Estar triste no es estar depresivo, este es un matiz que debemos dejar claro desde el inicio. Otro aspecto importante que deberíamos admitir es que la tristeza, es algo que nos atrapa a todos de vez en cuando, y que no nos gusta demostrar. ¿La razón? Para muchos, estar triste es aparentar cierta debilidad, un decaimiento que a ojos de los demás demuestra falta de carácter o tibieza.
No es cierto. Quien admite su tristeza y la reconoce es capaz de hacerle frente. Quien la esconde o la disimula con otros aspectos, a través de máscaras como la ironía e incluso la frustración, crea costras que le impedirán a avanzar con valentía.
La tristeza es un enemigo común que hay que saber gestionar. Aparece en ocasiones sin que entendamos muy bien por qué… ¿Cómo es que hoy me siento así si ayer tuve un día estupendo? Tal vez sea el clima, tal vez ese malestar psicológico puntual se deba a una mala alimentación, a estar bajo de defensas, puede ocurrir… O puede también que sin saber cómo ni por qué, hoy te de por recordar cosas del ayer. El cerebro es caprichoso, y nuestro estado de ánimo a veces sube y baja como si viviéramos en una noria.
¿Es esto malo? En absoluto. Sólo eres humano, una persona normal que como cualquier otra, debe hacer frente a sus tristezas cotidianas. Te damos 3 claves para conseguirlo.
Entiende que todo pasa… Y todo pasa por algo
No es que sea el destino, no es que tuviera que ocurrirte algo determinado porque lo marcara algún designio especial. En absoluto. Todo lo que nos ocurre cumple una función: aprender.
En ocasiones la tristeza nos abraza un día sin saber muy bien la razón. Tal vez a tu memoria hayan llegado algunos aspectos del ayer que aún no hemos aceptado del todo, que no hemos integrado. Puede ocurrir.
Por ello, debemos entender que en esta vida todo llega y todo pasa. De hecho, ningún dolor es eterno, al final, va doliendo un poco menos. Y aunque la memoria no olvida lo mejor es asumir y aceptar todo lo ocurrido, y después, «dejar ir» integrando el aprendizaje. A cada paso que des serás un poco más sabio y más prudente. Y aunque te visite la tristeza, ésta solo será una sombra que escampar diciéndote que ahora miras al futuro, y que quieres para tu mañana mil experiencias nuevas, mil felicidades.
La tristeza cotidiana te demanda un instante para ti mismo
No la evites, no escondas tus pensamientos disimulándolos con otras cosas. En ocasiones, cuando esa tristeza llama a nuestra ventana es por algo. Déjala entrar y ofrécele unos instantes para hablar con ella. Para hablar contigo.
- ¿Qué me pasa? ¿Siento tristeza o es rabia? ¿Estoy frustrado por algo?
- ¿Qué es lo que tengo en mi mente? Toda emoción puede traducirse en una palabra, así que utiliza si lo deseas un cuaderno para que te sea más fácil.
- Ahora piensa en lo siguiente: ¿Qué podría hacer hoy mismo para sentirme mejor? Escribe unas cuantas ideas y ponlas en práctica.
En ocasiones, evitar y disimular la tristeza cotidiana trae más consecuencias que otra cosa. Así pues, detente y afróntala.
La tristeza se vence con nuevas ilusiones: sal de la rutina
Hay veces que la tristeza no tiene explicación. Simplemente «decae el ánimo», no es necesario que a nuestra mente haya venido ese recuerdo del ayer, ese amor perdido, ese fracaso… A veces la tristeza viene y se instala con un desánimo infinito, como si un nubarrón se acomodara en nuestra mente.
¿Qué podemos hacer?
- Regálate el día entero para ti mismo (si puedes). Regálate un paseo, una visita a un amigo, una tarde de cine y café.
- Haz planes para un futuro cercano e ilusiónate: voy a ahorrar para hacer un viaje este verano, voy a arriesgarme y a decirle a esa persona que me gusta, voy a apuntarme a ese curso que me hace ilusión…
La tristeza cotidiana, a veces, se evapora con nuevos sueños que cumplir, y cuidándonos un poco más. Regalándonos felicidades sencillas que siempre se agradecen.
¿Lo ponemos en práctica? Si te ha gustado este artículo descubre también cómo ser más feliz y más libre cada día.