Durante la primera mitad del siglo XX se sucedieron las tragedias marítimas. Unas ocurrieron en tiempos de paz y otras durante las dos guerras mundiales. La tragedia del Titánic eclipsó a las otras por su magnitud y la difusión que se hizo del suceso. Sin embargo, en otros desastres marítimos también se perdieron muchas vidas. Negligencia, impericia, infortunio o simplemente las fuerzas de la naturaleza, colaboraron en esos desastres, uno de ellos fue el hundimiento del vapor Príncipe de Asturias, el Titánic español.
El hundimiento del vapor Príncipe de Asturias, el Titánic español
La naviera española «Pinillos» perdió en tres años dos barcos transatlánticos. El vapor Príncipe de Asturias (1916) y el vapor Valvanera (1919). Conozcamos la historia del «Príncipe de Asturias».
El vapor «Príncipe de Asturias» partió de Barcelona con destino Buenos Aires, en el que sería su último viaje, el 17 de febrero de 1916 y su capitán era José Lotina Abrisqueta. Había sido construido en los astilleros de Kingston, Inglaterra, por la Russell Co. y fue botado en 1914. Junto con su gemelo el «Infanta Isabel» eran los mayores barcos mercantes de España en aquellos años. Se habían extremado las medidas de seguridad y también los lujos para los pasajeros de primera clase.
Aunque no se tiene una lista exacta de pasajeros y tripulación, se calcula que en el barco viajaban alrededor de 600 personas. La mayoría eran españoles y argentinos, aunque también viajaban estadounidenses, chilenos y peruanos. Varias famosas personalidades hacían en él el trayecto transoceánico. Transportaba, además de sacas de correo, 40.000 libras esterlinas en oro y un automóvil, un monumento a la República Argentina que la comunidad española de residentes en ese país regalaban con motivo del centenario de su independencia.
Al llegar la noche del sábado 4 de marzo, el capitán intentó aproximarse al puerto de Santos, en el litoral brasileño, pero debido a la adversa climatología no lo consiguió, y quedó a merced de ésta en una zona cercana a la costa. Arrastrado por las corrientes fuera de su ruta y sometido a una terrible tormenta y sin que la tripulación pudiera evitarlo, pasadas las 4 de la mañana del 5 de marzo de 1916 chocaron contra los arrecifes de Punta Pirabura y se abrió una enorme brecha en su casco. El agua entró a raudales en la sala de máquinas provocando una explosión que causó el hundimiento del vapor en menos de 10 minutos. El agua hirviendo inundó el barco matando a varias personas a la vez que la nave se escoraba a estribor y a proa, de manera que resultó imposible lanzar los botes salvavidas, excepto el número 1 que fue parcialmente arriado. Para agravar la situación, la explosión de las calderas cortó el suministro eléctrico y por este motivo el radiotelegrafista no pudo enviar ninguna señal de socorro. La tragedia había empezado poco antes de las 4’15 de la madrugada y sobre las 4’20, una última explosión hundió el barco definitivamente.
Entre 200 y 300 personas murieron al intentar ganar la costa, unas ahogadas en el mar embravecido y otras estrelladas contra las rocas. A estas hay que sumarles las que se hundieron con el vapor. Se calcula que murieron 457 personas en esta tragedia. Los que se salvaron, que fueron 143 (59 pasajeros y 84 miembros de la tripulación), fueron recogidos principalmente por el bodeguero Buenaventura Rosés, que consiguió refugiarse en un bote que había quedado a flote y junto con el timonel y el médico de a bordo rescataron, con riesgo de sus vidas, a cuantas personas pudieron, dejándolos en la cercana playa de «Pedras Duras».
A las 12 del mediodía el carguero francés Vega vio los restos del naufragio y pudo aún recoger a varios supervivientes, dando parte de la catástrofe. Cuando el día 6 de marzo llegó el primer barco que había recibido aviso para el rescate, ya sólo pudo rescatar del agua 6 cadáveres. Igual que el Titánic en su día, el Príncipe de Asturias iba equipado con los más modernos sistemas de seguridad: casco de doble capa, compartimientos estancos, tanques de lastre de agua, etc. A pesar de todo ello, la tragedia no pudo evitarse. El capitán, José Lotina Arisqueta, pereció en el hundimiento.
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