Sea por un aroma agradable pero en exceso o por una peste horrible, todos hemos tenido que aguantar a otro ser humano que emitía un olor que era a duras penas resistible. En estos casos la persona parece no darse cuenta en absoluto del problema. Esta situación nos ha llevado a preguntarnos: ¿Por qué no podemos olernos a nosotros mismos?, y hemos descubierto que la ciencia tiene una respuesta.
No podemos olernos a nosotros mismos
Si en vez del sentido del olfato, habláramos del de la vista, podríamos decir que los humanos somo «ciegos» a nuestro propio olor. Este fenómeno, que nos ocurre a todos, está cimentado sobre un hecho conocido como «fatiga olfativa» o «adaptación olfativa». La fatiga olfativa es una cualidad de nuestro sentido del olfato y consiste en el hecho de que tras un cierto período de tiempo sometidos a un determinado olor, dejamos de percibirlo. Este hecho que puede ser positivo en muchas ocasiones, presenta también un peligro frente a sustancias peligrosas y es necesario tenerlo en cuenta para evitar accidentes. Sin darnos cuenta podríamos llegar a acostumbrarnos, por ejemplo, al olor del gas que lleva «mercaptanos» para que nos percibamos de su presencia y convertirse en indetectable para nosotros. La fatiga olfativa no tiene nada que ver con la «anosmia» que es la pérdida del sentido del olfato de manera permanente.
De los casi 1.000 genes olfativos, 350 aproximadamente son los encargados de «fabricar» los receptores olfativos. Cada receptor reaccionará ante un grupo determinado de moléculas con estructuras similares, detectando olores como el café, el tomate, el perfume, etc. Si algo despierta varios receptores a la vez, es percibido como un olor diferente. Estas posibles combinaciones originan que podamos notar muchísimos olores diferentes. ¿Cuántos? Antes se pensaba que entorno a los 10.000, pero actualmente, gracias a las investigaciones llevadas a cabo en la Universidad Rockefeller, se sabe que superan en mucho el billón de olores.
La fatiga olfativa se produce porque cuando detectamos un olor determinado, los receptores que están asociados a esa molécula concreta, ya no pueden ser estimulados de nuevo por otra similar y sólo percibirá los que son diferentes. Nuestro organismo se sirve de esta adaptación para no sobrecargar el sistema nervioso. De alguna manera, los olores que llevamos tiempo percibiendo se convierten en indetectables y para que esos receptores se activen de nuevo, necesitan un impacto que sirva como limpiador. En algunas perfumerías se utilizan granos de café ya que se cree que su olor actúa en ese sentido, pero los expertos afirman que una simple y profunda bocanada de aire fresco puede restablecer los receptores.
La fatiga olfativa es beneficiosa para nosotros ya que nos permite oler todo aquello que nos rodea sin que el aroma quede modificado continuamente por nuestro propio olor corporal. El inconveniente de la fatiga olfativa es que, si no somos capaces de percibir el olor que desprendemos nosotros mismos, quizá estemos molestando al resto de la gente y no lo sepamos.
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