Desaparecer por voluntad propia sin dejar rastro, ¿qué tan posible puede ser esto en el mundo interconectado que habitamos? Por increíble que parezca, Japón lo convierte en una realidad. Es más, desde la década de los 90, tres millones de Japoneses han hecho morir una vieja identidad para tomar otra. Esto, con el «permiso» de las autoridades de la exigente sociedad nipona, conocida por tener poca tolerancia al fracaso.
Conoce a continuación la historia de los “evaporados” de Japón.
Desde los 90, tres millones de Japoneses se han «evaporado» ¿por qué?
Japón posee una de las tasas de suicidios más elevadas del mundo, y aunque en los últimos años el gobierno ha logrado disminuir las cifras de personas que mueren bajo estas circunstancias, con campañas enfocadas a cambiar las actitudes de la cultura japonesa que hacen ver esta decisión como una acción moralmente responsable, el estigma del fracaso en el país del sol naciente posee raíces robustas, muy profundas.
Las mismas razones que motivan a millones de japoneses a cometer suicidio, por desempleo, las deudas u otros obstáculos propios de la vida que en los nipones generan una vergüenza especial, bastan para que anualmente, desde la década de los 90 con los estragos de las crisis financieras, alrededor de 100 mil personas se conviertan en “evaporados” o en johatsu, que en japonés se traduce en “desaparecidos”.
En otras latitudes quizá “desaparecer” no sea tan viable, en cambio los johatsu cuentan con el respaldo de los legisladores en Japón y forman parte del 2,5% de la población japonesa. Quien opta por convertirse en un “evaporado”, debe ofrecer razones de validez para que la ley le permita cambiarse de nombre, dirección y borrar cualquier rastro de su existencia anterior, con la promesa de que nadie dé con su paradero. Mueren y renacen para tener un nuevo comienzo.
Ni siquiera en estos casos los familiares son capaces de rastrear mediante movimientos bancarios u otros métodos de localización al “evaporado.” La administración nipona parece respetar francamente la entereza de estas personas de ser un johatsu. Tal es el resguardo, que sólo la policía tiene acceso a los datos personales de estos individuos, por si es necesario realizar una investigación criminal a futuro.
El reportaje «El desaparecido: la gente evaporada de Japón en historias y fotografías», que detalla lo investigado sobre este tema tabú, realizado por la periodista Lena Mauger y el fotógrafo Stéphane Remael, explica que incluso existen empresas de mudanzas que operan en horario nocturno, con el fin de proteger la recién adquirida identidad de aquellos dispuestos a abandonarlo todo para librarse a sí mismos o a familiares de un pasado eclipsado por problemas cotidianos, que por presiones culturales hacen que se sientan como “deshonrosos”.
¿A dónde son llevados los johatsu? Sus pertenencias suelen ser trasladadas a ciudades subterráneas o a barrios poco concurridos, como Kamagasaki, en Osaka, una barriada recóndita que no figura ni en el mapa. Pensarás, ¿qué mejor lugar para blindar la identidad de los johatsu que uno de estos sitios olvidados por el resto de la gente? Pues, si bien han servido para proteger la identidad de los “evaporados” perfectamente por años, no acostumbran a ser los refugios más seguros.
Por ejemplo, Kamagasaki ha sido durante décadas una madriguera peligrosa, habitada por mafiosos e indigentes que hacen vida con poca o nula supervisión de los cuerpos de seguridad.
¿Valdrá la pena desvanecerse para no hacer frente a la adversidad de otra manera? Para estos tres millones de Japoneses, vivir tras las sombras y pasar al olvido, es un precio que están dispuestos a pagar con tal de huir de las desgracias personales, por más que nada pueda suprimirlas de su recuerdo.
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