El primer Lord Combermere, padre del famoso fantasma que fue fotografiado en la biblioteca de su mansión, se vio involucrado en un caso inquietante mientras era gobernador de Barbados. Acompáñanos a conocer el extraordinario caso de los ataúdes que se movían solos de Barbados.
El impactante caso de los ataúdes que se movían solos en Barbados
Barbados fue colonia española desde su descubrimiento por Cristóbal Colón hasta que en el siglo XVII pasó a ser colonia británica. Se independizó en 1966, aunque su jefe de estado sigue siendo la Reina Isabel II. El caso que nos ocupa empezó en 1812 y se alargó varios años.
La familia Chase, afincados en Barbados, británicos de origen y muy adinerados, construyeron en el cementerio de la iglesia de Christ Church Parish en Oistins una cripta para enterrar a los familiares que fueran muriendo. La cripta tenía una sección subterránea y otra en la superficie. Al parecer el acceso a la cripta en el siglo XIX estaba bloqueado por una enorme losa, sellada con cemento, que por su peso requería varios hombres para moverla.
La primera persona enterrada fue Thomasina Goddard en 1807. En 1809 fue enterrada Mary Ann Chase y en 1812 su hermana Dorcas. A las pocas semanas de enterrar a esta última, su padre, Thomas, falleció. En el momento en que se abrió la cripta para sepultarlo, los asistentes se dieron cuenta de que los 3 ataúdes depositados anteriormente estaban fuera de su lugar. Los sepultureros extrañados recolocaron los cofres y dejaron el del Sr. Thomas Chase, que tenía un recubrimiento de plomo, en el lugar que le correspondía. Se especuló que quizá habían sido unos ladrones, pero en la cripta no había nada de valor y como hemos dicho, la losa se sellaba con cemento y eran necesarias varias personas para moverla.
Al cabo de unos años, en 1816, volvió a abrirse para un nuevo entierro. Los ataúdes estaban desparramados por la bóveda, incluso el del Sr. Chase que por su recubrimiento de plomo era extremadamente pesado. Volvieron a colocarlos y la cripta se selló. Pocos meses después un nuevo fallecimiento hizo necesario volver a abrir la tumba. Había gran expectación por saber que había ocurrido en la cripta de los ataúdes móviles. Los curiosos no salieron defraudados, las cajas estaban fuera de lugar y la mayoría dañadas. Se revisó bien el interior de la cripta pero no se observó nada raro, aunque esta vez el gobernador, que era Lord Combermere tomó cartas en el asunto. Hizo cubrir el suelo con arena para recoger las huellas si entraba alguien y poner su sello personal en el cemento que sujetaba la lápida.
Unos meses más tarde, Lord Combermere y otros prohombres de la isla fueron a ver que había ocurrido con los ataúdes móviles. El sello estaba intacto, pero al abrir la cripta los ataúdes volvían a estar fuera de lugar. En la arena no encontraron ninguna huella. La familia, temerosa, cambió los ataúdes a otra tumba y esa fue abandonada para siempre. Se pensó que pudiera haber una entrada de agua o que por algún terremoto se podían haber movido los féretros, pero se descartaron ambas cosas.
De esta historia, a pesar de que ha sido relatada en numerosas ocasiones desde 1833, no se ha podido saber qué corresponde a la realidad y qué a la leyenda, aunque sin duda es sumamente curiosa. Si te ha gustado, puede que quieras leer la leyenda de la tumba del árbol del vampiro.