El país del sol naciente es una de las naciones más ricas y enigmáticas que hay sobre la tierra. Sus templos ancestrales, su gastronomía típica particular y su cultura resultan realmente fascinantes. Pero si profundizamos un poco más y llegamos a las leyendas que encierra la mitología japonesa, nos encontramos con una de las mejores facetas del país. El budismo y el sintoísmo son las principales doctrinas religiosas de las que se derivan las más variadas leyendas japonesas. Seres fantásticos, dioses inalcanzables, animales mágicos, árboles psicodélicos o espíritus juguetones pueden aparecer en ellas. Pero en Supercurioso nuestros mitos favoritos son aquellos que de una forma encantadora, buscan explicar las relaciones entre el hombre y su entorno natural. Hoy queremos contarte todo sobre la leyenda del Sol y la Luna. ¿Nos acompañas en este viaje? ¡Empecemos!
El origen de la leyenda del Sol y la Luna en la mitología japonesa
Para sumergirnos dentro de esta leyenda con conocimiento de causa, debemos entender a grandes rasgos cómo funcionaba la mitología del Japón. Los Kotoamatsukami fueron las primeras deidades surgidas en el momento de la creación del universo. Tras éstas vinieron las siete generaciones de dioses de la Era de los dioses. La última generación, la séptima, la formaron una pareja, un dios y una diosa llamados Izanagi no Mikoto e Izanami no Mikoto, cuyos nombres traducidos significan hombre impetuoso y mujer impetuosa. Ellos serían los encargados de la creación del archipiélago de Japón y además engendrarían en su matrimonio a otros dioses.
Pero la mala suerte tocaría las vidas de la pareja. Izanami murió en el parto de su último hijo, y su marido Izanagi, lleno de la ira de haber perdido a su mujer, mató a la criatura. Por su acción bajó al inframundo y después de intentar, sin resultados positivos, rescatar a su esposa, regresó a la tierra de los vivos. Necesitó una purificación y se acercó al agua para lavarse. Justo luego de aquella vivencia traumática y su baño en el río, se encontraría el punto de partida de la leyenda del Sol y la Luna, tal como se popularizó mucho después. Veamos lo que ocurrió.
¿En qué consiste la leyenda del Sol y la Luna?
Según cuenta el mito al respecto, Izanagi retornó al mundo de los vivos con la voluntad muy débil. Como pudo, llegó hasta la orilla del río, buscando purificar su cuerpo y su espíritu por los actos oscuros que recién había cometido. Se quitó la ropa y empezó a lavar su rostro, pero apenas pudo contener su sorpresa al darse cuenta de que de su propio cuerpo, específicamente de su rostro, surgían tres nuevos dioses. De su ojo izquierdo se formó Amaterasu, que es la encarnación del sol, del derecho Tsukuyomi, dios de la luna y de su nariz salió Susanoo, el dios de las tormentas. Entre ellos dividió el mundo: a Amaterasu le dio el cielo, a Tsukuyomi la noche y la Luna y a Susanoo le entregó los mares y las tormentas.
Ahora bien, la leyenda del Sol y la Luna ya plantea un nacimiento muy peculiar para estas deidades de la mitología japonesa. Pero lo que resulta aún más curioso es lo que pasó después. Nos hemos acostumbrado a ver a Amaterasu resplandecer y dominar al mundo durante el día, con la potente luz del sol. Tsukuyomi, el dios japonés de la noche, hace en cambio de la oscuridad y las estrellas su reino, brillando sobre el firmamento. Los dos astros jamás han de coincidir en el cielo, pero según cuentan las antiguas leyendas, esto no siempre fue así. Hubo una época en la que los hermanos eran capaces de compartir al firmamento. Entonces… ¿Qué pudo haber pasado entre ellos? ¿Qué clase de desencuentro puede haber ocurrido para que se separasen de forma tan definitiva?
¿Qué pasó entre Amaterasu y Tsukuyomi?
La leyenda del Sol y la Luna encuentra en la separación de los hermanos su punto más interesante. Cuenta la mitología japonesa que Amaterasu vivía en el cielo a sus anchas. Y que Tsukuyomi subía a verle a través de la escalera celestial, hasta que se quedó a vivir con ella. En una ocasión, la diosa del sol envió a su hermano a presentar honores a Uke Mochi, la diosa creadora de la flora, la fauna y todo aquello que sirva de alimento a los hombres. Tan agradada se sintió Uke Mochi con la visita, que preparó una gran fiesta en honor al dios de la Luna.
En medio de la celebración, empezó a expulsar platillos y alimentos exquisitos de su nariz y su boca. Pero lejos de sentirse halagado, el dios de la Luna sintió tal asco, repulsión y ofensa, que simplemente la mató. Al enterarse su hermana Amaterasu, se enardeció tanto por la reacción desmedida de su hermano, que prometió nunca más volver a verlo. Desde entonces, el dios de la Luna tuvo que partir a su propia morada, y el Sol y la Luna alternan su presencia en el cielo, sin jamás encontrarse.
Este trágico asesinato, según la mitología japonesa, fue muy beneficioso para los seres humanos, ya que Uke Mochi, una vez difunta no dejó de producir alimentos a destajo. De sus orejas brotó mijo, de sus ojos salió el arroz, de la nariz las judías secas, de su recto la soja, de sus genitales el trigo y de sus cejas los gusanos de seda. Todos estos elementos recogidos y cultivados representaban la vida y la riqueza para los hombres.
Otras curiosidades de Amaterasu y Tsukuyomi en la mitología japonesa
Si bien la leyenda del Sol y la Luna es la que más destaca la acción de estas deidades en la mitología japonesa, bien vale la pena profundizar en algunas otras de sus curiosidades. Por ejemplo, en lo que respecta a Amaterasu, la diosa del sol japonesa, se sabe que su nombre significa la gran diosa augusta que brilla en los cielos, y se cree además que todos los emperadores del Japón descienden de ella. Cuentan que era una mujer muy tranquila, que vivía rodeada de doncellas y gustaba de tejer diferentes telas y cultivar campos de arroz.
Por su parte, el dios japonés de la Luna, Tsukuyomi, gobernaba con libertad en el firmamento nocturno y las estrellas. Sin embargo, la separación con su hermana le obligó a perseguir siempre al sol y a ser expulsado del cielo diurno. El último de los hermanos en la mitología griega también merece una breve mención. Susanoo, el dios de las tormentas, la tierra y los mares, no estuvo satisfecho con la asignación a Amaterasu del dominio sobre el sol, por lo que no se limitó en desafiar a su hermana. En definitiva, tanto el dios de la Luna como el de los mares, terminaron en rencillas con la diosa del sol.
Y tu, ¿Conocías la leyenda del Sol y la Luna? ¿Sabías que estos hermanos pelearon gravemente, y es por eso que jamás se encuentran en el cielo? Sin duda que la mitología japonesa esta llena de historias alucinantes, que capturan la sorpresa de todos los amantes del conocimiento. Si quieres seguir aprendiendo sobre la cultura más ancestral del país nipón, no te pierdas esta selección de los dioses japoneses más importantes.