¿Te parece una pregunta obvia, retórica, quizá tonta? Claro, todos respiramos, necesitamos el oxígeno, inhalamos y exhalamos, pero ¿lo hacemos bien? ¿Es que hay un modo correcto e incorrecto de respirar? Pues sí, y en Supercurioso te lo explicamos.
¿Crees que sabes respirar?
Observa a un bebé de pocos meses de nacido: verás que respira levantando el abdomen, no el pecho. Es lo que se llama “respiración diafragmática”. Y ahora fíjate en cómo respiras tú: posiblemente utilizas sólo los músculos del pecho para hacerlo. De alguna manera, al crecer olvidamos cómo respirar bien, y eso influye decisivamente en nuestra salud, pues no se logra desarrollar completamente nuestra capacidad pulmonar, por un lado, y el proceso vital de oxigenación no se realiza de la forma correcta, lo que contribuye a que nuestros órganos se vayan deteriorando poco a poco.
¿Qué sucede en la respiración? Es un proceso que consta de 4 etapas, que serían la inhalación y exhalación, la hematosis, el transporte de oxígeno y la respiración celular. Porque cuando respiramos lo hacemos no sólo con los pulmones, lo hacemos con todo el cuerpo.
Fíjate: cuando inhalas aire, llevas el oxígeno a tu sangre, y al exhalar expulsas aire con dióxido de carbono –que es el desecho–. Claro que al inhalar no sólo es aire lo que metemos al cuerpo, también muchas sustancias contaminantes y polvo; pero para eso tenemos la nariz, que se encarga de limpiar y filtrar el aire que llevamos a los pulmones (de allí que el primer paso para respirar bien sea respirar por la nariz) gracias a los cilios –pelitos– que se encuentran en su interior y que retienen los elementos de mayor tamaño. Además, calienta el aire que llega a los pulmones evitando posibles resfríos. Cuando respiras por la boca no obtienes ninguno de estos beneficios, pues la boca no tiene filtros para retener partículas y, más bien, reseca la garganta.
La hematosis es el intercambio gaseoso que se realiza entre la sangre y los distintos tejidos del cuerpo. La sangre se oxigena en los pulmones y a través de ella el oxígeno pasa a las células; al mismo tiempo, el dióxido de carbono y el vapor de agua pasan a la sangre y son transportados hacia las venas cavas y luego al corazón, que la enviará otra vez a los pulmones y a las células del cuerpo. Es un proceso interminable y vital.
Pero si no respiras bien, ¿qué sucede? En primer lugar, la capacidad torácica y pulmonar va disminuyendo. Si no pones en funcionamiento óptimo el diafragma el oxígeno no llegará a todo el pulmón, sólo a su parte superior. Por otro lado, cuando respiras con el pecho pueden tensarse los músculos de la espalda y el cuello, lo cual te provocará dolor. Y otra consecuencia importante es que si no tienes el diafragma fortalecido no tendrás resistencia si practicas algún deporte.
Cuando respiramos con el pecho, tendemos a inhalar muy poco oxígeno, y eso obliga a inspirar más veces y a un ritmo alto para lograr el oxígeno necesario, lo que puede suponer un esfuerzo mucho mayor y una respiración arrítmica. Respirar así todo el tiempo provoca fatiga, dolor de cabeza y ansiedad, e impide que nos relajemos.
Pero siempre es posible aprender. Lo importante es tomar conciencia de nuestra respiración y corregir los errores. Un buen ejercicio para aprender a respirar y fortalecer el diafragma es éste: túmbate en el piso y coloca una mano en tu abdomen y otra en el pecho (para que sepas diferenciar ambos movimientos). Cuando inhales aire, hazlo llevando el aire hacia el abdomen y sentirás cómo se levanta, y de allí subirá hacia el pecho llenando los pulmones. Así, tu capacidad pulmonar irá creciendo y más sangre se oxigenará. Retén tres o cuatro segundos y poco a poco exhala, primero el pecho bajará y luego el abdomen.
Puedes “dividir” este proceso en 3 partes: bajo abdomen, medio abdomen y pecho, de modo que cuando inhales empujes el abdomen hacia afuera y cuando exhales lo dejas volver hacia dentro. Puede sonar difícil pero es muy sencillo.
Es importante que la inhalación sea lenta y profunda, y que la exhalación dure algo más. Practícalo por pocos minutos cada día, y en la respiración normal toma conciencia de cómo lo haces. Una manera es sincronizar los pasos con el ritmo de la respiración. Inconscientemente, tu cuerpo volverá a respirar bien, y los beneficios no tardarán en aparecer: te cansarás menos, tu cerebro funcionará mejor y podrás controlar efectivamente tus emociones. Todo esto gracias a una buena respiración. Y como dicen los que practican yoga: “respirar bien es vivir bien”.
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