Dicen que la suya, era la sonrisa más contagiosa de Hollywood, pero también la más triste. Supo hacer soñar y arrancar cientos de carcajadas a millones de personas en todo el mundo gracias a sus películas, casi siempre producciones familiares con las que grandes y pequeños pasaban un buen rato. Se nos ha ido Robin Williams, este actor que con 63 años, ha puesto precipitadamente un «Fin» que ninguno de nosotros esperábamos.
Robin Williams, el Peter Pan de la sonrisa triste
Solía contar que su infancia no fue fácil. Hijo único incomprendido por sus padres, se valía a menudo de su imaginación y de personajes inventados para sobrevivir a la soledad y hacerla más divertida. Actuar era fácil para él, quizá lo mejor que sabía hacer… no importaba si eran papeles cómicos o dramáticos, su genial histrionismo le aportó grandes éxitos ya fuera metiéndose en la piel de un profesor chiflado en «Flubber», o como hombre trascendental para «El indomable Will Hunting», película que le aportó su único Óscar.
Era un maestro del humor, un payaso de raza que solía utilizar esta máscara para disimular sus tragedias personales. Esa depresión que nunca desapareció del todo, ese alcoholismo en el que cayó en más de una ocasión… No importaba, Robin Williams lo disimulaba bien. El fallecido actor Christopher Reeve (Superman) contó una vez que la primera persona que le logró arrancarle una sonrisa tras caer del caballo y quedarse parapléjico, fue, cómo no, Robin Williams. ¿Y cómo lo hizo? Muy fácilmente: se hizo pasar por un doctor ruso dispuesto a practicarle una colonoscopia.
Te sorprenderá saber además que antes de dedicarse de pleno a la actuación, empezó a estudiar Ciencias Políticas. Esa era un área que siempre le interesó y donde tenía voz propia e ideas claras. De ahí que no dudara nunca en comunicar abiertamente su opinión sobre la política del país, en especial bajo el mandato de Bush. Fue memorable por ejemplo el día en que organizó una rueda de prensa para presentar una de sus películas y dejar caer un gran comentario: «No sé qué hacemos buscando armas químicas en Irak cuando sería más fácil mirar en los albaranes del Pentágono».
Hombre de gran dialéctica, ingenio, imitador de sonidos, y apreciado por toda la comunidad de actores de Hollywood, combinaba en su rostro una mezcla de sensaciones que sólo los más observadores podían apreciar. Su sonrisa siempre era inmensa, refrescante y contagiosa, pero el mar de sus ojos azules suspendían en ocasiones el naufragio de una vida interior que no supo mantener a flote. Cuando no era el alcohol era la cocaína, esa que, según él: «Era la forma que tenía Dios de decirte que estás ganando demasiado dinero»
Una de las películas por la que siempre será recordado y la que le valió una nominación al Oscar, fue sin duda «El club de los poetas muertos». Marcó a toda una generación. Su papel de profesor heterodoxo, amante de la poesía y reivindicativo, aportó tanta sensibilidad y efectismo que son muchos los que han despedido al propio Robin Williams con las palabras «Oh, capitán, mi capitán».
Y qué decir de sus contribuciones al mundo Disney: le puso la voz al genio de Aladín, fue un Peter Pan amargado para Steven Spielber, un papel con el que según él mismo explicó, disfrutó en especial al verse tan identificado. Y qué decir de la genial y estrambótica Señora Doubfire, que le aportó un merecido Globo de Oro, o su papel en Jumanji… imprescindible para todo niño o todo adulto que desee por un instante, dejarse llevar por los sueños y las aventuras.
Robin Williams se ha marchado sin decir adiós, nadie lo esperaba. Y aunque se hable de la sombra del suicidio aún no es seguro ni prudente darlo por sentado, solo se sabe que llevaba bien su rehabilitación con el alcohol y que luchaba por salir de una depresión que proyectaba sobre él una sombra al parecer, demasiado larga.
Tenía tres hijos a los que adoraba y disfrutaba de un matrimonio reciente con Susan Schneider con el que parecía encontrar cierto equilibrio en su vida. Nos quedará el recuerdo de su sonrisa y su mirada de enigmática tristeza. Nos quedará su Peter Pan y esas frases geniales en «El club de los poetas muertos»:
El día de hoy no se volverá a repetir. Vive intensamente cada instante, lo que no significa alocadamente; sino mimando cada situación, escuchando a cada compañero, intentando realizar cada sueño positivo, buscando el éxito del otro; y examinándote de la asignatura fundamental: el amor. Para que un día no lamentes haber malgastado egoistamente tu capacidad de amar y dar vida.
¿Sabes por cierto que muchos de sus diálogos en las películas eran improvisados? Te dejamos con unas curiosidades más sobre el gran Robin Williams:
- Le encantaban los juegos de la saga The Legend of Zelda, de ahí que llamara a su hija Zelda Rae.
- Era un fanático de la Fundación, de Isaac Asimov. Lo consideraba como uno de los mejores libros de todos los tiempos.
- Su libro favorito de la infancia era Las Crónicas de Narnia: El león, La bruya y El ropero.
- Robin Williams solía llamar a Steven Spielberg mientras éste rodaba «La lista de Schindler» para levantarle el ánimo. Sabía que la película fue una experiencia emocionalmente intensa para el director, al tener que confrontar aspectos de su infancia como el antisemitismo que presenció en aquellos años de la vida.
- La película que más le costó hacer fue «Más allá de los sueños». Según él mismo “Cada día era un infierno, gracias al tema en cuestión. Tener que lidiar con la muerte y estar en el infierno, literalmente hablando. Cuando vi el final de la película, sentí que era extraordinariamente hermosa pero me sentí decepcionado. Había un final diferente al que se rodó que yo sentía que era más real para la historia. y no me terminó de gustar».
- Su papel favorito, a parte de Peter Pan fue el de Oliver Sachs en «Despertares». ue dónde me empecé a interesar por ese tipo de temas psicológicos”.
- Si pudiera ser un animal, dijo una vez, sería “Un delfín. Por sus habilidades, su inteligencia, su sexualidad y lo sociales que son”.
- Era un ávido ciclista en sus ratos libres. “Me encanta montar bicicleta. Es meditación móvil”.