaban decisiones.
El tema resulta algo curioso y hasta llamativo. Por la razón que fuera, muchos de estos soldados empezaron a comprar coches, muchos coches. Se desconoce si llegaron a algún tipo de acuerdo con estas firmas automovilísticas, el caso es que un mismo soldado pudo llegar a comprar entre dos y tres coches en estos tiempos de guerra. ¿Y qué ocurrió? Básicamente que terminó la guerra, y que llegó el momento de volver a casa.
El regreso se llevaba a cabo por mar. Grandes barcos donde se trasportaba material de guerra y a los soldados. Cada hombre podía llevarse sus enseres personales, pero nada que ocupara demasiado espacio. La idea era volver al hogar, para después, organizar la reclamación de los coches y llevarlos también a Estados Unidos vía marítima. Desde las bases militares se guardó durante un tiempo todos estos distinguidos automóviles, pero en vista de que debían hacerse remodelaciones, se decidió dejarlos de modo temporal en un bosque de Chantillon hasta que los soldados norteamericanos los reclamasen.
No obstante, nadie lo hizo. Ni un solo soldado reclamó su coche, o sus coches. ¿Por qué? No se sabe, se desconoce por completo. El resultado fue el que a día de hoy, podemos ver. Más de 500 coches abandonados, olvidados e integrados por completo en este bosque donde lo artificial, se ha entremezclado con lo natural. Donde lo material, baila ahora en colores, formas y disposición con la propia naturaleza.
Como puedes ver existe cierto misterio, cierto enigma sin explicación que ha suscitado siempre un gran interés. Ahora bien, hay quien dice que esta historia no puede ser del todo cierta, porque hay algún que otro vehículo que data de años posteriores a la Segunda Guerra Mundial. ¿Explicación? Este lugar no deja de ser un cementerio de coches, de ahí que cada poco tiempo, aparezca un inquilino más, un coche que va ampliando la linea de tiempo y «modernizando» el estilo de esta silenciosa reunión de coches tristes. De coches abandonados.
Y ahora dinos ¿te gustaría visitar el cementerio de coches de Chantillon? Si te gustan los lugares abandonados descubre estos 4 que seguramente, habitarías de inmediato.
*Actualización: El cementerio ha sido limpiado en 2010 y ya no se puede disfrutar de este curioso paisaje. ¡Una pena!