Aunque los poetas y escritores suelen ser asociados con gatos cuando se habla de sus mascotas, también son conocidas las amistades apasionadas que muchos de estos artistas han tenido con sus perros, hasta el punto de dedicarles poemas y epitafios, a veces algo extravagantes.
Mascotas en versos
Hay al menos dos casos emblemáticos en la literatura inglesa, casualmente ambos poetas y figuras claves del romanticismo: Elisabeth Barrett Browning y Lord Byron.
La poetisa (1806-1861) tuvo un cocker spaniel, Flush, que ha pasado a la literatura como protagonista de una novela de otra autora inglesa del siglo XX, Virginia Woolf, y que se llama precisamente Flush (1933).
Pero ésta no fue la primera incursión de este perro en la literatura, pues su dueña le dedicó un poema de veinte estrofas, donde agradece al “verdadero Pan, que por las bajas criaturas nos alza hasta las cumbres del amor”.
Por su parte, el escocés Lord Byron (1788-1824) tuvo varias mascotas, tanto perros como gatos, pero la mascota canina por la que suele ser recordado fue un gran labrador negro llamado Boatswain (“Contramaestre”), que lo acompañó en sus viajes. Se cuenta que una vez el perro cayó de un barco donde viajaban y al ver que el capitán se negaba a regresar por una mascota, Byron se lanzó al agua y logró salvarlo.
Cuando Boatswain enfermó de rabia Byron se mantuvo a su lado hasta su muerte. Lo enterró en las ruinas de una antigua capilla y le escribió un epitafio que desearía ganar más de un humano:
“Cerca de este lugar yacen los restos de quien poseía belleza sin vanidad, fuerza sin insolencia, coraje sin ferocidad y todas las virtudes del hombre sin sus vicios”.
Pío Baroja y Thor, Unamuno y Remo
Otra mascota que sufrió de rabia pero no corrió la misma suerte que Contramaestre fue Thor, una mascota del escritor español Pío Baroja (1872-1956) y que al manifestar signos de rabia hizo que el escritor tomase el arma de un guardia civil y terminase con su vida. Tenía un carácter fuerte este escritor de origen vasco, y es mejor recordado por ser amante de gatos.
Otro pensador y escritor español, contemporáneo de Baroja y amante de los perros fue don Miguel de Unamuno (1864-1936), que inmortalizó a Remo, su pastor alemán, en un hermoso y quizás algo extraño poema:
¿No es acaso mi Dios que al mirarme / desde lo hondo del alma de Remo / con la cruz de la carne me hostiga mi eterno deseo? / Cuando pone en mi pecho sus patas / y en mis ojos sus ojos el perro… / “¡Dios mío, Dios mío, por qué me has dejado!”, / clamó el Nazareno”.
El narrador y su perro, una galería fotográfica
La esposa del narrador norteamericano Kurt Vonnegut, Jill Krementz, fue autora de libros infantiles y una destacada fotógrafa de escritores norteamericanos. Krementz documentó el amor de los escritores norteamericanos por sus perros en una galería donde el nombre de los canes acompaña al de sus dueños literarios. Veamos algunos: Stephen King y Marlowe, E.L. Doctorow y Becky, John Cheever y Flora, Vonnegut y Pumpkin, y Ann Patchett y Rose, entre otros.
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