Durante la Segunda Guerra Mundial, muchas personas idearon maneras de luchar contra el nazismo. En Supercurioso hemos conocido a la enfermera Irena Sendler que salvó a más de 2.500 niños del gueto de Varsovia o al matrimonio Zabinski que utilizó el zoo para esconder judíos y salvarlos de una muerte segura. En esta ocasión nos hemos fijado en Rudolf Weigl, un parasitólogo polaco, que ideó una nueva manera de ayudar a sus compañeros perseguidos: piojos contra nazis.
Piojos contra nazis, la historia de Rudolf Weigl
Rudolf Weigl nació en 1883 en Moravia, entonces perteneciente al imperio Austro-Húngaro, en el seno de una familia germanófona. Huérfano a temprana edad su madre volvió a casarse con un profesor polaco. Weigl vivió y se formó en Polonia donde se le considera un gran patriota polaco.
Como biólogo se especializó en parasitología y en concreto en el estudio de los piojos de la ropa como transmisores del tifus. En este sentido obtuvo grandes logros consiguiendo una vacuna contra el tifus que demostró tener una gran efectividad. El tifus en aquella época era una enfermedad que mataba a miles de personas cada año. Para conseguir la vacuna había que cultivar la bacteria Ricketsia prowazekii y como no había manera de hacerlo en el laboratorio, Weigl inventó un sistema para cultivarla en el interior de los piojos. Con una aguja más fina que un capilar inyectaba la Ricketsia en el intestino del piojo haciéndola entrar por el ano del insecto. ¡Increíble! Después tenía que alimentar a los piojos con sangre humana y sacarles las tripas para pulverizarlas y conseguir la vacuna.
Cuando los nazis se adueñaron de Polonia, interesados por las investigaciones del profesor Weigl, lo mantuvieron en su puesto y le proporcionaron lo que necesitaba para sus experimentos. Weigl, que veía como sus compañeros de la universidad de origen judío eran deportados, ideó la manera de mantenerlos con vida. Los utilizó como alimentadores de piojos.
Weigl había ideado una especie de cinturones con varias cajitas en cuyo interior había un piojo. El artilugio se colocaba rodeando la pantorrilla de la persona que iba a alimentarlos. Los piojos sacaban su cabecita por un diminuto agujero y picaban a la víctima alimentándose de su sangre. No existía peligro de contagio ya que no es la picada lo que transmite el tifus, sino las heces del piojo que penetran en la herida cuando el sujeto se rasca. Weigl contrató como alimentadores de piojos a sus colegas judíos y los nazis lo aceptaron, ya que temían al tifus y no les importaba la vida de los anfitriones judíos. De esta manera en el Instituto Weigl se desarrolló una intensa labor académica en los años de la guerra, pues a los profesores el alimentar piojos únicamente les ocupaba una hora al día. Weigl salvó muchas vidas de judíos con este truco, sin contar los que sobrevivieron al tifus gracias a las vacunas que logró introducir en los guetos.
En el año 2003, a título póstumo, en Israel, se le concedió el título de Justo entre las Naciones.
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