El cuerpo sigue funcionando después de la muerte. ¿Te parece increíble? Pues es cierto, y Supercurioso te trae los detalles.
Todo fisiológico
La premisa de que la energía no se destruye sino que se transforma es más evidente cuando morimos, porque nuestro cuerpo, de hecho, sigue funcionando. Y puede hacerlo minutos, horas, días o semanas después de que han dictado la hora de la muerte. Claro que con los sistemas funerarios de hoy en día muchas cosas no serán posibles. Sin embargo, en aquellos lugares en donde no se practique con tanto rigor la preparación de los cadáveres (como en pueblos rurales o comunidades indígenas) se podrían ver cosas realmente sorprendentes y curiosas.
El cerebro, el último en claudicar
El corazón se detiene y morimos. No obstante, el cerebro comienza a pelear por el poco oxígeno y los nutrientes restantes que quedan en la circulación sanguínea, hasta que se produce un daño cerebral irreparable, generalmente a los pocos minutos luego de la muerte.
Se han hecho experimentos en los que se han administrado ciertas drogas antes de que el cerebro esté dañado, y se demostró que se puede mantener la actividad cerebral varios días, sin que dependa del corazón. Esto suena a Frankenstein, pero es cierto. Incluso después de muertos, nuestro cerebro, si se mantiene correctamente, puede dar lo último de sí por unos pocos días más.
Las células de la piel
La pérdida de circulación hace que mueran rápido la mayoría de nuestras células, pero las de la piel necesitan muy poco, ya que están hechas para vivir en la periferia del cuerpo, en lo que nos recubre, y a nutrirse por ósmosis; eso hace que permanezcan vivas durante varios días. Se puede percibir el crecimiento de estas células.
Orinamos, defecamos, ¿eyaculamos?
Si bien durante nuestra vida aprendemos a controlar los esfínteres y con ello ir voluntariamente al baño, en la muerte los músculos se relajan (el rigor mortis sucede mucho después); esto hace que las personas recién fallecidas orinen o defequen. El cuerpo elimina los desechos en tiempos de estrés, es normal que se tengan ganas de ir al baño en situaciones de mucho miedo o angustia. Cuando morimos, aunque la situación de angustia ya no existe para nuestra conciencia (porque estamos muertos), el cuerpo de hecho expulsa los excrementos, y esto puede ocurrir varias horas después de la muerte.
Por otro lado, ¿habéis escuchado alguna vez la expresión “erecciones post-mortem”? Sí, suceden y es lo que podría llamarse técnicamente priapismo (erección permanente). Se observa sobre todo en hombres ahorcados y ocurre por la presión en el cerebelo ejercida por la soga al cuello. También se han visto en hombres muertos por disparos de armas de fuego que dañen el cerebro y muertes por envenenamiento.
La digestión sigue
Aunque nuestro cerebro y nuestro corazón dejen de funcionar, en nuestro cuerpo habita toda una biodiversidad. Es el caso de las bacterias que tienen su hogar en nuestros intestinos. Morimos pero ellas siguen trabajando en el proceso de la digestión, lo cual a todas luces ayuda a que expulsemos los excrementos aun después de muertos.
¡Escuché a un muerto hablar!
¿En serio? Lo más probable es que lo que oíste fuera más bien gruñidos, gemidos u otros sonidos guturales (igualmente aterradores si se tratan de un muerto).
Lo que ocurre es que nuestro cuerpo está lleno de gases, que se incrementan debido a la actividad de las bacterias que sobreviven en nuestro sistema digestivo. Como buen gas, busca una salida y la que encuentra, por lo general, es la tráquea, que está contraída por el rigor mortis. De modo que lo que escucharás será sonidos primitivos, nada parecidos a la voz humana.
Como veis, el cuerpo seguirá maravillándonos aunque ya no haya vida en él.
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