Andrés Laguna, no era un médico cualquiera, era un hombre del renacimiento con conocimientos en múltiples campos, empeñado en mejorar la salud, la vida y la política de toda Europa. Olvidado por la historia, si mereció ser citado por Cervantes en «El Quijote». Este infatigable galeno fue Andrés Laguna, el médico que intentó salvar a una bruja de la hoguera.
Andrés Laguna, el médico que intentó salvar a una bruja de la hoguera
Andrés Laguna nació en 1499 en Segovia. Era hijo de judíos conversos, siendo su padre un conocido médico de la ciudad. Sufrió bajo las leyes de la inquisición que le impidieron estudiar medicina ya que no tenía la «limpieza de sangre» que se exigía para esos estudios. Laguna, empeñado en ser médico, marchó a París donde consiguió formarse como tal. Hombre de una gran inteligencia y entrega, no daba nada por sentado y utilizaba siempre que podía el método empírico, experimentaba todo lo que podía y rechazaba los elementos mágicos y muchas veces absurdos de la práctica médica.
Viajó por toda Europa sirviendo a papas y reyes. Se le recuerda especialmente por haber hecho una traducción comentada, corregida y ampliada del «Dioscórides», un manual del médico griego del siglo I Pedacio Dioscórides y por ser citado por Cervantes en «El Quijote» (capítulo XVIII).
«Tomara yo ahora más aína un cuartal de pan o una hogaza y dos cabezas de sardinas arenques, que cuantas yerbas describe Dioscórides, aunque fuera el ilustrado por el doctor Laguna»
Pues bien, este insigne galeno, quizá por ser hijo de conversos y haber vivido en España durante la época más cruda de la Inquisición, dirigida por Torquemada, salió en defensa de una bruja durante su estancia en Metz (Francia, antigua capital de La Lorena).
Laguna residió en Metz entre los años 1540 y 1545 ya que, debido a su fama, había sido contratado como médico de la ciudad. Estando allí fue detenido un matrimonio de ancianos acusado de haber querido acabar con la vida del Duque de Lorena, causándole una grave enfermedad por medio de brujería. Laguna, que era el médico oficial del Duque afirmó que eso no tenía fundamento alguno e inició una investigación para librar a la pareja de la acusación.
Se trasladó a la casa de los acusados y encontró un recipiente con un ungüento verde de fuerte olor. Los supuestos brujos se untaban con esa pasta que por el tufo parecía contener cicuta, solano, beleño y mandrágora. Laguna, profundo conocedor de la botánica, probó la pasta con una paciente suya que padecía de insomnio y consiguió que la mujer durmiera 36 horas seguidas y al despertar, ésta afirmó haber tenido alucinaciones y haber soñado cosas completamente disparatadas. Ante el tribunal que juzgaba a la bruja, intentó demostrar con este caso la relación entre las hierbas y las alucinaciones y, por tanto, evidenciar que lo que decía la pareja que le habían hecho al Duque eran imaginaciones. Laguna estaba convencido de que había un vínculo estrecho entre las acusaciones de brujería y las plantas alucinógenas que muchas veces consumían o utilizaban las supuestas brujas.
El tribunal no le hizo caso y quemó a la mujer por bruja. El marido murió en prisión y el Duque falleció al poco tiempo. Laguna, hastiado, abandonó Metz y siguió su periplo por las cortes europeas. El médico es recordado también por ser uno de los primeros europeístas de la historia. Abogó en su obra «Discurso de Europa. La que a sí misma se atormenta» por una Europa unida y sin guerras que olvidase sus diferencias religiosas e ideológicas.
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