Solo con imaginarlo sentimos auténtica grima. Unas uñas arañando con fuerza la superficie de una pizarra…. ¿Hay alguien que pueda disfrutar con semejante sonido? En absoluto. Y ahí está lo curioso del asunto ¿Es quizá algo genético, algo propio de la evolución o del pasado de la raza humana? Casi- casi… No te preocupes, te explicamos a continuación a qué se debe esta reacción instintiva.
Sonidos desagradables que nos invitan a huir
La explicación a esta reacción universal que todos tenemos, se debe sencillamente a una respuesta que hemos heredado de nuestros ancestros más primitivos. Antes de que desarrolláramos la capacidad del lenguaje, los homínidos sabíamos como actuar ante determinadas señales que interpretábamos como de advertencia.
Este ejemplo lo podemos ver hoy en día en muchos tipos de primates. Cuando algo ocurre en las inmediaciones del escenario en el que viven y se desenvuelven, cuando llega por ejemplo un depredador o algo fuera de lo normal que rompe la calma, unos a otros empiezan a alzar gritos verdaderamente estridentes. En el reino animal, los sonidos de alta frecuencia, son señales de advertencia.
Del mismo modo, nosotros, también reaccionábamos con rapidez ante dicha señal de alarma que unos a otros nos podíamos dirigir con tal de advertir de un riesgo al resto del grupo. El sonido de las uñas pasando por la pizarra se corresponde pues a ese tipo de frecuencias que nos erizan, que nos molestan y que, sencillamente… nos invitan a huir.
No se trataría pues de un simple estímulo auditivo, en él está impresa también un determinado tipo de emociones: el miedo, el desagrado, la alarma, e incluso el dolor… una reacción con reminiscencias atávicas que seguimos sintiendo hoy en día como sumamente desagradables.
Los sonidos que menos soportamos
En un estudio publicado por la revista Journal of Neurosciencie, se hablaba de un trabajo realizado por varios científicos de la Universidad de Newcastle, al respecto de este tema. ¿Por qué determinados sonidos nos son tan desagradables? Según el Dr. Sukhbinder Kumar, existe una interacción entre la región del cerebro que procesa el sonido, la corteza auditiva y la amígdala. Esta última estructura es un órgano muy primitivo donde se almacenan, precisamente, esos miedos atávicos que hemos ido heredando de generación en generación evolutivamente.
En el estudio se detallaba también una lista de sonidos universalmente desagradables por todos, tipos de estridencias que seguramente habrás escuchado alguna vez y que te habrá obligado a esbozar en tu rostro una mueca de auténtica grima. Así que dinos ¿Cuál de ellos te produce más repulsión?
- El sonido de un cuchillo y un tenedor al frotarse contra un cristal.
- Los chirridos originados por las cuerdas de un violín cuando lo tocan con poca gracia y mal.
- Todo un clásico: El sonido de un micrófono cuando se acopla.
- El ruido que provocan las uñas al deslizarse por una pared. Seguro que ya tienes los pelos de punta…
- Terrible: Las arcadas de una persona mientras vomita.
- El llanto desconsolado de un bebé.
- Otro de los habituales: El sonido de las ruedas de un tren al intentar frenar sobre los raíles.
- Aterrador: Las cadenas oxidadas de un columpio.