Gran parte de la cultura occidental, particularmente la referida a las instituciones del estado, como las leyes y las estructuras políticas, hunde sus raíces en Grecia y Roma; especialmente en esta última, que a través de la expansión imperial por Asia, África y Europa, y su persistencia –casi mil años–, difundió sus valores y maneras de ver el mundo. Por eso no es de extrañar que las leyes de la antigua Roma todavía sean objeto de estudio en la mayoría de los centros de educación superior donde se estudie derecho o abogacía, aunque hay algunas leyes romanas que hoy podríamos considerar como francamente extravagantes.
¿Cómo crees que eran las leyes de la Antigua Roma? 8 muy locas
1. Las prostitutas en la temprana Antigua Roma estaban obligadas a teñirse el pelo de rubio, para diferenciarse de las mujeres respetables. Muchas prostitutas provenían de pueblos bárbaros y a esto se debía que se asociara este color de pelo con las mujeres de “mala vida”, en tanto que en las mujeres romanas dominaba el pelo oscuro.
Sin embargo, más tarde se puso de moda entre las mujeres patricias usar pelucas rubias, y llegó un momento en que no podían diferenciarse de las prostitutas.
2. A propósito de gustos y colores, el púrpura era un color de uso exclusivo de los patricios y estaba prohibido su uso en togas u otras vestimentas a los miembros de las clases bajas. El color utilizado para teñir las togas provenía de Fenicia, y se hacía aplastando moluscos para extraer el tinte violeta. Para teñir una toga había que acabar con unos diez mil moluscos…
3. Si un hombre sorprendía a su mujer con un amante, podía encerrarlos en el lugar donde estuvieran y tenía un lapso de tiempo para reunir entre los vecinos testigos del adulterio; luego disponía de tres días para hacer una declaración pública y divorciarse. Si encontraba a su mujer con otro hombre y no se divorciaba podía ser acusado de proxeneta, y ser castigado como tal. En caso contrario, que la mujer sorprendiera al marido, ésta no podía hacer nada, salvo resignarse, o buscar un amante.
4. Existían varias penas para los llamados crímenes capitales, como el de ser decapitado, o ser lanzado desde la roca Tarpeya, o desde el techo de la prisión; pero para aquellos condenados por parricidio la pena de muerte se ejecutaba de modo que todos los que presenciaran el castigo lo pensaran dos veces antes de matar a su padre.
El condenado era llevado fuera de la ciudad, golpeado con varas y palos, luego era encerrado en un saco con un gallo, una serpiente, un perro y un mono, cosido con todos estos animales adentro y finalmente arrojado al mar.
5. A la inversa estaba permitido, es decir, la vida de los hijos estaba en manos de los padres, al menos hasta poco después del siglo I de nuestra era. El padre repartía los castigos sin ningún control externo y podía asesinar a sus hijos sin sufrir castigo.
Este derecho se mantenía incluso cuando ya éstos estaban casados y sólo desaparecía con la muerte del padre.
6. Según las leyes de la antigua Roma, toda mujer que permaneciese un año sin salir de la casa pasaba a convertirse en propiedad del marido. El único modo de evitarlo era irse de la casa al menos una vez al año y permanecer afuera tres días consecutivos, cosa que se hacía escondiéndose del marido.
7. En determinadas circunstancias, las leyes de la antigua Roma permitían el suicidio, siempre y cuando fueras un ciudadano con todos tus derechos y contaras con el permiso del senado. Esclavos, soldados y criminales tenían prohibido el suicidio por diversas razones: en el primer caso el vendedor tendría que reembolsar el precio del esclavo, los militares eran más útiles muriendo en batalla, y si un criminal se suicidaba el estado no podía confiscar sus bienes.
Pero si eras patricio podías conseguir permiso del senado, y se consideraba una muerte digna.
8. Finalmente, que te cayera un rayo no era lo peor que podía sucederte según las leyes de la antigua Roma. En ese caso nadie podía enterrarte, pues habías sido víctima de un castigo de Júpiter y algo muy malo debías haber hecho. Se podía mover el cuerpo, pero sin levantarlo por encima de las rodillas; y si se trataba de un familiar o un amigo, y eras descubierto enterrándolo, podías ser condenado a muerte.
Seguramente, en unos cuantos siglos algunas de las leyes que actualmente obedecemos y hasta nos parecen lógicas, serán consideradas extravagantes y grotescas por nuestros descendientes, tal y como nosotros consideramos locas algunas leyes de la antigua Roma. ¡Pero sin duda son supercuriosas! Lee también las más absurdas.