Tal vez te sorprenda saber que en la India los transexuales son sagrados. Se les llama «Hijras» y son sencillamente personas tocadas por los dioses y sinónimo absoluto de la buena suerte. De ahí que sea muy habitual que se les invite a las bodas, a los nacimientos y a todo evento donde uno necesite suerte o gracia.
Resulta curioso y digno de tener en cuenta. Un país con tanta pobreza y riqueza cultural, se alza como uno de los rincones del planeta que más ensalzan la figura de los transexuales. Pero no nos equivoquemos, el convertirse en deidad no siempre es sinónimo de buena suerte para quien lo vive en propia piel.
Los transexuales y la buena suerte en la India
Para comprender la trascendencia de la transexualidad en la India, podemos hablar de dos ejemplos muy ilustrativos: Kanta y Sudha. Sus rostros angulosos y sus cuerpos atléticos nos indican ya que se tratan en realidad de dos Hijras transexuales bellamente adornados con collares, pendientes y vistosos trajes. Suelen asistir a muchas bodas, ahí donde los novios y los invitados acuden hasta ellos en busca de su bendición.
Kanta y Sudha son el ejemplo de hijras sagrados, y se ganan la vida de este modo: acuden a bodas, nacimientos, inauguraciones de viviendas y otras celebraciones a cambio de propinas. Otros, por ejemplo, se pasean por los vagones de los trenes en busca de algunas monedas solo por dejarse tocar y contagiar «su buena suerte natural».
Pero si hay un lugar verdaderamente especial para los Hijra, es el bello templo de Becharaji. Es ahí donde van cada día para venerar a su diosa: Bahuchara Mata. Se trata de una pequeña estatua dorada, una estilosa mujer que alza una espada, a la que veneran diariamente todos los transexuales hindúes. Es ella quien los envuelve con su protección y la magia sutil de su buena suerte.
Cuenta una curiosa leyenda india perteneciente a la tradición del «Mahabharata», que existió un hombre que entró a escondidas a este templo para vestirse de mujer en su interior. Tras salir del Becharaji, vivió un año entero bajo esta imagen y este velo femenino, pasándose a llamar Brihannala y a enseñar a bailar y a cantar a todo aquel que entrara en el templo. Se cuenta también que antes de su transformación escondió su flecha y su arco de guerrero en el árbol que hoy sigue estando en el patio del templo. Una bella historia que a los turistas que visitan ese templo singular de la India les encanta escuchar.
Los transexuales en la India llevan una vida dedicada en exclusiva a su fe a la diosa Mahuchara Mata, y al templo de Becharajai. Tal y como explican Kanta y Sudha, «Hemos consagrado nuestras vidas a la fe, y no imaginamos nuestra vida trabajando en una oficina, en el campo o siendo amas de casa en una familia». Tal vez lo conciben así, porque no pueden construir su existencia de otro modo.
Porque en realidad, aunque a simple vista parezca que son un grupo social favorecido y especial, hay que ver también la doble cara de su posición. Cuando una familia cree que alguno de sus hijos es un Hijra se le aparta del propio seno familiar y de la sociedad, para asociarlos al templo de Becharajai. Se cree que su virtud les aporta de una fuerza y bienaventuranza natural, pero lo que ha ocurrido hasta ahora es que con ello se les priva de educación, de integración en su comunidad e incluso de un trabajo. Son personas que viven de la caridad de aquellos que desean tenerlos cerca. De quienes desean tenerlos en sus bodas y bautizos y los premian con unas pocas monedas que apenas les da para subsistir. Afortunadamente, hace poco el Tribunal Supremo de la India dictó que era ya hora de proteger a esta comunidad y evitar así que estén tan alejados de la educación y de otras oportunidades sociales.
La transexualidad es pues una curiosa arma de doble filo en la India. Son considerados como entidades sagradas… pero a la vez apartados de la sociedad en sí, como figuras delicadas a las que arrinconar en una vitrina. En un templo.