Es posible que hayas escuchado aquel dicho que afirma que es mejor estar solo que mal acompañado, que probablemente sea cierto en determinadas condiciones sociales; pero estudios y testimonios sobre cómo afecta el aislamiento cuando se da por tiempos más o menos prolongados apuntan en otra dirección, una que quizás no quieras transitar.
¿Cómo afecta el aislamiento a nuestra mente? Es terrible
Una de las principales características de la especie humana es su conducta gregaria, que vive y se desarrolla apoyada en grupos sociales que van desde la familia y los amigos hasta las corporaciones y países. De algún modo, nuestra “normalidad” es una construcción social, y por eso es hasta natural que condiciones extremas o prolongadas de aislamiento puedan alterarte física y mentalmente, afectar tu mundo y aproximarte en algunos casos a la demencia. Veamos algunos ejemplos.
En los años 50 del siglo pasado se corrió el rumor de que chinos y coreanos estaban experimentando con prisioneros norteamericanos, lavándoles el cerebro y quebrándolos a través del aislamiento absoluto. El rumor no pudo confirmarse, pero estimuló a los estadounidenses y canadienses a realizar otros experimentos en casa. Militares y voluntarios fueron encerrados en celdas y completamente aislados de cualquier clase de estímulo exterior, y apenas 24 horas después se encontraron con que los sujetos experimentaban alucinaciones (visuales, auditivas y hasta de contacto físico), aumento de la tensión arterial, disminución en su capacidad cognitiva y, en algunos casos, hasta demencia temporal.
En 2008 un psicólogo clínico, Ian Robbins, en colaboración con la BBC, repitió estos experimentos en celdas insonorizadas que se encontraban en un búnker nuclear, y en la que participaron 6 voluntarios. El experimento duró 48 horas y en ese lapso los participantes sufrieron de ansiedad, paranoia y problemas al tratar de resolver sencillos ejercicios mentales. También alucinaron con conchas marinas, serpientes, cebras, automóviles y hasta con el sonido de aviones cazas.
Robbins piensa que el cerebro crea las alucinaciones ante la falta de estímulos, tratando de inventar una realidad que pueda sostener a la persona, aunque termine por ser alguna clase de fantasía.
Estas experiencias sobre cómo afecta el aislamiento tienen un valor especial más allá del ámbito experimental, si consideras que sólo en Estados Unidos, en 2014, había 25.000 prisioneros en condiciones de aislamiento.
Otras experiencias de aislamiento menos absolutas aunque igual de extremas, como las vividas por exploradores de cavernas, por navegantes solitarios o presos en solitario por largos períodos, agregan a los anteriores síntomas un incremento en la tensión arterial, estrés y proclividad a sufrir demencia o hasta Alzheimer.
Para algunos científicos la ansiedad asociada al aislamiento y otros síntomas físicos podrían ser un mecanismo del cuerpo para advertirte que estar solo es estar en peligro y que debes volver con tu grupo, y que hasta podría tratarse de un mecanismo pre humano.
El psicólogo Harry Harlow, de la Universidad de Wisconsin-Madison, quiso saber en la década de los 60 cómo afecta el aislamiento a los monos macacos Rhesus, privándolos de contacto con otros miembros de su especie desde el nacimiento hasta meses y años después. Con apenas meses de aislamiento los monos desarrollaban conductas perturbadas, y con años se volvían incapaces de interactuar socialmente. Conductas similares han podido observarse en niños rescatados de orfanatos inhumanos de Europa oriental, o que estuvieron varios años perdidos en la selva.
A no todos los humanos los afecta el aislamiento de la misma manera, algunos aprenden a usar la mente para combatir la soledad, ejercitándola de diversos modos (a través de la memoria, principalmente), o se crean amigos imaginarios, como los náufragos (¿recuerdas a Tom Hanks y a “Wilson”?) y los navegantes solitarios. Y están los que descubren en la soledad un camino de autoconocimiento o salvación, pero no son precisamente los humanos más comunes.
La verdad es que en condiciones extremas como las que hemos descrito, y después de ver cómo nos afecta el aislamiento, quizás haya que cambiar el dicho y afirmar que, después de todo, estar solo podría ser estar mal acompañado. ¿Qué piensas tú?
Te invitamos a leer estos terribles efectos de la soledad, y sobre los faquires, personas acostumbradas a estar aisladas.