A lo largo de la historia se han tenido noticias de muchos asesinos en serie. En Supercurioso os hemos hablado de algunos de ellos como Henri Désiré Landrú, el Barba azul de París o El caritativo asesino que fabricaba salchichas con sus víctimas. En esta ocasión queremos acercarnos a George Joseph Smith, ya que su caso es importante porque fue uno de los primeros en los que se pudo añadir al delito la «premeditación» al poder demostrar la similitud entre delitos conexos. Acompáñanos a conocer el caso de las Novias del Asesino del Baño.
Las Novias del Asesino del Baño
George Joseph Smith nació en 1872 en Bethnal Green en Gran Bretaña. Su padre que era agente de seguros murió cuando él era muy pequeño. Se educó en la calle y fue enviado a un reformatorio a la edad de 9 años. Al dejar el centro, el robo y la estafa fueron su modo de vida.
Pronto descubrió, al igual que Henri Désiré Landrú, que estafar a mujeres y robarles los ahorros era una forma fácil de ganar dinero. A diferencia del francés que mataba a sus víctimas antes de contraer matrimonio con ellas, Smith se casaba con las mujeres. Cambiaba de nombre y volvía a casarse. Su primer matrimonio, el único válido, fue en 1898 con Caroline Beatrice Thornhill. Ella era empleada doméstica y robaba a sus patronos para él. Fueron detenidos, cumplieron condena y ella al salir de la cárcel emigró a Canadá. Se había casado con otra mujer en 1899 convirtiéndose en bígamo. A partir de ese momento, Smith fue bígamo múltiple. En 1908, Smith se casó con Florence Wilson, una viuda de Worthing a la que vació la cuenta de ahorros además de vender sus pertenencias en Candem. El 30 de julio de ese mismo año, en Bristol, se casó con Edith Peglar, ama de llaves. En octubre de 1909, se casó con Sarah Freeman. También contrajo nupcias con Bessie Munday y Alice Burnham y finalmente en septiembre de 1914, se casó con Alice Reid. A la mayoría de ellas las dejó en la ruina antes de desaparecer.
Si sólo hubiera sido eso, habría pasado a la historia como un estafador y un bígamo reincidente, pero no fue así. Al menos asesinó a tres mujeres siguiendo el mismo método. Las ahogó en el cuarto de baño. Todo se descubrió cuando el inspector Arthur Neil recibió una carta del propietario de una casa de huéspedes en la costa llamado Joseph Crossle. Éste escribía porque había detectado una curiosa similitud entre dos casos de muertes por ahogamiento. El primero, del que se habían hecho eco los periódicos, el de Margaret Elizabeth Lloyd que fue encontrada por su marido y la casera, ahogada en la bañera y el de Alice Smith, que falleció en su pensión en las mismas circunstancias.El inspector Neil descubrió que pocos días antes de morir ambas mujeres habían hecho testamento en favor de sus maridos y contratado una póliza de seguro.
El caso salió en la prensa y el jefe de policía de Herne Bay, un pueblecito balneario de la costa de Kent, notificó a Neil de que en su jurisdicción se había dado un caso similar. Enviada una foto de Smith fue reconocido por el médico que certificó la muerte de Beatrice Munday, casada con Henry Williams, que no era otro que el propio Smith. Lo curioso es que ninguna de las mujeres presentaba signos de violencia. Tras muchas pruebas en el departamento de policía, en el que se instalaron las bañeras en que habían muerto las mujeres, el patólogo forense Bernard Spilsbury descubrió como lo hizo el marido. Cuando ellas estaban en la bañera les levantaba los pies repentinamente lo que hacía que la cabeza se sumergiera. El agua que penetraba por la nariz y por la garganta les provocaba un colapso y perdían el sentido, ahogándose sin poder defenderse.
Fue condenado a pena de muerte y fue uno de los primeros casos en que se pudo alegar premeditación, al poder comparar diversos casos similares de los que era acusado el reo. Si te ha interesado la historia del asesino del baño, quizá quieras leer el post: La terrorífica historia del Chef que cocinó a su esposa.