Vas conversando por la calle con un amigo sobre algo que te interesa, escuchas un frenazo o ves algo que llama tu atención y cuando tratas de volver a la conversación no logras recordar de qué estabas hablando, olvidas lo que ibas a decir. Es probable que esta laguna la sientas como un fallo mental, pero podría tratarse más bien de lo contrario, de una adaptación evolutiva para garantizar tu supervivencia.
Olvidar lo que ibas a decir, ¿por qué ocurre?
Vas a salir corriendo de un ascensor y te detienes de golpe porque hay otra persona frente a la puerta, o vas camino al mercado, te detienes bruscamente por el paso de un vehículo, y luego no logras recordar a dónde ibas con tanta prisa. Aparentemente esto pasa porque tenemos una especie de frenado automático en nuestro cerebro, localizado en el núcleo subtalámico (en el cerebro medio), que en situaciones de emergencia se encarga de interrumpir cualquier acción que estemos realizando por haber surgido una situación nueva que quizás amerite un nuevo y más urgente plan de acción. El frenado es tan brusco que el cerebro tarda un poco en recordar qué estábamos haciendo antes, o con frecuencia lo olvida por completo. Este descubrimiento fue publicado en Nature Communications.
Recientemente un estudio coordinado por el neurocientífico Adam Aron, con la participación de investigadores de la Universidad de California y de la Universidad de Oxford, señaló que este sistema es el mismo que interrumpe nuestros pensamientos o nuestras conversaciones cuando el cerebro presta atención bruscamente a un estímulo externo.
Aron explicó:
“La idea radicalmente nueva es que así como el mecanismo de parada del cerebro está implicado en la detención de lo que estamos haciendo con nuestro cuerpo, también podría ser responsable de la interrupción y el borrado de nuestros pensamientos”.
¿Por qué se trataría de un mecanismo de supervivencia? Tendríamos que irnos varios miles de años atrás e imaginarnos en África, caminando por una sabana y explicando con un compañero la receta para preparar un caldo de avestruz, cuando escuchas un crujido que te hace perder la idea de lo que estabas contando, porque ahora todo tu cuerpo se concentra sólo en ese ruido, si fue hecho por tu compañero, o si están a punto de convertirse en parte de la receta del almuerzo de un león.
Este mecanismo de frenado hace que el cerebro borre todo y se concentre en la nueva situación, y es probable que los que no lo tenían no hayan sobrevivido, y es por eso que se considera una adaptación evolutiva.
Como curiosidad, el núcleo subtalámico, donde se encuentra este sistema de frenado, también parece estar involucrado con algunos de los síntomas del mal de Parkinson, y se han propuesto estudios para ver su posible vinculación con los trastornos de hiperactividad con déficit de atención. En ambos casos su manipulación con electrodos o sensores podría llevar a nuevos tratamientos.
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