A esta corbeta de la Royal Navy que cruzó varios mares a lo largo del siglo XIX, lo bautizaron con el nombre de HMS Eurydice. Tal vez fue algo profético. Aquella ninfa de Tracia que encontró la muerte de forma trágica, simboliza esa pérdida lamentable y ese descenso al otro mundo, donde ni tan solo su amado, Orfeo, fue capaz de hacerla salir de esas tinieblas subterráneas.
El final del HMS Eurydice fue traumático e impactante para la sociedad británica de la época. Ahora bien, tras el desastre, se levantó también la bruma sutil de ese misterio que suele envolver en ocasiones a muchos navíos míticos. Y esta bella corbeta con toda su tripulación fue muestra de ello.
No dudes en acompañarnos en este viaje tan especial.
El Euridyce, un barco con historia
Hay barcos especiales y muy queridos. Y el Euridyce lo era. Fueron casi 30 años dando fiel servicio, amparando a sus tripulantes, dotando de experiencia a jóvenes marinos y sirviendo de referencia a otras corbetas de la Royal Navy.
El Eurídyce era un barco muy rápido y diseñado en exclusiva para navegar por aguas de todo el mundo. De ahí, que sus rutas eran casi siempre las comprendidas ente América del Norte y las Antillas entre 1843 y 1846. Más tarde se ocupó de los trayectos comprendidos entre África del Sur y Reino Unido. Después de 20 años de servicio para la marina, El Eurídyce se convirtió en un buque escuela. A partir del 1877, se instaló de forma definitiva en Portsmouth para ser una nave de entrenamiento. Fue una vida de triunfos y grandes servicios.
El día de la tragedia, y por razones que se desconocen, se decidió dar una nueva oportunidad al Euridyce para que recordara sus días de grandeza cuando era capaz de cruzar grandes océanos. Bajo el mando del capitán Marcus Augusto Stanley Hare, el Eurydice zarpó un 13 de noviembre de 1877 para dar una formación de 3 meses a jóvenes marineros, que partieron desde Portsmouth rumbo a las Indias Occidentales, y después, a las Bermudas.
Solo dos personas volverían con vida, de las 319 que se embarcaron en aquella fatídica aventura.
El trayecto de ida fue tranquilo. No obstante, las sombra de la muerte empezó a alargar su mano a partir del 6 de marzo de 1878, al iniciar el viaje de regreso desde Bermudas hacia Portsmouth. A travesaron el Altlántico, pero al llegar a la altura de la Isla de Wight, una tormenta de nieve los dejó cercados con gran inclemencia. El viento era tan violento y el mar tan embravecido, que el Euridyce, con más de 30 años de experiencias, terminó dándose la vuelta y hundiéndose, como las criaturas que se dan por vencidas.
Se sabe, gracias a los dos supervivientes, que nadie murió con el hundimiento del barco, todos pudieron agarrarse a los restos del navío. Ahora bien, la temperatura del agua era como un manto de cuchillos afilados, tan fríos, crueles y mortales, que se los iba llevando uno por uno hacia ese abismo negro del océano.
Se dice, que el Capitán Hare, un cristiano devoto, los bendijo a todos antes de que desaparecieran bajo las aguas. Como curiosidad te diremos también que el propio Winston Churchill, que vivía en Ventnor con su familia en aquel momento, vivió con especial intensidad aquel desastre viendo cómo enviaban barcos de rescate para poder salvar algún hombre del Euridyce.
Murieron 317 personas. A día de hoy la campana del barco se conserva en la Iglesia de San Pablo, en Gatten, Shanklin. Ahora bien… ¿terminó aquí y para siempre la historia del Eurídyce? En absoluto. Dicen de él que era un barco con carácter, a él le dedicaron múltiples poemas, lienzos y relatos… Y más aún, junto a él, yacían demasiadas almas, almas jóvenes que abandonaron este mundo de forma precipitada y dramática.
A decir verdad, el Euridyce es uno de los barcos fantasma más comunes en las aguas del Reino Unido. A lo largo del siglo XX son muchos los barcos que se han encontrado con él, e incluso el propio príncipe Edward tuvo una experiencia singular con el Eurydice el 17 de octubre de 1998. Durante una visita en la Isla de Wight, él y otros testigos vieron una nave antigua con 3 mástiles que relacionaron de inmediato con el famoso barco. Pasó ante ellos sin más, como una sombra de tristeza, como un aliento de dolor que el mar deja escapar de vez en cuando.
Tal y como aparece… desaparece.
Y por si esto no fuera poco, tenemos el singular incidente con un submarino real. Según el Comandante F. Lipscomb, tuvo que iniciar una acción evasiva para evitar chocar con el Eurídyce. Fue un encuentro de solo unos minutos. Increíble.
Recuerda, si te ha gustado esta historia te invitamos a descubrir también el misterio del mar de los Sargazos. ¡Terrorífico!