El padre del psicoanálisis experimentó una gran contrariedad con Estados Unidos. En pleno goce de su juventud, a los 17 años, le arropó una enorme admiración por dicho país desde que descubrió los discursos de Abraham Lincoln sobre la libertad y la igualdad. El embeleso creció todavía más al llegar a sus manos una copia de la Declaración de la Independencia, leída por él como quien lee un poema que desentraña anhelos del alma.
Con todo esto llegó a contemplar la posibilidad de abandonar Austria, donde el antisemitismo se propagaba como arena al viento, para trasladarse a la tierra de las oportunidades. No obstante, años más tarde todas estas ideas serían cambiadas por rechazo, repulsión, hasta el punto de creer que esta nación era un error. Después del frenesí, Freud odiaba EE.UU. ¿Por qué?
Freud odiaba EE.UU. y lo consideraba un error ¿Por qué?
Esta montaña rusa de emociones comenzaría en 1908, cuando Freud recibió una carta del primer presidente de la Asociación Americana de Psicología de la prestigiosa Universidad Clark, en Worcester, Massachusetts, G. Stanley Hall. En la misiva le pedía que le concediera el honor de ofrecer una conferencia en la celebración del 20º aniversario de la institución, en 1909. Freud tomó la noticia con algarabía, se trataría de su primera visita a Estados Unidos, el lugar que ocupó sus sueños en la adolescencia.
A Carl Jung, su aprendiz, llegó a confesarle que la invitación le había emocionado más que cualquier otra cosa que le hubiera sucedido en los últimos años. El entusiasmo se engrandeció al saber que sería reconocido con un doctorado honorífico, el primero para el médico neurólogo de origen judío, acompañado de una buena suma de dinero.
El viaje a América, sin duda, le deparó un salto profesional que no había podido saborear en Viena como tanto ansiaba, pues el libro “La interpretación de los Sueños” había recibido cierta atención en Europa, sin embargo, no podía compararse con el éxito que había cosechado en los Estados Unidos, donde pudo contemplar con sus propios ojos cómo sus trabajos eran leídos a mayor escala y discutidos entre importantísimos círculos académicos.
En tres semanas de viaje notó todo aquello y se armó de optimismo por la aceptación de sus trabajos sobre el psicoanálisis, una teoría que a Europa le tomó un tiempo acoger. Dicho por el mismo Freud, «las conferencias americanas fueron la realización de un increíble ensueño: el psicoanálisis ya no era un producto del engaño, se había convertido en una parte valiosa de la realidad».
Sin embargo, Freud, además de los honores, se llevó a casa un pesado equipaje de motivos por los que quejarse de su travesía; la visión que tenía de América había muerto por completo. Ya no era la tierra prometida para Freud, la de las expresiones de libertad, ni aquella sociedad que parecía estar demasiado adelantada para la época.
Después de su tránsito por el país, EE.UU. se convirtió en el lugar en el que la comida era “preparada por salvajes”, y que por lo mismo, según el psicoanalista, su estómago se enfermó con lo que él mismo bautizó como “colitis americana”.
Freud odiaba EE.UU. no sólo por los alimentos poco saludables que consumían los americanos, sino además por su gente: eran demasiado informales para su gusto. A su juicio, carecían de modales. Le resultaba insoportable que desconocidos se dirigieran a él por su primer nombre (Sigmund), lo cual ocurría bastante a menudo debido a la camaradería americana.
De sus tantas anécdotas sobre el desencantamiento americano, Freud recordaba con desagrado una visita a las Cataratas del Niágara donde fue llamado “viejo” por un guía, lo tomó como una bofetada a su ego. Otra de sus quejas o preocupaciones durante el viaje, era la falta de baños públicos que empeoraban su problema de próstata.
Freud tampoco dormía bien en Estados Unidos. Angustiado, le confesó a Carl Jung que las mujeres estadounidenses invadían sus sueños y que no descansaba apropiadamente desde su llegada a Estados Unidos porque soñaba con prostitutas. Todo esto le avergonzaba, ya que era un hombre casado.
Después de esta experiencia, culpó a América de todos sus males, conservando durante toda su vida este repudio desmedido hacia Estados Unidos, la nación que le abrió las puertas y que tradujo todos sus ejemplares en inglés para extender sus conocimientos entre la sociedad americana. Ni siquiera la notoriedad que allí recibió en los años venideros fue suficiente para borrar el hecho de que Freud odiaba EE.UU., a un extremo de afirmar que le infligía un daño profundo a la civilización, por lo que le dijo a un amigo:
“Estados Unidos es Un error. Un error gigantesco.”
La sociedad puritana de su Austria natal rechazó algunas de sus postulaciones, como el de la existencia de una sexualidad infantil perversa polimorfa, en cambio América recibió estas teorías revolucionarías con mayor receptividad. Aún así, Freud odiaba EE.UU. ¿qué opinas de los motivos por los que el médico neurólogo cambió completamente su perspectiva hacia este país? ¡Cuéntanos!
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