El intestino es el hogar de billones de billones de bacterias que nos ayudan a la comida que forma la llamada flora intestinal. Estas bacterias nos proveen de vitaminas y nos ayudan a mantener el sistema inmunológico en plena forma. La mayoría de estas bacterias se encuentran en la última parte de nuestro intestino, es decir, en el intestino grueso. Pero, ¿cómo llegaron allí?
¿Cómo han entrado estas bacterias en mi intestino?
Lo normal es que, al nacer, los bebés sean completamente «estériles». De hecho, el vientre materno está diseñado para que ningún microbio interfiera en el desarrollo del feto. Por lo tanto, de alguna manera han tenido que llegar allí esas bacterias buenas que son tan importantes.
Sin embargo, algunos estudios recientes sugieren que algunas bacterias pueden comenzar a colonizarnos incluso antes del nacimiento. De todos modos, poco después de que nacemos, nuestro ecosistema interno, o microbioma, está floreciendo a la vida.
En todo caso, cómo miles de millones de microorganismo llegan a los intestinos da mucho que pensar. El interior de un estómago es un lugar muy desagradable con un pH muy ácido (aproximadamente 2). El ácido del estómago sirve para esterilizar lo que comemos y nos protege de los microorganismo que puede provocar una intoxicación alimentaria. Entonces, ¿cómo superan las bacterias buenas los ácidos del estómago para alojarse en el intestino grueso?
Pues bien, parece que estos bichitos son muy listos. Descubrimientos recientes han comenzado a desvelar algunos de los astutos trucos que utilizan las bacterias para sobrevivir a las duras condiciones del estómago para llegar a su paraíso intestinal. Algunas bacterias son capaces de romper moléculas de ácido, manteniendo el pH manejable a su alrededor. Algunas son capaces de excavar en el revestimiento del estómago, escondiéndose lejos del ácido mortal. Otras incluso son capaces de adherirse a algunas proteínas para usarlas a modo de escudo, para superar la agresividad de los ácidos estomacales.
En todo caso, no todas las bacterias buenas son capaces de superar la dura prueba a las que son sometidas por los jugos gástricos. Y, a las que los superan, todavía les queda superar un largo camino por el intestino delgado hasta llegar a las paredes pegajosas del intestino grueso, donde encontrarán un paraíso en el que poder formar una familia feliz (para todos, porque estas bacterias son fundamental para el organismo).
Las primeras bacterias
Pero, si como decíamos antes, el interior del útero está preparado para tener la feto estéril, ¿de dónde salen esas primeras bacterias en el interior bebé que decíamos que parecía que ya había según los investigadores?
Pues parece que esta primera colección de bichitos los recoge el bebé en el momento del parto. Así, durante su viaje a lo largo del canal de parto hacia el mundo exterior, un bebé recibe una muestra saludable de bacterias del interior de su madre.
Este es uno de los muchos motivos por los que, a pesar lo doloroso que es, el parto eutócico (el parto normal de toda la vida) es mucho mejor que la cesárea. De hecho, los bebés nacidos por cesárea tienen más problemas de estómago y más temprano que los otros. Es más, un bebé nacido por el método tradicional por lo general tienen una flora intestinal sana y equilibrada después un mes, pero los que nacen por cesárea pueden necesitar seis meses o más para alcanzar el mismo nivel interno.
Después de este baño inicial bacterias, el bebé es bombardeado con un montón de bacterias. Con cada beso y abrazo, con cada bocanada de aire, y cada toma de leche materna. Por eso es tan importante no ser tan «exquisito» con la esterilización de las cosas que, si bien deben estar limpias, tampoco hay que exagerar.
Y aquí acaba la historia de cómo el intestino acoge a sus billones de habitantes.
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