En 1634, en el pueblo de Loudun ocurrió uno de los casos de endemoniadas más famosos de la historia. Las protagonistas fueron un grupo de monjas del convento de las ursulinas de la ciudad y el párroco de una de las iglesias de la misma Loudun, Urbain Grandier. ¿Histeria colectiva? ¿Posesión demoníaca? ¿Venganza? Juzga tu mismo lo ocurrido con las endemoniadas de Loudun.
Las endemoniadas de Loudun
Loudun es un pueblo de región de Poitou-Charentes, Francia. En el año 1617 el sacerdote Urbain Grandier llegó a la ciudad para ejercer como párroco de una de sus iglesias. Era un hombre culto, educado, de buena presencia y excelente orador que enamoró a muchas de sus feligresas. Como no se tomaba en serio sus votos de castidad estuvo implicado en varios asuntos amorosos, incluido el embarazo de la hija mayor del fiscal de la ciudad. Su prepotencia le granjeó otros enemigos, incluido el futuro cardenal Richelieu.
En 1626 se fundó en la ciudad un convento de monjas ursulinas. Eran 17 religiosas, y entre ellas destacaba la que al poco tiempo llegó a ser su superiora, Juana de los Ángeles. Esta mujer, perteneciente a la baja nobleza, sufría varios problemas físicos desde su infancia que habían perjudicado su desarrollo. Era menuda y contrahecha pero tenía un carácter intrigante y una fuerte determinación. La superiora quedó prendada de Urbain Grandier y quiso hacerlo su confesor, éste no aceptó y al parecer la religiosa se sintió ofendida por su rechazo. Eligió otro confesor para su convento: el padre Mignon, un conocido enemigo de Grandier.
El año 1632, Mignon fue informado por las monjas de que en el convento ocurrían sucesos extraños, fantasmas que atravesaban las paredes o entraban por las ventanas, ruidos como de cadenas, bolas negras que cruzaban las salas y en especial un oscuro hombre al que siempre veían de espaldas. Las monjas enloquecieron e incluso se negaron a comulgar. Mignon llamó a otro sacerdote que certificó que estaban poseídas por el diablo y necesitaban ser exorcizadas.
Las monjas durante los exorcismos entraban en trance y diversos demonios hablaban por ellas. Las mujeres chillaban, se convulsionaban, se quitaban la ropa e incluso hacían proposiciones sexuales a los canónigos allí reunidos. Los exorcismos dejaron de ser privados y pasaron a ser públicos, de manera que toda la comarca acudía a presenciarlos. En uno de ellos, la superiora, Juana de los Ángeles, dijo que habían sido endemoniadas por el padre Urbain Grandier, que había hecho llegar a los demonios al convento a través de unas rosas que había arrojado por encima de la tapia del convento.
Grandier se había buscado demasiados enemigos durante su carrera y a pesar de que algunos estamentos lo defendieron, en agosto de 1634 fue condenado a la hoguera por haber pactado con el diablo. Lo torturaron de manera extremadamente cruel durante horas y finalmente lo quemaron el 18 de agosto. Él, a pesar del sufrimiento, siempre proclamó su inocencia.
Tras la muerte de Grandier, las posesiones y exorcismos siguieron hasta 1637. La madre Juana de los Ángeles era la protagonista indiscutible, le salieron estigmas, protagonizó milagros y se convirtió en una figura tan popular que incluso fue llevada a Versalles para conocer a Richelieu y a la reina. Curiosamente, muchos de los participantes en la falsa condena de Grandier murieron al poco tiempo, como si el sacerdote hubiera lanzado una maldición sobre ellos para castigar su maldad.
Sobre este curioso suceso planea la idea de la venganza aprovechando la histeria de unas mujeres que, como las endemoniadas de Loudun, en la mayoría de los casos eran obligadas a recluirse en los conventos de por vida en contra de su voluntad. Si te ha interesado este artículo, quizá quieras conocer 2 casos de histeria colectiva en conventos de monjas.