La mayoría de nosotros hemos crecido con el cuento de la Caperucita Roja y a día de hoy lo conocemos de memoria. Sin embargo, también acostumbramos a ignorar que nos ha llegado una versión sumamente edulcorada a través de los filtros de Charles Perrault y los hermanos Grimm. Este cuento supuestamente inocente esconde un alto grado de perversión en su lectura psicoanalítica que te desvelaremos a continuación.
Caperucita Roja quería dejar de ser virgen
En psicoanálisis, tras la superación del estadio oral (durante el cual se obtiene placer mediante la ingesta de comida), el niño se adentra en una llamada etapa genital caracterizada por la investigación sobre el problema del sexo. Precisamente en este momento vital se encuentra nuestra Caperucita, quien se ve constantemente tentada a ceder al placer.
Complejo de Electra: matar a la abuela y acostarse con el lobo
Mientras la mayoría de críos rehúsan salir de casa, y más en soledad, nuestra protagonista muestra una disposición inaudita en alguien de su edad, lo que no deja de ser una muestra de su ansia de aventuras. Además, ya en las advertencias de la madre («no salirse del camino», «no caer y romper la botella») es fácil advertir claras alusiones a los peligros que entraña el sexo y la pérdida de la virginidad. Si a ello le sumamos la caperuza roja, claro símbolo que hace referencia a la menstruación, tenemos la emoción servida.
Durante el camino, la niña despierta el apetito sexual del lobo, quien no dudará en tratar de seducirla invitándole a «mirar a su alrededor para poder escuchar el canto de los pájaros». De este modo, la inmersión en el inconsciente sexual de Caperucita Roja se desarrolla de forma paralela a su inmersión en el bosque. Son sorprendentes, además, las claras indicaciones de ésta cuando el lobo le pregunta por la localización de la casa de su abuela.
Esto podría responder a un complejo de Electra no superado correctamente, en que la niña se siente atraída sexualmente por el padre con el consiguiente deseo de aniquilar a la madre para obtener vía libre en la satisfacción de su deseo. Es por este motivo que Caperucita Roja daría las indicaciones claras: para que el lobo se comiera a la abuela (representación de la figura materna) y así poder realizar el acto sexual con el lobo (representación de la figura paterna y de la sexualidad instintiva del hombre).
El rol masculino ridiculizado y un incipiente feminismo
Hasta el momento, el cuento parece tratar un único tema moralizador: el de los peligros del sexo. Asimismo, la realidad es mucho más complicada si analizamos el papel que desarrolla el hombre y la forma en que el sexo se representa. Por lo que respecta al rol masculino, el lobo sería la representación del «ello» o insconsciente, mientras que la figura salvadora del cazador respondería a las tendencias del «yo» y el «superyó»; la filtración de todas las pulsiones para actuar de forma razonable. Desde este punto de vista, el hombre es presentado como un animal astuto y cruel, por lo que el acto sexual emerge como un sinónimo de canibalismo.
Además, aunque el rol tanto de la madre como de la abuela sean insignificantes, podemos hablar de una asociación feminista entre abuela y nieta contra todo lo que representa el lobo. Se contraponen las mujeres a las que les gustan los hombres y que disfrutan del sexo con el instinto sexual primitivo masculino. A ello hay que sumarle que al final del cuento se expresa este prejuicio frente a los hombres.
La superioridad femenina radica en su capacidad de tener hijos. De este modo, el lobo queda ridiculizado cuando trata de asumir el papel de una mujer (suplantando la identidad de la abuela) y posteriormente cuando se simula su parto, o más concretamente una cesárea, cuando se le abre el estómago para que salgan tanto la abuela como la propia Caperucita Roja. Las piedras que posteriormente son depositadas en su vientre por la protagonista simbolizan en psicoanálisis la esterilidad. Asistimos, por tanto, al triunfo de las tres generaciones femeninas frente a la inferioridad del hombre.
La repercusión que este mito tiene en la actualidad
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Uno puede o no creer en la aplicación del psicoanálisis en la vida real. Lo que resulta incuestionable es que su aplicación al análisis de textos, funciona sobremanera, proporcionándonos además una mirada más crítica a la hora de enfrentarnos a cualquier lectura. Algo que, desde luego, nos hace mucha falta. ¿Qué opinas tú? ¿Deberíamos seguir castrando los cuentos para convertirlos en textos moralmente aceptables? ¡Comienza el debate!