Pocos edificios son tan especiales y emblemáticos en Nueva York, como el Empire State. Tras la trágica pérdida de las Torres Gemelas, este rascacielos situado en la intersección de la Quinta Avenida y West 34th, Street sigue en pie con orgullo y elegancia, indemne aún desde que se finalizó su construcción allá por 1931.
Y decimos «indemne» porque también él sufrió el impacto de un avión, de un bombardero que en 1945, a punto estuvo de convertirlo en un símbolo caído más en los oscuros reglones que redactan la historia de Estados Unidos. ¿Quieres saber qué hay detrás de esta curiosa historia?
¡Ni siquiera puedo ver el Empire State Building!
Durante casi cuarenta años, el Empire State fue el edifico más alto del mundo, hasta que en 1972 se finalizaron las obras de la primera torre del World Trade Center. Concretamente la torre Norte. Bien, como podemos intuir ya por propia experiencia, en tiempos de conflictos políticos y bélicos, es habitual que toda construcción emblemática corra cierto riesgo. ¿Cómo no fijarse entonces en el tentador Empire State Building en plena Segunda Guerra Mundial?
Fueron muchos los momentos en que se temieron algún tipo de ataque desde que el país decidió formar parte en el trascurso del conflicto. Pero la guerra en Europa ya casi se daba por finalizada ese 28 de julio de 1945, tiempo en que Japón, tampoco tardaría demasiado en rendirse… entonces ¿Cómo esperarse de pronto semejante ataque al Empire State Building?
Bueno, la verdad es que no fue realmente un ataque, sino una extraña broma del destino que le aguardaba a un distinguido hérore de guerra, esas cosas casuales que uno nunca puede esperarse y que suele esconder la fatalidad con sus artesanos y caprichosos hilos. El nombre del protagonista de esta historia era Bill Smith, un héroe de combate y teniente coronel que aquella mañana, pilotaba su precioso bombardero B-25, para cumplir una misión bien sencilla: no tenía más que dirigir el imponente bimotor desde Dakota del Sur hasta New Jersey.
Cuando Smith llevaba ya una hora de vuelo, recibió un mensaje desde el aeropuerto de Queens que le avisaba de una densa e inusual niebla. Era un riesgo. Todo Manhattan estaba cubierto, apenas se veía nada, así que le indicaron que lo mejor era aterrizar antes de llegar a la isla. ¿Y qué hizo nuestro teniente coronel? Pensó que lo mejor era simplemente descender unos 2000 metros para así divisar mejor lo que tenía ante él. ¿Y fue eso una buena táctica? En absoluto, cuando quiso darse cuenta estaba ya en la quinta avenida con la calle 42…
Se dice, que antes de iniciar una fatal maniobra para esquivar lo que tenía ante él, dijo a los controladores: «¡La niebla es muy espesa, ni siquiera puedo ver el Empire State!».
Lo tenía delante. Y el impacto, fue fatal.
¿Un ataque al Empire State Building?
En Supercurioso no nos gusta hacer suposiciones en falso pero eso es lo primero que pensó la población al ver un incendio en lo alto del Empire State. El cielo de Nueva York se teñía de intensas columnas de humo y muchos se temían ya que aquello, fuera un nuevo ataque similar al sufrido en Pearl Harbor. Nada sabían aún de ese B-25 y de Bill Smith, ese teniente coronel que estrelló su avión a 320 km/h destruyendo en el acto las plantas 78 y 79.
El combustible prendió la mecha a los pocos segundos alzando sus lenguas de fuego a otras plantas, mientras que uno de los motores caía por el hueco del ascensor hasta el sótano incendiando 7 paredes hasta caer a la calle 33. Pero y lo más importante ¿Cuántas pérdidas humanas hubieron? Afortunadamente el incidente no causó tantas muertes como se temió en un inicio, fueron 14 las víctimas y 26 heridos graves.
Como dato curioso relacionado con este accidente del Empire State, hemos de hablarte de una mujer, de una dama afortunada llamada Betty Lou Oliver. Ella cayó del hueco ascensor en el momento del impacto, una caída abismal a lo largo de 330 metros nada más y nada menos. A día de hoy, Betty Lou sigue ostentando el récord de la única persona que ha logrado sobrevivir a una caída de semejante altura. Como puedes ver, a pesar del desastre, siempre surgen los milagros.