El afán del hombre por el conocimiento no tiene límites. Y su curiosidad por el espacio exterior y todos los vastos misterios que se alzan más allá de nuestro pequeño planeta azul, parecía no tener fin en esa época de rivalidades entre Rusia y Estados Unidos.
Son muchas las desgracias acaecidas en el interior de pequeñas naves soviéticas o americanas, pérdidas humanas que se daban en ese afán por una carrera espacial que nos trajo grandes descubrimientos y nuevos caminos que recorrer. Muertes lamentables que encumbran hoy en día el altar de héroes de estado, pero también el de muertes misteriosas, como las de estos tres astronautas rusos que se despidieron de sus familias un 6 de junio de 1971, sin saber que jamás iban a regresar…
La Soyuz 11, un nuevo éxito para la carrera espacial soviética
Sus nombres eran Viktor Patsayev, Vladislav Vólkov y Gueorgui Dobrovolsk. Fueron los elegidos para realizar una tarea aparentemente sencilla pero muy relevante para el país. La Soyuz 11 quedó para siempre en los libros de historia por ser la primera misión tripulada que tenía como objetivo habitar una estación espacial.
Los 3 astronautas fueron despedidos como auténticos héroes, como jinetes espaciales cabalgando en su pequeña nave espacial un 6 de junio de 1971 rumbo a un nuevo éxito en la carrera espacial soviética. Y así fue. El 8 de junio nuestros cosmonautas iniciaron ya las primeras tareas en la estación espacia Salyut 1 orientando sus paneles hacia el sol. Algo tan sencillo que de inmediato, llegó a la prensa de todo el mundo.
Los siguientes días realizaron tareas simples de mantenimiento, mientras de vez en cuando, contactaban con ellos por televisión, recomendándoles que recordaran hacer algún ejercicio para paliar los efectos de la ingravidez. Algo que en realidad, no habían hecho en ningún momento durante su entrenamiento previo.
Los 3 astronautas estuvieron en la estación desde el 7 de junio hasta e 29 de ese mismo mes de junio de 1971, obteniendo así un nuevo récord de permanencia en el espacio. Pero llegado ese día, se decidió que era ya el momento de que los héroes volvieran a casa…
La sonrisa inexplicable de la muerte
Todo indicaba que el viaje de regreso avanzaba sin problema alguno. No tenían contacto con la Soyuz 11, pero era algo normal durante ese instante en que las naves atraviesan de nuevo la ionosfera. La base estaba tranquila y confiaba que, en solo unas horas el país entero celebrara un éxito más sin contratiempos.
Pero algo ocurrió. Algo erizó la piel de todos aquellos técnicos que corrieron a recibir la nave aterrizada ya en el suelo. ¿Por qué no se escuchaba ningún sonido? ¿Por qué ninguno de los tres astronautas se movía para ayudarles a abrir la escotilla? Y más aún…. ¿Por qué sonreían de aquel modo sin mover ni un solo músculo?
Estaban muertos. Los tres. En algún momento del viaje de retorno algo les había ocurrido sin que la base lo percibiera. El desastre estaba hecho. Ahora, era el momento de los análisis, de las hipótesis y del duelo.
Durante un tiempo se pensó que tal vez, la cabina había sufrido una descompresión repentina, pero las autopsias revelaron que no existía ningún tipo de hemorragia interna. ¿Cómo podía ser? No había trombosis, ni infartos… solo aquellas sonrisas. Aquellas siniestras sonrisas de felicidad.
Una de las explicaciones que se aportaron fue la de un médico turco, Gultekin Gaymec, quien recordó a las autoridades médicas y técnicas la terrible intensidad de las cargas eléctricas que existen en la atmósfera, y que suelen seguir unos ciclos muy pautados. Fue seguramente en el momento en que entraron a la ionosfera cuando sufrieron estas descargas, instante en que se elevó quizá en dosis mortales la alcalosis en la sangre y tejidos, originando así que el corazón se detuviera, provocando ese terrible rictus en los tres astronautas…
Desde entonces, y a raíz del desastre de la Soyuz 11, nuestras naves espaciales están mejor protegidas exteriormente para hacer frente a los efectos de los campos eléctricos y la actividad solar. Se desconoce a ciencia cierta que provocó la muerte de estos tres astronautas, puesto que no se llegó a un diagnóstico claro. Pero lo que sí podemos intuir es que, a pesar de morir con una sonrisa en sus rostros, no se fueron de este mundo con grata felicidad o complacencia…