Es una cuestión que la humanidad se ha repetido una y otra vez, y una manera de averiguarlo es echar un vistazo más de cerca el comportamiento de los bebés.
¿Son seres humanos buenos o malos?
Durante miles de años, los filósofos han debatido si tenemos una buena naturaleza básica que es corrompida por la sociedad, o una mala naturaleza que es mantenida bajo control por la sociedad. La psicología ha descubierto algunas pruebas que podrían dar luz al viejo debate.
Una forma de preguntarnos acerca de nuestras características más fundamentales es mirar a los bebés. Las mentes de los bebés son un escaparate maravilloso para la naturaleza humana. Los bebés son seres humanos con el mínimo absoluto de influencia cultural. Nunca han ido a la escuela y no han leído ningún libro. Ni siquiera pueden controlar sus propias entrañas, y mucho menos hablan el idioma, por lo que sus mentes son lo más inocentes posibles.
Expresión corporal
El único problema es que la falta de lenguaje hace que sea difícil medir sus opiniones. Normalmente se pide a la gente que participe en experimentos, dándoles instrucciones o pidiéndoles que respondan a las preguntas, las cuales requieren conocimientos mínimos del idioma. Afortunadamente, no necesariamente hace falta hablar para revelar opiniones. Los bebés son capaces de demostrar qué cosas quieren o les gustan, o tienden a mirar más tiempo las cosas que les sorprenden.
Ingeniosos experimentos llevados a cabo en la Universidad de Yale en los EE.UU. utilizan estas medidas para examinar las mentes de los bebés. Sus resultados sugieren que incluso los seres humanos más jóvenes tienen sentido del bien y el mal, y, además, un instinto para preferir el bien sobre el mal.
¿Cómo podrían los experimentos demostrar esto?
Imagina que eres un bebé. Puesto que tienes poca capacidad de atención, el experimento será más corto y más divertido que la mayoría de los experimentos de psicología. Se usa básicamente una especie de espectáculo de marionetas; la etapa de una escena con una colina verde brillante, y los títeres formados por recortes pegados a un palo; un triángulo, un cuadrado y un círculo de colores brillantes.
Lo que sucede después es una obra corta, sobre como una de las formas trata de subir por la colina, luchando y cayendo hacia abajo de nuevo. A continuación, las otras dos formas se involucran, una ayudándola al escalar la colina empujando por detrás, y la segunda obstaculizando a la escaladora, empujando hacia atrás desde arriba.
Y algo psicológicamente increíble, sucede aquí. Todos los seres humanos son capaces de interpretar los acontecimientos de la obra como la hemos descrito. Los títeres son sólo formas. No hacen sonidos humanos ni muestran emociones humanas. Sólo se mueven, y sin embargo todo el mundo lee estos movimientos como un propósito, y la revelación de sus personajes. Se puede argumentar que esta capacidad, incluso en los bebés, muestra que es parte de nuestra naturaleza humana.
Grandes expectativas
Lo que sucede después nos dice más acerca de la naturaleza humana. Tras el espectáculo, a los niños se les da la opción de alcanzar una de las formas, ya sea la que obstaculizaba o la que ayudaba en el proceso de escalada, y resulta que son mucho más propensos a alcanzar al ayudante. Esto se puede explicar si se leen los acontecimientos de la serie en términos de motivaciones; las formas no sólo se mueven al azar, sino que mostraban al niño que la forma empujando hacia arriba «quiere» echar una mano y la forma empujando cuesta abajo «quiere» causar problemas.
La forma de dar sentido a este resultado es que los niños, con sus cerebros pre-culturales, tenían expectativas acerca de cómo la gente debería actuar. No sólo interpretaron el movimiento de las formas como el resultado de motivaciones, sino que además prefirieron ayudar a realizar las motivaciones antes que impedirlas.
Esto claro está, no resuelve el debate sobre la naturaleza humana. Pero como mínimo, sin embargo, muestra que la naturaleza de nuestras mentes se encuentra fuertemente unida al desarrollo de la capacidad de dar sentido al mundo en términos de motivaciones, y un instinto básico a preferir intenciones amistosas sobre las ‘malas’. Es sobre esta base que la moral adulta se construye.
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