Decía el historiador Juan Pablo Mártir, en una de las más célebres frases sobre España, que «Los españoles son ejemplo que no parece excepción, pues siendo generalmente de estatura pequeña, la grandeza del corazón es tan grande que les da aliento, de forma que con su propio valor se han hecho dueños del mundo». Es justo el caso de uno de estos hombres que han forjado las épocas, el que te queremos presentar hoy en Supercurioso. Y es que los siglos han estado llenos de grandes héroes, como también de grandes traidores. Pero para la Madre Patria, la historia de Blas de Lezo merece una importancia superior a la que se le ha dado. Los pueblos no pocas veces se olvidan de sus verdaderos héroes. Justo por eso queremos hacer un reconocimiento a esta figura, contándote quién fue Blas de Lezo y narrándote el heroísmo de sus acciones.
¿Quién fue Blas de Lezo? El valiente hombre que salvó el Imperio Español
Si hoy preguntáramos a la mayoría de los españoles quién fue Blas de Lezo, pocos serían los que realmente sabrían respondernos. A otros les sonaría tristemente este nombre en referencia a la nomenclatura dada a algunas calles españolas que lo homenajean. Y es que, desafortunadamente, la historia de Blas de Lezo, aquel marino que en 1741 defendió con uñas y dientes un imperio que fácilmente podía haber caído en manos inglesas, es hoy una figura totalmente desconocida para la mayoría de los españoles, a pesar de ser uno de los mejores estrategas de la historia de la Armada.
Hablar de quién fue Blas de Lezo y Olavarrieta es sumergirnos en la historia de un hombre para quien las dificultades no fueron más que motivación. Nació en la región de Pasajes, en Guipúzcoa, en el año 1689. Sus contemporáneos le conocieron como «medio hombre» o «pata de palo», y estos crueles apodos surgieron de sus propias vivencias en el mundo militar. Tenía tan solo quince años cuando participó en una batalla naval en las costas de Málaga, en 1704. Como consecuencia de haber recibido una bala de cañón, tuvo que amputársele la pierna izquierda, que estaba totalmente destrozada. Poco después, en 1707 y en medio de un combate con los ingleses en la base naval de Tolón, fue herido por una esquirla de metralla con la que terminaría por perder el ojo izquierdo.
Todas estas pérdidas en la historia de Blas de Lezo no le alejaron de los escenarios militares. Siguió luchando en la defensa del Imperio Español. Pero aún otra batalla le dejaría una nueva y grave lesión. En los últimos episodios de la guerra de Sucesión, en el sitio a Barcelona, sufrió una nueva herida que le dejó inservible el brazo derecho. Con tan solo veinticinco años, el militar era cojo, tuerto y manco. Aunque la mayoría de los soldados habrían tenido motivos de sobra para retirarse, la esencia de quién fue Blas de Lezo lo hizo seguir. Siguió batallando en el Caribe y los mares del Sur, combatiendo piratas bajo las órdenes del almirante Bartolomé de Urdizu.
También aportó sus conocimientos militares en la conquista de Orán, plaza norteafricana que los berberiscos habían ocupado en 1708. Gracias a sus acciones en esta misión, sería merecedor del ascenso a Teniente General, en el año 1734. Su carrera avanzó hasta que fue nombrado en la comandancia general de Marina de Cádiz, en donde permaneció un tiempo. Pero luego de aquella misión le llegaría la oportunidad de ejercer el encargo más relevante de su carrera: fue hecho responsable del manejo de la plaza de Cartagena de Indias, en territorio americano. Desde allí lideraría la guerra del Asiento contra los ingleses, y firmaría el capítulo más destacado en su propia historia y en la del Imperio Español.
La hazaña de Blas de Lazo en Cartagena de Indias
La historia de Blas de Lezo está marcada por sus hazañas de estrategia militar en Cartagena de Indias. A mediados del siglo XVIII, Gran Bretaña organizaría un titánico plan mediante el que pretendía hacerse con todo el territorio del Imperio Español en América. Todo ello acompañado por un impresionante despliegue militar prácticamente imparable. Una flota que contaba para el desembarco en Cartagena de Indias con la agrupación de barcos más grande que hasta el momento había podido ser vista surcando los mares: 2.000 cañones, 186 buques y 23.600 hombres que con creces superaba a la Gran Armada de Felipe II, que contaba con poco menos de 3.000 hombres aproximadamente. Una inferioridad de 8:1 en hombres y naves de guerra y de 3:1 en artillería.
Sería en aquel momento histórico en el que se haría sentir quién fue Blas de Lezo. A pesar de estar en una franca desigualdad de condiciones, el militar se dispuso a defender su plaza con honor. Sacó provecho de una intricada red de espionaje en la que había estado trabajando, diseñó estrategias con la ventaja de conocer a profundidad el territorio local, y además dispuso la media docena de barcos con la que contaba para que, en caso de que fuese necesario, se hundieran, dificultando así el acceso de los ingleses a las bahías que daban entrada a la ciudad, bahía Grande y bahía Chica.
Se trata pues de una victoria con méritos poco previsibles que acabaría por asegurar las posesiones españolas hasta el gran debacle de Trafalgar. Derrota que, incluso en la actualidad, sigue sin ser reconocida por Gran Bretaña. Y una humillación que llevó a las tropas inglesas a ocultar las monedas y medallas grabadas para una esperada victoria que nunca llegaría. Es más, el rey Jorge II prohibiría entonces tajantemente hablar de ello o plasmar la historia por escrito, como si de esta forma pudiera borrarse de la memoria. Y por si esta humillación se hubiera quedado corta, Lezo se atrevería también, en un alarde por minar aún más la moral inglesa, a pronunciar la inmortal frase:
“Para venir a Cartagena es necesario que el rey de Inglaterra construya otra escuadra mayor, porque ésta sólo ha quedado para conducir carbón de Irlanda a Londres, lo cual les hubiera sido mejor que emprender una conquista que no pueden conseguir.”
El injusto fin de un héroe
Desgraciadamente, el valiente Blas de Lezo acabaría contrayendo el tifus, enfermedad generada por los cadáveres en el campo de batalla, lo cual acabaría llevándole a la muerte. Y por si esto fuera poco, Lezo moriría condenado al ostracismo, tras el conflicto debido al falso testimonio que el virrey Sebastián Eslava daría a conocer a Felipe II para ocultar su mala preparación y peor dirección ante un ataque que se sabía inminente.
El valiente marino que acabaría entregando una pierna, un brazo, un ojo e incluso su propia vida por el Imperio Español, moriría en el más absoluto anonimato, no recibiendo ningún tipo de reconocimiento por sus valientes actuaciones. Ni siquiera hoy sabemos donde descansan sus restos. El abnegado hombre que había salvado el Imperio y que había servido tan fielmente a la Corona española durante 40 años, fallecería en la más absoluta de las miserias, condenado para siempre al olvido.
Y tú, ¿Conocías la historia de quién fue Blas de Lezo? ¿Alcanzas a imaginar la fortaleza mental que habría de tener aquel hombre para seguir enfrentándose en batalla, aún con todo su cuerpo mutilado? Sin duda que la historia está repleta de personajes valientes y poco conocidos, que bien vale la pena visibilizar. Si eres, como nosotros, un amante del estudio del pasado, no te pierdas esta selección de las mejores frases de historia.