Pocos mitos han resultado tan hipnóticos para pintores y escultores como el de «La Medusa». Se dice que era una mujer tan bella como un pecado, fascinante y tentadora. También peligrosa. Tal vez esta dualidad y el embrujo que causaba su mirada y su espesa mata de serpientes ondulando en su cabeza, se alzó por sí sola como una tentación irresistible para cualquier lienzo, para cualquier pieza de mármol con el que esculpir a la eterna Medusa.
La Medusa y el atractivo hipnótico de su mirada
Leonardo, Caravaggio, Bernini, Rubens, Klimt, Böcklin… Hombres de renombre dentro de las artes que no dudaron en llevarla desde la Antigüedad clásica hasta sus pinceles, hasta esos lienzos donde dejar asomar el mito, la belleza y el miedo de la Gorgona. Pero ¿Recuerdas quizá quién era este personaje?
Medusa era una de las tres hermanas gorgonas, hijas del dios marino Forcis. Era una chica mortal, exquisitamente bella y tentadora. Tanto… que Poseidón, el dios del mar, se obsesionó con ella y no cesó en su empeño por conquistarla, hasta que al final la asaltó por la fuerza en el templo de Atenea. Una violación cometida precisamente en el templo de una diosa pura y casta, una diosa que, en lugar de castigar a Poseidón por aquel acto cometido, desahogó su furia contra la víctima. Medusa simbolizaba todo lo contrario a ella: deseo, la carnalidad, y la voluptuosidad.
No dudó en castigarla, en convertirla en un monstruo. No tuvo bastante con convertir sus bellos cabellos en un nido de sibilinas serpientes, sino que además logró que ningún hombre volviera a mirarla jamás. Cualquiera que se cruzara con la mirada de Medusa quedaba petrificado de inmediato.
Pero aún así, la Gorgona seguía siendo hipnótica y sensual. Eran muchos los hombres que ansiaban verla, contemplarla, aunque sabían que ello, les valía perder la vida. Así pues, Atenea, viendo que su castigo no había conseguido lo que esperaba, envió al héroe Perseo para que acabara con ella. Para que la matara. Perseo era un hombre brillante e inteligente, y supo muy bien como evitar que la mirada de Medusa lo convirtiera en piedra.
Usó su escudo a modo de espejo para que Medusa se reflejara en él y, de este modo, poder vencerla cortándole la cabeza. Desde entonces, la bella y fascinante cabeza de Medusa fue la imagen del escudo de la casta y vengativa Atenea. Como puedes ver el mito encierra muchos matices, muchas riquezas de contrastes atractivos para el mundo del arte. La belleza con el peligro, el mal y la envidia, la voluptuosidad y la tragedia.
La Medusa fue un tema central en el Renacimiento y el Barroco: un símbolo del triunfo de la razón sobre los sentido, una figura muy atractiva para Caravaggio, por ejemplo. Más tarde, escultores como Bernini y Cellini, o incluso Rubens la utilizaron para dejarnos auténticos legados llenos de magia y belleza. En el siglo XIX fue también un tema habitual para artistas simbolistas y decadentistas como Gustav Klimt. Una mujer fatal a la que homenajear con mil matices, con mil formas, con mil trazos con los que seguir disfrutando del arte.
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