¿Conoces la verdadera historia de Balto, el perro que se convirtió en héroe? Este post te cuenta qué fue lo que pasó y cómo la historia de este simpático husky siberiano saltó a la gran pantalla.
¿Recuerdas a Balto? ¡Fue real! La verdadera historia de Balto
En 1995 se estrenó la película animada Balto, sobre un perro marginado en un pueblito remoto de Alaska, Nome. Sólo tenía por amigos a un ganso de nieve, Boris, y dos torpes osos polares, Muk y Luk.
Un día, todos los niños del pueblo se enfermaron de difteria y el médico no tenía el medicamento necesario, por eso mandó a pedir un cargamento a Juneau, pero una tormenta invernal bloqueó los pasos aéreos y marítimos, haciendo el envío imposible. La ciudad decide enviar un equipo de perros de trineo a buscar la medicina, en una travesía de más de 900 km por tierra, y Balto no es escogido porque era un perro callejero.
El equipo logra conseguir el cargamento, pero durante el trayecto de vuelta el guía del trineo queda inconsciente. Balto, junto con sus amigos, decide ir al rescate, y luego de miles de peripecias y peligros, heroicamente regresa con el medicamento que salva la vida a todos los niños.
La verdadera historia de Balto tiene que ver con lo que se conoce como la “carrera del suero de Nome en 1925”. A comienzos de ese año, una epidemia de difteria amenazó la vida de los niños del pequeño pueblo de Alaska, para lo que se requería antitoxina diftérica.
Todos los hospitales de la zona la pidieron con carácter de urgencia, y las autoridades lograron ubicarla en Anchorage, a una distancia de más de 1.609 km. Los mares estaban congelados y una gran tormenta azotaba la región, por lo que diseñaron una estrategia de traslado: llevar la antitoxina en ferrocarril desde Anchorage hasta Nenana, y desde allí la recogería un equipo de trineo arrastrado por perros hasta Nome, recorriendo una distancia aproximada de 1.000 km.
En esta “carrera” participaron 20 mushers –o guías de trineo– y más de 100 perros, entre los que estaba Balto, que formaba parte del escuadrón B. En aquel peligrosísimo trayecto perdieron la vida varios seres humanos y muchos de los perros.
Al llegar a Nome, Balto se llevó la gloria porque, aunque no era un animal apto para ser líder, logró cumplir el cometido y guiar al resto del equipo. En su lugar, Togo, el perro que guió la mayor parte del recorrido, y la más peligrosa, quedó relegado.
Los medios de entonces ovacionaron a Balto, apareció en las portadas de periódicos y revistas, y al final de 1925, le erigieron una estatua en el Central Park de Nueva York con la inscripción: “Resistencia, Fidelidad, Inteligencia”.
En 1927 lo llevaron al zoológico de Cleveland y, junto a los otros perros de la “carrera del suero de Nome”, pasó allí sus últimos años. Murió en 1933, de 14 años.
La verdadera historia de Balto fue heroica, aunque un poco injusta. Faltó el reconocimiento a quienes guiaron el equipo y sobrevivieron y a los otros perros, como Togo, sin los que la misión habría fracasado.
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